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Milagro en la cárcel

Estamos leyendo el libro de Hechos, el cual es el Génesis, el principio. Fue en este contexto, en el siglo número uno, que sucedió algo extraordinario, el nacimiento de algo de lo cual muchos estaban expectantes y emocionados. Algo nuevo que verían pero que todavía no sabían cómo sería. El comienzo del verdadero desafío: la llegada del Espíritu Santo. 

En Hechos podemos ver la relevancia y el poder que tiene la persona del Espíritu Santo, pues la iglesia lo esperó, oró y se movió conforme a lo que Él les decía.  Nosotros creemos que hay un Dios trino, Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, por lo que esta persona es Dios mismo. Ciertamente, el mundo no se estaría sustentando si el Espíritu Santo no estuviera. El Espíritu de Dios está desde la creación del mundo y está también en el Apocalipsis, trabajando con la iglesia, pues dice: «el Espíritu y la esposa dicen ¡Ven!». Evidentemente, esta persona tiene una importancia que no podemos desestimar.

Si bien, Su presencia produce manifestaciones sensoriales en nuestro cuerpo porque él es real y tangible, Él es mucho más que una sensación física. El Espíritu no es un ser o un ente, es una persona que siente, habla y sobre todo trabaja en este tiempo para guiarnos a toda verdad. En los próximos años, cuando la confusión crezca y empiecen a levantarse otras voces que digan «Yo soy el Cristo», cuando empecemos a ver algunas de las señales que están escritas, porque Dios ya nos dejó todo, ¿cómo vamos a saber si estamos siguiendo la verdad o la mentira? Porque el Espíritu Santo vino a nosotros para guiarnos a toda verdad. Él fue enviado como Consolador para sanarnos, para amarnos, pero también para direccionarnos, y la iglesia en el libro de los Hechos le dió mucho énfasis al Espíritu Santo.

La iglesia vivió diferentes periodos a lo largo de los años. Los historiadores y los teólogos la dividieron en distintas etapas: tenemos la iglesia apostólica, la iglesia perseguida, la iglesia imperial, la iglesia medieval, la iglesia contemporánea y la iglesia moderna, que es de la que somos parte hoy en día. Durante las diferentes épocas no se vivió lo mismo que en Hechos, la iglesia no permaneció en este poder del Espíritu tan fuertemente, a pesar de que siempre el Señor tuvo unos pequeños remanentes a lo largo de la historia. Es fundamental que conozcamos nuestros orígenes como iglesia. Así como estamos clamando, orando y poniendo nuestra atención en lo que ha de venir, también debemos mirar un poco hacia atrás para ver qué cosas fueron buenas y cuáles no. Vemos cómo siempre el Espíritu Santo estuvo presente aunque muchas veces la iglesia le quitó el gobierno y se la otorgó al hombre, el cual fue el peor error que la iglesia cometió a lo largo de los años, intentar ocupar el lugar del Espíritu Santo.

Y nos preguntamos ¿Cómo le vamos a dar sustentabilidad al avivamiento congregacional, pero también individual? Si no caemos en estructurar al Espíritu Santo, las tradiciones son buenas, pero ¿cómo hacemos para que en los próximos años no perdamos la misma pasión, el mismo fuego y ganas de dar, de seguir invirtiendo y de no estructurar al Espíritu de Dios ni a nuestras mentes como si fuera una tradición o una religión más? 

«Avivamiento es tener un espíritu fervoroso de hacer la voluntad de Dios, de vivir en santidad, de amar la comunidad de fe, de dar las buenas nuevas, de avanzar en la misión de Cristo, de ser generoso, de amar a los enemigos. Todo esto no lo puede fabricar un ser humano. La iglesia no la ideó un hombre, la ideó Dios. La iglesia es un organismo espiritual porque el conductor es el Espíritu Santo».

La Biblia nos dice que Jesús nos dio dones y él mismo constituyó a algunos en diferentes roles y ministerios (Efesios 4:11-12). No es que repartimos los dones entre nosotros, sino que fue Cristo mismo quién repartió los dones y ministerios a los hombres. Por eso, más que nunca nuestro corazón debe arder por el deseo de ser bautizados y llenos del Espíritu Santo. La iglesia que nació en avivamiento, tiene la misión de seguir con este legado y avanzar con toda la fuerza del Espíritu. Nuestra palabra del año es Zacarías 4:6 “No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos” ¿Cómo ha resistido a la iglesia hasta hoy? Por medio del Espíritu Santo.

