Hechos 17:10-15 NVI
10 Tan pronto como se hizo de noche, los hermanos enviaron a Pablo y a Silas a Berea, quienes al llegar se dirigieron a la sinagoga de los judíos. 11 Estos eran de sentimientos más nobles que los de Tesalónica, de modo que recibieron el mensaje con toda avidez y todos los días examinaban las Escrituras para ver si era verdad lo que se les anunciaba. 12 Muchos de los judíos creyeron, y también un buen número de griegos, incluso mujeres distinguidas y no pocos hombres. 13 Cuando los judíos de Tesalónica se enteraron de que también en Berea estaba Pablo predicando la palabra de Dios, fueron allá para agitar y alborotar a las multitudes. 14 En seguida los hermanos enviaron a Pablo hasta la costa, pero Silas y Timoteo se quedaron en Berea. 15 Los que acompañaban a Pablo lo llevaron hasta Atenas. Luego regresaron con instrucciones de que Silas y Timoteo se reunieran con él tan pronto como les fuera posible.
La cita bíblica nos introduce a Berea, una ciudad no tan muy grande como en los días de Pablo. Estaba situada a unos 70 km al oeste de Tesalónica, muy cerca de la carretera Egnacia. Lucas, en este pasaje, menciona que solo el apóstol y Silas salieron de Tesalónica, de modo que Timoteo se quedó allí, si bien puede habérseles unido más tarde, porque se lo menciona con ellos en el v. 14. La razón por la que Pablo decidió ir a Berea es que allí había una comunidad judía, que contaba con una sinagoga.
Que hubiera una comunidad, para el apóstol era misiológicamente más importante que si la ciudad era grande, rica o prestigiosa. Por eso, él y Silas fueron a la sinagoga apenas llegaron, después de un viaje que les llevó toda una noche. No tenían tiempo que perder, y tanto más si pensaban que los agitadores judíos de Tesalónica los podían haber seguido. Este sentido de urgencia de ambos nos llama la atención hoy porque somos muy dados a dilatar las iniciativas misioneras y de testimonio cristiano.
Pablo no se equivocó en su percepción de Berea como un terreno fértil para el Evangelio. De hecho, los judíos bereanos estuvieron muy abiertos para escucharlo y testear su teología a la luz del Antiguo Testamento.
Ellos eran “de sentimientos más nobles” La expresión, en términos bíblicos, significa que eran ricos, educados, gente de clase alta.
No obstante, el uso del término aquí puede ser metafórico, y simplemente indicar a personas dispuestas a oír nuevas ideas y evaluarlas.
Pablo predicaba citando el Antiguo Testamento y mostrando de qué manera se aplicaba a Jesús. Los bereanos se entusiasmaron con el Evangelio, y no se conformaron con nada que fuese menos que la “verdad” a la luz de las Escrituras. Indudablemente, el clima espiritual en esta ciudad era mucho más favorable que el de Tesalónica. Las fuerzas de oscuridad, que enceguecen la mente de las personas para que no crean, no parecen haber mostrado su poder aquí.
De todos modos, algunos no creyeron, pero otros (“muchos de los judíos”) sí creyeron, incluso “un buen número” de gentiles temerosos de Dios y mujeres. Es de destacar que, entre los convertidos, había “mujeres distinguidas y no pocos hombres” (v. 12). El éxito atrajo la oposición de los alborotadores judíos, religiosos sinceros como Pablo mismo antes de convertirse, pero equivocados en sus métodos y espíritu.
En razón de la agitación y alboroto que provocaron en las multitudes en esta pequeña ciudad, los hermanos consideraron prudente que Pablo saliese de ella y lo encaminaron a Atenas, quedándose allí Silas y Timoteo. No fue la primera vez que “los hermanos” salvaron a Pablo de males mayores (v. 10).
