Septiembre, como dijimos en la nota anterior, es el mes de muchos acontecimientos. Primeramente, es considerado el mes de la Biblia.
Además, para los que vivimos en el hemisferio Sur, es el inicio de la primavera, y con ella, la celebración del Día del Estudiante. Como si fuera poco, en el caso argentino, también en este mes se produce la celebración del Día del Maestro, en honor a Domingo Faustino Sarmiento, y del Profesor, en honor a José Manuel Estrada.
Entre todas las virtudes que tuvo Jesucristo cuando caminó por la tierra, también fue llamado “Maestro” o, la traducción más certera, puede haber sido “Rabí”, como aquel especializado en la interpretación de la ley judía. Este término, que delata cercanía y confianza, sobre todo entre Jesús y sus discípulos, revela que, pese a su joven edad, Jesús inspiraba respeto por la profundidad de sus enseñanzas, además de que era una persona con educación en la ley.
Pues es así que es la Vid Verdadera, el Camino, la Verdad, la Vida, pero ahora conozcamos la faceta del Jesús Maestro.
De niño, maestro
En la celebración de la Pascua, cuando Jesús tenía 12 años, se perdió de la presencia de sus padres y estuvo tres días perdido. Cuando lo encontraron, como lo relata el Evangelio de Lucas, el capítulo 2, se encontraba con los doctores de la ley en Templo, los cuales estaban maravillados de su enseñanza. Era evidente el poder sobrenatural de Jesús, como el Hijo de Dios, para hacer milagros, para hacer curaciones, echar demonios, pero también, para explicar de manera clara y concisa. Sin embargo, a la par de ese destino o ese poder, como se le quiera llamar, tuvo como complemento el estudio y el esfuerzo intelectual de parte de Jesús.
Los niños judíos eran (y son) educados
En el fragmento “La Escolaridad de Jesucristo” del libro Vida y obra del Señor Jesucristo, se comenta que, durante toda la historia, el pueblo judío era reconocido por ser uno de los más educados del planeta. Todos, hombres y mujeres, desde niños, debían aprender a leer y escribir. La base de la educación judía era la ley, en sus diferentes niveles o interpretaciones. Esta característica es común a todas las ramas de la religión judía. Algunos complementan esta educación con otras materias seculares, como biología, matemática, literatura, etc. Las ramas más ortodoxas solamente se vuelcan al estudio de la ley judía y sus principales autores.
Los niveles de la educación judía, según nombra este fragmento, son:
- De los cinco años hasta los diez: estudio de la Torá, las escrituras de la Ley.
- De los 10 a los 13, la Misná (la Torá oral). Al cumplir esta edad, se realizaba la ceremonia del Bar-Mitzvá, donde el adolescente, varón, ya era considerado un hombre hecho y derecho de la comunidad, debido a que conocía la ley. Por lo tanto, tenía poder de participación.
- A los 15, el Talmud, otro libro sagrado.
- A los 18, el libro del matrimonio.
- A los 20, la búsqueda de la existencia y de la vida.
- A los 30, el clímax del vigor del hombre.
Como se puede ver, estos niveles de estudio culminaban a los 30 años. Es decir que, a esa edad, se consideraba a un hombre experto en la ley judía, por lo tanto, era un hombre maduro y sabio. No es casualidad que Jesús empezara su ministerio en esa edad. Sin embargo, la mayoría de los varones sólo estudiaban hasta los 13 años, hasta la ceremonia del Bar-Mitzvá.
No hay evidencia, o por lo menos no pude encontrar información certera sobre cuanto estudió Jesús. No obstante, es evidente que estudió un prolongado tiempo para convertirse en Rabí, es decir, en experto o doctor de la ley. Es gracias a este esfuerzo, que, por ejemplo, pudo resistir a la tentación cuando estuvo en el desierto, y salir victorioso, como lo muestra el capítulo 4 de Mateo.
El honor de ser rabí
Los doctores de la ley, o los fariseos son unos de los personajes más atacados por Jesús durante su ministerio. El mismo trataba a los que podríamos llamar “sus colegas” como personas hipócritas, llenas de conocimiento, pero con poca misericordia. Pero, el doctor de la ley era una persona muy querida en la comunidad. Y lo sigue siendo. El llamado rabí es un título cercano, cariñoso entre los discípulos y su maestro o rabí.
Aquí hay que hacer una aclaración: los discípulos elegían a su maestro, no al revés. Según lo reflejan las escrituras, probablemente los otros doctores sentían envidia de la autoridad con la que él enseñaba, la cantidad de seguidores que Jesús tenía y la claridad con la que explicaba, como son las muchas parábolas que quedaron escritas en los evangelios.
En esta breve explicación podemos ver cómo Jesús, a pesar de ser el Hijo de Dios, tuvo que poner su esfuerzo intelectual para aprender las escrituras sagradas. Además de esto, siempre tuvo empatía para explicar y enseñar. Tanto así que se ganó el título de Rabí, como un título cariñoso, a pesar de la mala fama de los fariseos de la época. Cuando Judas entregó a Jesús, le dio un beso y le dijo “Salve Rabí” (Mt. 26: 49). Aquí vemos la importante reputación que tuvo.