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La vida que estamos llamados a vivir como familias

Los profetas que profetizaron de la gracia destinada a vosotros, inquirieron y diligentemente indagaron acerca de esta salvación, escudriñando qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual anunciaba de antemano los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos. A estos se les reveló que no para sí mismos, sino para nosotros, administraban las cosas que ahora os son anunciadas por los que os han predicado el evangelio por el Espíritu Santo enviado del cielo; cosas en las cuales anhelan mirar los ángeles”.

1 Pedro 1:9-12, RVR60

Como familias, debemos entender la trascendencia de que a los profetas se les revelara cosas que no eran para ellos sino para nosotros. Y, además, que los ángeles anhelen mirar lo que vivimos en Cristo. ¿Vemos la dimensión?

Desde Adán hasta la cruz, el propósito de Dios de darse a conocer fue escondido en tipos y sombras. Cristo fue anunciado de diversas maneras. Luego, fue encarnado y habitó entre nosotros. Desde la cruz, todo eso se transformó en la sustancia, en la realidad de lo anunciado. En las tinieblas, el hombre cayó de su propósito, falló en ser la sombra de la sustancia y escogió vivir para sí mismo. Posteriormente, llenó la sombra de maldad, y no solo eso: la humanidad cedió a Satanás el derecho de gobernar sobre la Tierra, derecho que Dios le había dado a Adán, a fin de llenar la Tierra con la sombra de Cristo. Muy rápidamente, Satanás obtuvo su reino de tinieblas y el derecho a reinar y gobernar en ellas.

Entendemos así por las Escrituras que pecado es cualquier cosa que se queda corta de la expresión de Dios. Todo fue creado para expresar a Cristo.

Cuando empezamos a ver y a entender que el verdadero Evangelio es una vida, que es Cristo mismo, llegamos a comprender que el problema es peor de lo que pensábamos. No solo cometemos pecados; nos hemos convertido en algo que por naturaleza se quedó corto de la gloria de Dios.

En Adán, escogimos ser y vivir de una manera que no se asemeja en absoluto a lo que Dios tuvo como propósito para nosotros desde el principio: que todo refleje la imagen de su Hijo, ya que por medio de Él y para Él fueron creadas todas las cosas, como Pablo les recuerda a los colosenses.

Debemos recordar que había dos árboles importantes en el jardín: el árbol del conocimiento del bien y del mal, y el árbol de la vida. A menudo, cuando los cristianos pensamos en estos dos árboles, solo vemos aquí una prueba de obediencia de parte de Dios, pero debemos entender que hubo mucho más que eso. En estos dos árboles, Dios le presentó a la humanidad una elección increíblemente importante. Adán tenía que escoger entre la vida de Dios ofrecida al hombre, o la mentira, el engaño y la muerte.

Es sumamente importante que como familias entendamos esta mentira, porque ella llegó a ser el fundamento y el origen de todo pensamiento humano. Debemos entender lo que ocurrió tras esta elección del primer matrimonio.

En el principio, y previo a la desobediencia, todo en la creación natural expresaba perfectamente el plan eterno de Dios en Cristo. Todo lo que Dios hizo le daba expresión física a su mundo invisible. El ámbito natural era una sombra de la realidad espiritual. Y así fue, hasta que Adán y Eva eligieron escuchar a quien no debían; creyeron la mentira y escogieron comer del árbol equivocado. Y cuando lo hicieron, repentinamente algo en la sombra dejó de concordar, algo se desalineó de la sustancia.

Eso fue lo que ocurrió en la desobediencia. El primer matrimonio se salió de la armonía de la mente y el propósito de Dios.

Cuando Dios creó la sombra, esta era buena; pero cuando la humanidad cayó, se salió del acuerdo con la perspectiva de Dios, del propósito. Cuando Adán desobedeció, se familiarizó con el mal. Habiendo conocido desde el comienzo solo lo bueno, se tornó consciente de lo maligno; ahora tenía el conocimiento del bien y del mal, de manera independiente de Dios.

Había algo de verdad entremezclada en la mentira de Satanás. En un sentido, el hombre “llegó a ser como Dios; conociendo el bien y el mal”; pero también hubo un terrible engaño. El problema de poseer el conocimiento del bien y del mal era que ellos, para obtenerlo, tuvieron que convertirse en el mal que estaba en oposición al bien. Dios entendía este contraste, pero, a diferencia de Él, Adán tuvo que cruzar la división y tornarse en el mal para entender el contraste. Tuvo que salirse del plan, propósito e imagen de Dios, y entrar en su propia independencia para descubrir el mundo de Satanás, el mundo del yo y de la rebelión. Y eso fue lo que hicieron. Por tal razón fueron expulsados del Edén. Y después de la terrible caída, Dios resguardó el camino al árbol de la vida, como leemos al final de Génesis 3.