Es así como se constituyó la iglesia cristiana de Berea. La congregación tomó forma como una verdadera comunidad de la Palabra, ya que fue en torno a su lectura, estudio y aplicación que se fueron configurando como comunidad de personas seguidoras de Jesucristo. Una de las características descollantes y más recordadas de los bereanos es que “recibieron el mensaje con toda avidez y todos los días examinaban las Escrituras para ver si era verdad lo que se les anunciaba” (v. 11). Dos cosas se destacan aquí:
Por un lado, la recepción del mensaje. Por ser personas de “sentimientos más nobles” que los de Tesalónica, que rechazaron a los apóstoles, los bereanos escucharon el Evangelio con una actitud más abierta y positiva, lo cual los llevó a aceptar con fe las buenas noticias tocantes a Jesucristo. Ellos recibieron esta palabra no de manera acrítica o ingenua, lo cual hubiera sido expresión de otros “sentimientos” que los “nobles” que les reconoce Lucas.
Su actitud fue de una fe auténtica y madura, que seguramente se había alimentado por algún tiempo antes de la Palabra de Dios.
Esta es la única manera de recibir el mensaje del Evangelio. Lo ocurrido en Berea es lo mismo que ocurre hoy toda vez que se lo “explica y demuestra” basándose en las Escrituras, es decir, se da el proceso por el cual se ve el envío de los predicadores, la predicación del mensaje, la recepción del Evangelio y la fe en Cristo.
Por otro lado, la profundización del mensaje. Los bereanos no se limitaron a recibir la palabra predicada, sino que procuraron profundizar su comprensión del mensaje continuando con un examen a fondo de las Escrituras. En otras palabras, profundizaron el proceso iniciado por Pablo al fundamentar en ellas sus afirmaciones sobre el Evangelio. “Examinaban las Escrituras” en busca de pruebas (el verbo tiene un sentido forense, especialmente con respecto al interrogatorio y examen preliminar de un prisionero por parte de un juez).
Los bereanos querían saber, a ciencia cierta, que lo que Pablo y Silas les decían en cuanto a Jesús, realmente era lo que decía el Antiguo Testamento. El tono de la expresión aquí sugiere que, en su investigación del Antiguo Testamento, lo que realmente deseaban estas personas era profundizar las cuestiones que el apóstol les estaba planteando con su enseñanza.
No lo hacían para refutarlo ni para involucrarse en una polémica con él. Probablemente Pablo les llamó la atención a pasajes a los que nunca antes ellos habían tomado en consideración. Incluso los rabinos de Berea se mostraron tan interesados por aprender de los misioneros su nueva comprensión de las Escrituras como los demás miembros de la sinagoga local. Este deseo humilde por oír lo que Dios estaba queriendo comunicar sigue siendo necesario e imprescindible en las comunidades cristianas hoy.
Muchas veces cometemos el error de dar por sabido o entendido todo, y lo único que logramos es manifestar un alto grado de ignorancia y necedad.
Además, debemos persistir en esta profundización de las Escrituras. Los bereanos se dedicaron a ello “todos los días”, ¡y eso que la mayoría carecía de una copia del Antiguo Testamento en la versión de los Setenta, es decir, la versión en griego! Hoy, cada uno de nosotros tenemos acceso no a una sino a varias versiones, y con todo tipo de ayudas y recursos para la interpretación, pero estamos lejos del celo de aquellos hombres y mujeres, que fundaron su fe en Cristo sobre un sólido fundamento bíblico.
¿Qué aprendemos de la iglesia cristiana de Berea, como comunidad de la Palabra?
Que la Biblia debe:
- Estar presente antes, durante y después de la plantación de una comunidad de fe. Fundamento: ¿arena o roca firme?;
- Ser leída, analizada, estudiada, interpretada y aplicada por la comunidad de fe en su conjunto;
- Ser predicada y enseñada por la comunidad como un todo y por cada miembro de ella de manera mutua;
- Ser aprendida de memoria como recurso accesible para ser usada por cada creyente y la comunidad como un todo en cualquier circunstancia;
- Ser la base del ministerio profético de la iglesia;
- Ser fuente de sabiduría para las decisiones que toma la iglesia y de guía para que sepa el camino que debe andar;
- Ser el alimento que nutra a la iglesia y la ayude a crecer a la estatura de la plenitud de Cristo.