Hijo mía, está atenta a mis palabras, inclina tu oído a mis razones, no se aparten de tus ojos, guárdalas en medio de tu corazón, porque son vida a los que la hallan y medicina a todo su cuerpo. Proverbios 4: 20-22.
Estamos atravesando tiempos de hiperestimulación virtual, el celular con los grupos de WhatsApp, Instagram, Telegram. YouTube, Google, TIK TOK, Facebook y más. Nuestros cerebros reciben más información de la que pueden asimilar, nuestros sentidos son capturados muchas veces por noticias cargadas de temor, problemas, nuevas variantes y más pandemias.
Pero si pudiéramos vislumbrar todo el impacto que produce dar nuestra atención a tantos datos tan negativos creo que tal vez tendríamos más precauciones a la hora de vincularnos con esta realidad.
¿Cuáles son los efectos que provocan está casi “glotona” sobrecarga de información?
A nivel cerebral se produce un fenómeno llamado hipercortisolismo, es decir, un exceso de cortisol, hormona ligada al estrés y al temor. Sustancia que está diseñada para preservarnos en momentos puntuales de nuestra vida y que bajo su influencia nuestro cuerpo está en estado de alerta para huir o luchar con un único fin: salvarnos.
Pasada la situación que desencadenó la reacción de alarma, y gracias a nuestro sistema nervioso, dicha sustancia vuelve a niveles normales. Ahora bien, el problema es que estamos frente a una pandemia de cortisol, ésta escala a niveles tan altos y tan constantes que nuestro cuerpo no se da abasto para equilibrarlo. La psiquiatra Marian Rojas Estape expresa que “vivimos en una era de intoxicación de cortisol y esto tiene efectos muy nocivos”.
Pérdida del cabello, migrañas, gastroenteritis, enfermedades crónicas del corazón, falla de la memoria (ya que el hipocampo, zona del cerebro que archiva nuestros recuerdos, es muy sensible a los efectos del cortisol) trastornos del sueño, irritabilidad, mayor apetito, cambios en los ciclos menstruales, baja del sistema inmune, éstos y algunos más son los efectos del exceso de cortisol.
Estarás de acuerdo conmigo en que esta lista no es nada deseable pero habrás notado que es muy familiar, es por eso que más que nunca creo relevantes las palabras de Proverbios como un poderoso antídoto frente a lo que nos sucede. Este consejo empieza desde un vínculo de amor, luego siguen una serie de requisitos para disfrutar esa medicina.
En primer lugar, nos habla de estar atentos. Podríamos preguntarnos “¿a qué le doy mi atención?”, “¿cuáles son mis distractores?” (vale hacer lista), “¿qué es lo primero que veo ni bien me despierto?”.
Luego nos nombra el oído, la vista como sentidos centrales a la hora de atender y por último, como en toda relación, vincular el corazón no está aparte de este consejo: nos insta a guardar y atesorar la palabra de Dios en él. Hay una versión que lo expresa así: “déjalas llegar hasta lo profundo de tu corazón”.
Si somos francos, muchas veces esto no se da, es decir, sí miramos la Biblia, pero enseguida oídos y ojos son capturados por las notificaciones del WhatsApp. Otras veces nos acercamos a la palabra de una forma ansiosa y dispersa, haciendo zapping espiritual, escuchando 10 podcast a la vez, viviendo de forma automática algo que desde Proverbios está enmarcado en un vínculo lleno de amor e intencionalidad, donde la entrega de oídos, ojos y corazón son fundamentales.
En un tiempo de tanta dispersión, integrar estos sentidos para depositarlos en la verdad resulta fundamental. Su palabra es medicina. Y “medicina” es una palabra que deriva de “mederi” (cuidar, curar).
«Es hermoso saber que la palabra de Dios tiene el poder para cuidarnos y protegernos«
Nadia Steppat
Algo que fallidamente intenta hacer el cortisol y que constantemente buscamos, pero además “mederi” se asocia con la palabra “meditar”, y acá encuentro un punto esencial: mi meditación puede ser mi medicación. Y lo cierto es que tenemos un poco olvidado el meditar y al olvido se le suma por un lado la distracción producto del exceso de pantallas, con el coste de no saber a veces en lo que estamos pensando; y, por el otro lado, está el temor que le tenemos a la palabra meditación desde que es usada por ciertas prácticas con la propuesta de abandonarse en la nada y poner la mente en blanco.
Pero David hablaba de meditar en la ley de Jehová de día y de noche. Josué recibe el mismo encargo, meditar de día y de noche. Mientras que Isaac salía al campo para meditar.
Meditar es llevar una y otra vez mi mente a Su palabra, desmenuzar cada dicho de Dios, anclar mis pensamientos en Su mente. ¡Cuánta medicina eterna que no tiene fecha de vencimiento desaprovechamos por no hacernos el firme hábito de tomarla!
En este artículo me llamo y te llamo a disminuir distractores y a reconocer cuánto necesitamos de esta medicina: meditar en Su Palabra.