Hechos 16:16-40 (NVI)

Ese mismo Espíritu Santo que nos cuenta el pasaje es el que está en nosotros hoy. Entre los muchos prodigios narrados, el mayor milagro fueron Pablo y Silas. Como iglesia declaramos «que si el milagro no ocurre, nosotros somos el milagro». Muchas veces no tenemos idea de lo que el poder, la gracia y la unción del Espíritu Santo pueden hacer a través de nuestras vidas. Antes de esta situación que vivieron Pablo y Silas en la cárcel, el Espíritu Santo les impidió dos veces trasladarse a un lugar para predicar, y nos podemos preguntar ¿cómo el Espíritu Santo les va impedir predicar? Pero vemos que había un propósito en este impedimento, y fue muy relevante la obediencia de ellos, ya que otras personas necesitaban ser alcanzadas allí. Pablo, antes de eso, tiene una visión donde ve a un hombre que le dice que pase por Macedonia para ayudarles, entonces cuándo se despierta inmediatamente él entiende que es Dios enviándolo. De esta manera, va a una colonia romana en Filipos para buscar una sinagoga y encuentra a una mujer llamada Lidia, la cual era temerosa de Dios, quien recibe la palabra y los hospeda en su casa (la hospitalidad en el Nuevo Testamento era fundamental).

Lidia y toda su familia fueron bautizados allí, abriéndose así en Filipos la primera iglesia. Ellos estaban trabajando en casa de Lidia para afirmar la iglesia en esa colonia, cuando yendo al lugar de oración le sale al encuentro una chica con un espíritu inmundo que no les dice mentiras, sino que declaraba que ellos eran siervos del Dios Altísimo. Los estaba adulando, por lo que tranquilamente Pablo podría haberse envanecido por esa declaración, pero inmediatamente discierne de dónde venían sus palabras, y echando fuera al espíritu, la muchacha quedó libre. Sin embargo, por todo el alboroto que sucedió allí, los llevan presos.

«La obediencia en este tiempo es lo que mantiene ese fuego del Espíritu Santo encendido, una obediencia exclusiva a su voz. Hay distracciones que son muy tentadoras y podemos descuidar nuestra obediencia a la voz de Dios escuchando a otras voces».

Pablo y Silas poseían una obediencia extrema. La adulación de la mujer podría haber enredado a Pablo pero él sabía a quién obedecía. Y podemos decir ¿Cómo una persona que sigue la voluntad de Dios puede tener tales pruebas como es la cárcel? Es inexplicable. ¿Como un ser humano que ama a Dios, que le sirve, que le sigue y le es obediente puede padecer este sufrimiento?

Hoy nosotros no sufrimos martirios, no nos ponen presos por predicar el evangelio, ni nos azotan como ocurre con la iglesia oriental que todavía padecen persecuciones por hablar de Dios. Sin embargo, es justamente en estas iglesias donde se ve una obediencia tan extrema, que trae respuestas asombrosas de parte del Padre. Por la obediencia de Pablo se convierte Lidia, se abre una iglesia, se bautiza gente, el carcelero se convierte y muchas cosas más que sucedieron, solo por tener el oído atento al Espíritu Santo.

Anhelemos ser sensibles para detectar las tentaciones efímeras y los momentos pasajeros que nos distraen y nos quitan tiempo con el Espíritu Santo, para hacer lo que realmente  fuimos llamados a hacer, y escuchar la voz del Espíritu Santo de tal manera que no tengamos dudas. De que no importe lo que viene después, sino que lo más hermoso sea que Dios nos diga «bien siervo bueno y fiel, en lo poco fuiste fiel, en lo mucho te pondré» ¡porque has sido buen administrador de lo que te he dado, has obedecido lo que puse en tu corazón, pese a las cárceles, pese a las tormentas, pese al naufragio!

«Todo lo que hemos vivido nos tiene que llevar a tener paz con Dios y haber aprendido a conocerlo a través de todo«.

Dios no es una persona que nos hace sufrir, en realidad es el hombre quien le da la espalda a Dios, por creerse tan autosuficiente, tan poderoso, tan en sí mismo la fuente de todo que cada vez daña más su propia vida y todo lo que lo rodea. Pablo escribe: «esta leve tribulación momentánea va a producir un excelente y mayor peso de gloria». Aprendamos a ser obedientes aun en condiciones extremas, a poder prestarle el oído a la voz del Espíritu.

Además de obedecer, debemos enfocarnos. Cuando Pablo y Silas fueron liberados, no salieron corriendo, sino que se quedaron allí y cuando vieron al hombre a punto de quitarse la vida, vieron la necesidad y respondieron. Estaban tan enfocados en lo que Dios los llamó hacer, que lejos de quejarse, de ver perdida, lamentarse o cuestionar, solamente levantaron un cántico de adoración y Dios les respondió. Era tan fuerte la presencia del Espíritu Santo en ellos que el carcelero les preguntó: “¿cómo podría ser salvo?”. Por eso no es necesario ser eruditos en la Palabra, si estamos enfocados y obedecemos, vamos a ver milagros.

