¿Te ha pasado que, en medio de una relación, tus expectativas y las de la otra persona no son las mismas?
Déjame contarte la historia de mi amigo Mario. La mujer que había elegido para casarse llevaba un par de semanas saliendo con su vecino.
Mi esposo y yo trabajamos como mentores, acompañando a jóvenes, parejas, hombres y mujeres en temas relacionados con la identidad, la autoestima y, especialmente, las relaciones. Él nos buscó hace un año, con una situación bien particular. Cabe aclarar que, debido a la confidencialidad de nuestros procesos, tanto los nombres como algunos detalles de la historia son modificados, aun cuando contamos con el permiso para plasmarla.
Mario llevaba casi dos años saliendo con una hermosa mujer: compartían juntos los fines de semana, asistían a la iglesia los domingos, él le ayudaba económicamente con sus estudios y salían ocasionalmente a paseos con amigos.
Cuando tuvimos nuestra primera sesión, estaba devastado; llevaba dieciocho meses en lo que él llamaba “la preparación para su boda”, y justo en el momento en el que él le entregó el anillo con la propuesta para casarse, ella le dijo que estaba equivocado, que siempre lo había visto como amigo y que, de hecho, se había involucrado en un noviazgo recientemente, con su guapo vecino Mark.
“¿Qué? ¿Acaso ella nunca vio que era todo para mí? ¿No comprendía que todas esas noches en vela hablando por teléfono, las madrugadas para dejarla en casa de su esteticista, las cenas, detalles y regalos eran parte de su cortejo?
Evidentemente, no. Ella ya estaba en otra relación y Mario se sentía usado, frustrado por no haber visto lo que estaba sucediendo.
Cuando nos enamoramos, perdemos fácilmente la perspectiva de las circunstancias. Uno de los peligros más grandes de las relaciones sucede cuando nuestras expectativas superan la realidad y, peor aún, cuando ni siquiera las comunicamos.
Para ayudarte con esto y que la historia de Mario no se repita en tu vida, quiero compartirte la regla de oro en las relaciones de noviazgo y matrimonio:
Si eres amigo, compórtate como amigo; si eres novio, compórtate como novio y amigo; si eres esposo, compórtate como esposo, novio y amigo. ¡No tomes el siguiente rol antes de tiempo!
Este parámetro te ayuda a enmarcar límites para cuidar tu corazón y el de la otra persona durante la relación. ¿Qué implicaciones tiene esta regla? Muchas. Si quieres profundizar un poco en ella, encontrarás en mi libro Diario para esposas jóvenes bastante información al respecto; pero, por ahora, si el caso de Mario se asemeja al tuyo o conoces a alguien a quien le sucede, déjame compartirte algunas reflexiones:
- Mario nos comentó que pasó largas horas en conversaciones con su amiga. Existen conversaciones de amigos, noviazgo y matrimonio. No todos los niveles de intimidad pertenecen al mismo tiempo de la relación. Si estás en una relación de amistad, cuida tus conversaciones. No te precipites a buscar la intimidad emocional, en donde compartes todo lo que te sucede, todo lo que sientes o piensas. Pon límites a lo que hablas, pero también a lo que escuchas.
- La ayuda financiera es uno de esos aspectos que corresponde a la relación matrimonial; en especial, si no se trata de aportes ocasionales o volátiles. Si se da en la relación de amistad o noviazgo, es posible que cause división, dolor y frustración a un mediano plazo.
- Cuando pasa el tiempo y la relación de amistad tiene líneas difusas en la interacción, en donde sientes que tu corazón quiere algo más formal y permanente, no dudes en preguntar a la otra persona si siente y piensa lo mismo que tú. Nunca hagas planes con una relación sin contar de manera concreta y clara con lo que la otra persona siente al respecto.
Para cerrar, recuerda que Dios nos dio nuestro corazón para ser guardado. Tenemos la responsabilidad de cuidarlo. No temas preguntar, no temas exponer lo que sientes, no temas poner límites. El amor es para valientes y da muchos frutos, pero asegúrate de estar en la misma página que aquella persona que te saca suspiros.