¡Dios es soberano! En la mayoría de los casos aparece como una frase hecha, sobre todo ante situaciones que no logramos entender o explicar, especialmente para quienes atraviesan una situación sensible de dolor, enfermedad, o incluso de muerte.

¿Pero entendemos la profundidad de semejante expresión? ¿Qué pensamos cuando decimos o escuchamos que Dios es soberano? ¿Lo que creemos es lo mismo que dice la Biblia del tema?

La Real Academia Española define soberano en su primera acepción como el “que ejerce o posee la autoridad suprema e independiente”. En el caso del Nuevo Testamento se utilizan tres términos para referirse a “soberano”: el primero de ellos como principal, en Apocalipsis 1:5 como el soberano principal sobre los reyes de la tierra y se le adjudica a Jesucristo. El segundo caso en Hechos 4:24 para hacer alusión al Padre y a su autoridad. El último en 1 Timoteo 6:15 también para denotar al Padre, pero en este texto se alude a su poder.

«la Biblia cuando habla de Dios como soberano, entre otros aspectos, resalta a Dios por sobre todo, como máxima autoridad y todopoderoso. Eso implica que sobre Dios no hay nada ni nadie, debajo de la soberanía de Dios se encuentra todo».

Nicolás Marcón

Sin embargo, eso no significa que Dios “hace lo que se le da la gana” y eso desmiente la creencia de que Dios nos hace sufrir, idea que vemos reflejada aún en dichos populares como “Dios aprieta pero no ahorca”; algo así como que Dios te hace sufrir, pero no tanto.

Ahora bien, que Dios sea soberano y tenga todo bajo su control no significa que las personas, y especialmente los cristianos, quedaremos exentos de pruebas, tormentas, tragedias, sufrimientos, y aun de la muerte, porque vivimos en un mundo caído por el pecado.

Al contrario, la verdad que atraviesa todas las Escrituras nos enseña que aún en situaciones difíciles, de las cuales podamos conocer sus causas o no; Dios lo sabe, y si lo sabe lo controla, de pronto no como quisiéramos nosotros, por eso el soberano es Él. Porque su soberanía se encuentra estrechamente relacionada con su omnisciencia (que él todo lo sabe).

Dejarlo todo a Dios

El problema de los seres humanos es que nos enfocamos en descubrir las “razones divinas” por las que suceden las cosas, desviamos la atención de lo que realmente importa: que Dios es soberano, lo conoce todo y por lo tanto nos cuida en su bondad y amor.

Es por esto que a Dios nada lo sorprende; ni el pecado original, ni las catástrofes, las enfermedades, nada, ni siquiera una pandemia; pero si la Biblia nos garantiza que aunque “andemos en valles de sombra y de muerte”, Dios estará ahí con nosotros.

De hecho, varios de los libros que encontramos en la Palabra de Dios se escribieron en los momentos más difíciles que atravesaban tanto Israel en el Antiguo Testamento como la Iglesia en el Nuevo. Basta pensar en libros como Ester, Daniel, Ezequiel o las cartas de Pedro, o aun el Apocalipsis.

En cada uno de ellos, sobre todo en el último libro de la Biblia, el propósito fundamental del escrito era animar a sostener la fe, a pesar de los embates más violentos y crueles que tuviese que sostener la Iglesia de fines del primer siglo.

Recordemos que los cristianos de aquella época vivieron la primera de tantas etapas de persecución a nivel imperial. Y pese a que muchos teólogos e intérpretes se esfuerzan por descubrir misterios, símbolos y fechas en el Apocalipsis, la verdad fundamental del libro es que Dios es soberano. Las veces que aparece la referencia a Dios sentado en el trono (Ap.1:4, 3:21, 4:2, 3, 5, 6, 9, 10, 5:1, 6, 7, 11, 13, 6:16, 7:9 entre otros) son más que suficientes para que los destinatarios originales, y nosotros hoy, depositemos nuestra confianza en dicho principio: pase lo que pase, Dios es soberano, Él continúa sentado en su trono ejerciendo poder y autoridad.

No nos corresponde a nosotros, simples mortales, cuestionar o encontrar explicaciones del actuar de Dios cuando no las hay, eso ya lo anticipó el apóstol Pablo: “¡Oh, profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos!” (Ro.11:33).

Solo nos resta confiar en su infinita bondad, gracia y misericordia; y descubrir, cuando sea posible, que existe un propósito mayor para cada uno de nosotros en una situación sensible de dolor, enfermedad, tragedia, o incluso de muerte.

Nicolás Marcón
Profesor en Ciencias de la Educación. Profesor en Institutos Bíblicos. Licenciado en Teología Ministro Ordenado de la Unión de las Asambleas de Dios. Pastor de Raíces Iglesia – Alte. Brown – Buenos Aires