Muchas veces perdemos el enfoque viendo la situación que nos rodea. Tenemos que empezar a ser agradecidos y enfocarnos en la manera en la que nosotros podemos ser instrumentos. No sabemos detrás de cada persona que le hablamos de Jesús o detrás de lo que oramos a quienes más podemos influir, por eso debemos enfocarnos en la misión. Fuimos llamados a hacer discípulos, es la tarea de la iglesia, mostrar a Cristo con palabras y sin ellas.

Debemos ser valientes. Pablo y Silas, más allá de lo que les tocó vivir, fueron valientes y se quedaron, permanecieron y consolaron a los hermanos que estaban tristes. El Espíritu Santo nos da esa paz que sobrepasa todo entendimiento y nos llena de valentía. No debemos ser cobardes, Su Palabra dice que los cobardes no entrarán al Reino de Dios. Al contrario de lo que se suele creer, la valentía no es ausencia de temor. De seguro estas personas estarían asustadas pensando en lo que pasaría y cómo iba a ser todo.

«La valentía es el temor vencido en oración. Tenemos valentía porque sabemos a quién servimos, a quién le entregamos nuestras vidas. Sabemos cuál es el final de la historia: reinaremos con Él para siempre«.

Este sistema en el que hoy vivimos es un mundo al que no le vamos a caer bien, porque se mueve sin principios de Dios, alejado de toda la realidad de Cristo, pues todo lo que construyen es en base de sus propios deseos y al pecado que gobierna sus vidas. Muchas veces viene disfrazado de algo bonito, pero está alejado del Espíritu verdadero. Nosotros con el Espíritu Santo necesitamos recibir madurez para poder interpretar las voces correctas, las propuestas adecuadas, pedirle que nos enseñe a conducirnos para ser instrumentos, desear ser diferentes a los demás pero no para marcar una barrera, sino para que Cristo pueda ser visto a través de nuestras vidas y nuestras familias. Por eso, un hogar encendido va a estar muchas veces dentro de la cárcel, pero la actitud de los hijos de Dios, llenos del Espíritu Santo, tiene que ser adorar, cantar y estar enfocados, para ver qué hay detrás de esa situación, para que Cristo sea formado en nosotros. Mientras estemos en esta tierra y nos toque padecer tenemos que analizar cuál será nuestra actitud. Queremos milagros y señales, y las pedimos, pero debemos confrontar nuestras comodidades, porque cuando alcanzamos cierto nivel de estabilidad podemos perder el enfoque y la obediencia. Dios nos bendice y prospera, pero debemos ser fieles en los momentos difíciles y más en los momentos buenos. Debemos aprovechar la fuerza, el recurso, la energía y el potencial que Dios nos da para que la iglesia (cada uno de nosotros) nuestra familia, cada ministerio y cada equipo sea impulsado para crecer y avanzar.

El impulso del Espíritu Santo obra a través de nuestras vidas. Somos instrumentos, no hacemos cosas porque estamos aburridos, porque queremos un templo lleno, porque somos religiosos, sino que es el avivamiento que está dentro nuestro que nos impulsa a ser la misión de Jesús en la tierra. Pablo y Silas fueron el milagro.

«Nosotros somos el milagro. Una vida en obediencia, una vida de enfoque y una vida de valentía mantienen un avivamiento sustentable hasta que Cristo regrese. No hay nada más hermoso que construir la iglesia del Señor».

Debemos poner nuestro corazón en las pasiones del corazón de Dios. La ciudad se mantiene en pie porque estamos orando, nuestras familias se convierten porque estamos orando, pero llegará el tiempo de gemir en el Espíritu, no por nuestros problemas, sino por ver a Cristo moviéndose en milagros, con conversiones, sanidad, libertad, y con vida. Cada viernes en Casa de Oración esto es lo que nos mantiene enfocados. Tenemos que disciplinarnos a orar, a buscar a Dios en comunidad, a estudiar la palabra y a participar en los grupos de vida.

“¿Estamos dispuestos a ver milagros y convertirnos en el milagro para otros? El Espíritu Santo tiene que contar con nosotros para hacer su obra en nuestra comunidad. Tenemos que dar vida a otros. La iglesia debe ser como una planta, tiene que cumplir su ciclo, tenemos que trabajarla, cuidarla, tener la luz correcta y el agua justa. Necesitamos un avivamiento sustentable que permanezca, tenga sus cuidados y podamos ser sabios. No nos dejemos domesticar por el sistema, démosle el lugar al Espíritu Santo para que nos entrene, para que en todo tiempo y en todo lugar se manifieste. Oremos para que cada uno de nosotros podamos convertirnos en instrumentos de justicia.”

Maximiliano Gianfelici
Maximiliano Gianfelici
Pastor. Esposo de Dany papá de Cata, Valen y Bella. Escogido como parte de una generación de avivamiento.

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