No solo hay amor y provisión para nosotros, también hay muchos hermanos. ¿Nos estaremos resistiendo a madurar en nuestra visión de Dios como Papá?

Es natural que nuestra primera imaginación de Dios como Papá sea solo mía con Él. Es lo típico del pensamiento de un niño… Nos abrazamos, Él nos limpia, nos besa. Ese vínculo es real y sano. Debemos procurarlo.

Pero la madurez del hijo viene cuando aprende a amar a su papá como el papá también de sus hermanos. En la casa de mi Padre… muchos hermanos hay. ¿Estamos dispuestos a compartir nuestra revelación de Él?

Si nos produce reticencia imaginar una casa con muchos hermanos, alrededor de una larga mesa de banquete, es bueno que revisemos entonces ciertos puntos, para alcanzar un mayorconocimiento de Dios como Papá.

Punto 1: IDENTIDAD

¿Hemos oído cómo Dios nos llama?

Hay un nombre nuestro que solo Dios conoce. Cuando nos es revelado nuestro llamamiento, cuando Él entrega en nuestra mano esa piedrecita que tiene escrito quiénes somos en Él, nuestra identidad deja de estar como cimentada en arena, se solidifica. Comenzamos a ser, otra vez, quienes éramos antes de venir al mundo.

Conocer nuestro llamamiento es un primer signo de madurez, y te felicito si ya lo has escuchado. Una identidad así va a ser difícil de derribar por las tormentas pasajeras o por los gustos de este mundo.

¿Y si todavía no lo has oído? Tené paz… pero también insistí.

Buscá oír esa palabra. Sabé que hay un planeta y un sistema que está complotado para que no escuches esto. Buscalo no solo en intimidad, sino metiéndote en servicio, escudriñando cuáles son esos dones que Dios puso en vos por medio de la EXPERIENCIA de servir a otros.

Siempre que haya la oportunidad de limpiar, de ayudar, de cuidar, poné el primer pie en la fila, vas a ver cómo en la medida en que te dispones a dar, se vuelven visibles los tesoros que escondías dentro.

Vas a ver cómo solito sale a luz lo que te sale bien, lo que no tanto, y eso que te apasiona (PRO TIP: seguro que aquello que te gusta tiene mucho que ver con lo que Dios dice de vos, porque escribió esos gustos santos y buenos en tu corazón hace muuuucho).

Punto 2: QUÉ HACER CON LA MADUREZ

Ahora, escuchamos eso, ¿y qué?

Pueden pasar dos cosas con alguien que ha madurado. Igual que con un fruto: podemos admirarlo o arrancarlo para darlo de comer a otros.

Uy. Es tosco ponerlo en esas palabras, pero sí… 

Si maduraste, te va a tentar el comenzar a ostentar ese fruto, porque te tomó trabajo llegar hasta allí, porque amás lo que Dios dice de vos, porque te deslumbraste. Te animo a que escapes rápido de este engaño.

Observemos el ejemplo que recibimos de Jesús: Él no consideró eso como una cosa a qué aferrarse. ¡JESÚS! El hermano mayor, el más maduro, el unigénito, escogió entregarse para ser primogénito, ¡cuanto más nosotros! 

Ahí tenemos un ejemplo de hermano, es el que se da a sí mismo. Da de comer a otros en secreto, no ostentes. 

En silencio, comenzá a acompañar a aquellos que todavía están conociéndose a sí mismos, los que luchan para saber lo que Dios dice de ellos. Preguntales cómo están, juntate a orar con ellos, volvete un hermano mayor. Cristo es nuestro ejemplo en esto.

Acompaná a aquellos que están conociéndose

Punto 3: PROCURAR

Llegar a conocer la verdadera casa del Padre

A esto quiero llegar: esta visión nos está regalando Dios cada día que nos reunimos a orar con los jóvenes de mi casa, y sé que Él desea que todo grupo de jóvenes y amigos lo alcance también.

Por mucho tiempo tal vez nuestro hábito fue que uno solo de los hermanos entrara a la cocina y sirviera el mismo plato a lo largo de toda la mesa. Hoy, la mesa del banquete es larga, y cada uno de nosotros la sirve.

Te invito a que alcancemos juntos una hermandad más madura. TODOS tenemos un fruto para dar. Sobre todo si sabés cuál es tu llamado, la revelación de Cristo Jesús que recibas va a ser complementaria a la de tu hermano.

cuando sabemos cuál es nuestra porción, no hay celos, envidias, ni contienda. No vas a compararte con el otro.

En esa mesa compartimos con generosidad lo que Cristo nos dio y reconocemos también que necesitamos de lo que entregó a nuestros hermanos.

Te invito a que comiences a procurar esto con tus amigos: que todas las reuniones se vuelvan oportunidad de hacer memoria de Cristo Jesús, de compartir la porción que cada uno estuvo recibiendo de Él en intimidad, y convidarse unos a otros, con variedad de sabores, con amor y respeto, sin glotonería, sin celos ni afán.

En la casa de mi Padre, muchos hermanos hay.

Que nos sea revelada la hermandad es un paso más profundo en el conocimiento de quién es Dios como Padre, y Jesús como primogénito entre muchos hermanos.

GRACIAS por esta gran familia, Papá. 

Cande Copello
Anhelo restaurar la inocencia de los humanos, para que puedan ver y oír el cielo, por eso estudié Producción Audiovisual, soy graduada de la UNC. Tengo 24 años, dibujo historietas, grito, canto, grabo videos, sudo, lloro, escribo guiones, salto, con tal de redirigir los ojos y oídos hacia Jesús.