Debemos entender que el hombre cayó de la gloria y propósito de Dios, y la humanidad entera cayó con él, pues Adán es padre de todos nosotros. Tal vez no hayamos escogido el árbol prohibido, pero somos fruto de Adán, quien comenzó a tener hijos según su propia imagen. Por lo tanto, como parte de esa naturaleza, de ese género, hemos quedado cortos de la gloria de Dios. Es decir, somos pecadores al igual que Adán.

Incluso si nosotros nunca hubiéramos pecado (lo cual es imposible), seguiríamos siendo pecadores por naturaleza. Esta, sencillamente, es la naturaleza en la que hemos nacido. Es así como tenemos una creación llena de pecado, que es expresión de la naturaleza caída, de la gloria de Adán y no, de la gloria de Dios. La Tierra se tornó expresión de esa condición, y todavía es la expresión de la creación caída, donde el hombre vive, gobierna y elige ser independiente de Dios.

Vemos así entonces que, en el Edén, inmediatamente después de la caída, Adán comenzó a verse de una manera enteramente diferente. Se volvió consciente de su desnudez, la cual, a la luz de los hechos, entendemos fácilmente que no se refiere a la desnudez física.

Se volvió totalmente autoconsciente y motivado por la autoconservación: se vio a sí mismo. Se vio a sí mismo desnudo y se escondió de Dios. Sintió la ausencia divina, se percibió aislado, independiente y avergonzado. Algo muy importante había sucedido en lo profundo del corazón y consciencia de Adán, algo había cambiado permanentemente. Lo único que deseaba hacer era cubrirse con algo por su cuenta. Esto es muy importante, y es parte de nuestra naturaleza; cubrirse es la perspectiva que motiva al hombre natural.

  • Cada acto de la humanidad tiene exactamente la misma motivación: esconderse, cubrirse con algo que no es Cristo.
David Firman

Si no entendemos la realidad del problema, si el diagnóstico está equivocado, todo lo demás que hagamos para solucionarlo estará equivocado y nunca volveremos nuestros corazones al Señor para hallar la grandeza de su solución. Seguiremos tratando de cubrirnos con algo que no es Cristo. Y eso fue precisamente lo que el primer matrimonio hizo en el Edén: se cubrieron con algo mucho menor que el propósito y la gloria de Dios, se taparon con hojas de higuera.

La religión es el intento del hombre de cubrir su propia caída, vergüenza y egoísmo con cosas que no son la vida de Cristo. En este sentido, todas las religiones son iguales; tienen diferentes reglas, lugares de culto, ceremonias y “profetas”, pero son iguales. Intentan abordar nuestra propia desnudez y culpabilidad. Es una cubierta falsa que nos hace sentir mejor con respecto a nosotros mismos, pero no nos enfrenta al problema.

Es muy importante que como familia entendamos bien esto, porque si el cristianismo no es una experiencia genuina de la vida de Cristo siendo formada y creciendo en nosotros, no es diferente a ninguna religión. Desafortunadamente, hay muchas versiones de la religión cristiana que tratan de cubrirnos con nuestras propias obras, con muchas oraciones, con autodisciplina, entre otras cosas. Pero, en el fondo, seguimos siendo el mismo hombre adámico que se autoconsume. Es exactamente lo que Jesús estaba tratando de exponer entre los fariseos, al confrontarlos y llamarlos “sepulcros blanqueados”.

Limpiaban el exterior del vaso, pero el interior estaba inmundo. Lavaban sus manos, pero sus corazones eran oscuros y fríos. Jesús estaba tratando de mostrarles que su religión era una cubierta falsa.

Como familias, estamos llamados a vivir una vida que es eterna, una vida verdadera, una vida que da evidencias que nos son fingidas, y esa vida es Cristo en nosotros.

David Firman
David Firman
Psicólogo egresado de la Universidad Nacional de Rosario, Argentina. Profesor de Enseñanza Media y Superior en Psicología, egresado de la Universidad Nacional de Rosario. Terapeuta Familiar. Bachiller en Teología, egresado en el año 2001 del IETL de Rosario. Pastor en CTHTN Rosario y zona. Escritor y Conferencista.

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