La palabra “pensar” en su etimología está asociada con la palabra hilar. Algunos pensamientos, como hilos mentales, pueden enredarnos y traernos mucho malestar.
Pensamientos como: “es imposible”, “no puedo”, “nunca voy a lograrlo”, “no soy importante”, “nadie me entiende”, “soy un fracaso”, “están todos en mi contra”, con asidua frecuencia nos pone a tejer una trama dañina. ¿Te reconoces pensando así?
Esos fragmentos de nuestra vida mental, lejos de ser inofensivos afectan no solo nuestro interior, sino también mucho de nuestro alrededor.
El propósito de este artículo es resaltar la importancia de prestar atención a nuestro mundo interior, es decir, detectar cuáles son los pensamientos más frecuentes que tenemos. Si tuvieras que darle un color a tu vida mental, ¿Cuál usarías, de qué tono quedaría teñida?
¿Por qué darles tanta importancia a nuestros pensamientos?
Porque ellos no nacen y mueren en sí mismos, sino que son la génesis para las emociones y las conductas. Esto lo afirma un principio básico de psicología cognitiva: los pensamientos despiertan emociones y estas a su vez, activan conductas. Es decir, una conducta como abandonarme en la cama está sostenida por un sistema de creencias, y si yo quiero modificar este patrón voy a tener que profundizar en los pensamientos que están dando vida a esa conducta.
Déjame darte una imagen que dicen que explica mejor que las palabras, la vida mental es como un jardín y cada una de nosotras es responsable de su terreno, es decir, si algún fruto es amargo o ahoga cual planta trepadora la vida que estoy intentando cultivar, voy a tener que tomar una decisión radical: arrancarlo. Es decir, no basta solo con cortarlo porque al tiempo volverá a crecer.
Lo mismo sucede con las conductas, si quiero cambiarlas tendré que ir profundo a los sistemas de creencias que le dan vida. Con plantas puede ser fácil, pero en nuestra vida mental, ¿se pueden modificar estos sistemas que llevan años dentro de nosotros?
La buena noticia es que sí, y esto es una práctica que se llama reestructuración cognitiva. Nombre largo que básicamente afirma que, con trabajo de por medio, puedo modificar la arquitectura de mi cerebro.
Algunos tips para esta reforma integral provechosa
Es integral porque no solo impacta en nuestra mente. Como te conté, todo está conectado, entonces, modificando pensamientos, nuestras emociones y conductas también son afectadas.
Manos a la obra:
Resolver tiene una palabra adentro que es ver, entonces, lo primero siempre es observar qué estilo de pensamientos son los que nos invaden y qué estilo de estos nos gustaría cultivar.
Los pensamientos son como la levadura, es decir, leudan o crecen los que más amaso.
Practicar, entonces, aquellos que son optimistas, buscar las cosas favorables de las situaciones difíciles, irme a dormir y repasar lo bueno que pasó en el día, o motivos por los que estoy agradecida puede ser ese trabajo mental útil y continuo que con el tiempo hace la diferencia.
Observar y practicar es un buen comienzo, pero también es importante detectar algunos errores cognitivos que pueden traer mucho malestar. ¿Qué son los errores cognitivos? Son trampas mentales en las que solemos caer, hilos de pensamientos que nos atrapan y limitan nuestro accionar. Reconocerlos me puede ayudar a modificar y explorar otras rutas neuronales. Algunos de estos son:
*Pensamiento catastrófico: un llamado telefónico, una mirada, todo es interpretado como potencialmente peligroso. Si sueles caer en esta trampa, el temor y la ansiedad serán el plato principal para degustar.
*Etiquetación: cuando algo sale mal, en vez de relatar la situación desde la acción que siempre nos da más opciones para la modificación, lo narramos desde el ser. En lugar de expresar, por ejemplo: “Tuve un mal día, les grité a mis hijos”, aparece una sentencia: “Soy una mala madre”.
*Pensamientos blanco-negro: ver las cosas de dos formas, como perfectas o un desastre. Lo negativo de este enredo mental es que no admite procesos, solo ve el resultado final. El esfuerzo, el haber intentado nunca cuentan en esta trampa.
*Magnificación y minimización: en este tipo de error se agranda una problemática y se achican los propios recursos para afrontarla pudiendo generar angustia, estrés, etc.
Estas formas erróneas de interpretar la realidad son activadoras de emociones como la angustia, enojo y ansiedad que si bien son estados que todos transitamos no tienen que volverse de ninguna manera un patrón crónico de la experiencia emocional. Una cosa es tener enojo y otra muy diferente es vivir enojada.
Cronificadas, nos proponen una vida acotada: estrés viene de estrechez; angustia de angosto; enojo es una palabra que divido en dos, en-ojo, en qué pongo mi visión. Por lo general la persona que vive enojada tiene una focalización reducida, su atención se centra en las injusticias que ocurren.
La ciencia indica que nuestro cerebro está lleno de neuronas casi como el cielo de estrellas. Es decir, en nuestra mente hay amplitud de posibilidades, de pensamientos, de sueños, de creatividad, de ideas. Entonces, ¿por qué atarnos a una escasa vida mental? Vivamos vidas amplias y extendidas: recordemos que en ese kilo y medio de masa llamada cerebro cargamos las dimensiones del firmamento.
“Luego el Señor lo llevó afuera y le dijo: —Mira hacia el cielo y cuenta las estrellas, a ver si puedes. ¡Así de numerosa será tu descendencia!” (Génesis 15:5).
Como Abraham, podemos salir, mirar el cielo y recordar que así de amplia puede ser nuestra mente.