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Hijo amado, padre complacido

Mis papás llevan 46 años viviendo en la misma casa, y cuando tengo la oportunidad de ir a visitarlos, regreso a los olores, texturas y accesorios de toda mi infancia, niñez y adolescencia. Hace unos días, tuve la oportunidad de ir a visitarlos, y una noche me encontraba al otro lado de la mesa después de la cena, cuando mi papá cruzó sus brazos, se relajó en la silla de madera y me vio detenidamente. Me di cuenta de que quería decirme algo cuando comenzó a contar sobre diferentes experiencias de su vida, anécdotas de su matrimonio y la aventura más grande que ha tenido hasta la fecha: ser padre.

Después de un tiempo de conversar, escuchar y recordar, me contó que hacía poco había preguntado a mi mamá cómo podría mejorar su matrimonio. Después de 53 años de compartir la vida, él intencionalmente buscó mejorar su relación y conocer más a mi mamá. Mi mamá, sabiamente, respondió que la mejor forma en que la podría conocer y amar era amando más a Dios y obedeciendo su Palabra. Mi papá fijaba su vista en un punto en la pared detrás de mí, perdido en sus pensamientos, cuando surgió una pequeña sonrisa y continuó: “y eso es exactamente lo que busco hacer con mi vida”.

Ahora que soy padre de tres bellas niñas, constantemente pienso en lo que mi papá hacía, lo que nos decía y cómo nos enseñaba de una forma tan natural y sincera. Pero lo que más me impacta de él en este tiempo es la paz y tranquilidad que tiene al saber que las relaciones más importantes de sus vidas no dependen de su desempeño sino de su propia santificación y caminar con el Señor.

En diferentes etapas de mi vida, he hecho la tarea de contar las ofensas, faltas y carencias de mi infancia, buscando justificar sentimientos y pecados en mi propia vida con un inventario de las formas en que a mí me fallaron. Recuerdo cuando sentía resentimiento hacia mi papá por lo que nos faltó, por su indiferencia en ciertos momentos cuando lo necesitaba y por no ser un padre perfecto. Pero ahora, después de un proceso largo de entender, perdonar, bendecir y abrazar a mi papá con todas sus deficiencias, aprendo muchísimo de él.

Esa noche, cuando mi papá me contaba sobre su vida y el aprendizaje que había tenido, me dijo: “Y sé que te lo he dicho innumerables veces, pero estoy tan orgulloso de ti y no te podría amar más de lo que te amo”. Y él tenía toda la razón. Mi papá me ha dicho muchísimas veces cuánto me aprecia y la satisfacción que siente siendo mi padre. Este sentimiento me recuerda que todo hijo está divinamente diseñado para oír esas palabras.

Cuando Jesús fue bautizado en el río Jordán (Marcos 1:11), la voz de Dios Padre rompió el silencio declarando que Dios estaba complacido con su Hijo: una declaración explícita de aprobación y afirmación. Aunque hayas tenido un padre como el mío que te afirmó en amor, o si acaso tuviste un padre distante e indiferente, sigues necesitando una aprobación mayor que únicamente viene por medio del Evangelio de Jesucristo. Jesús es el camino para llegar a la aceptación y aprobación plena de nuestro Padre celestial, y aunque nuestros padres terrenales se conocen más por su ausencia, sigues necesitando lo que únicamente un Padre te puede dar.

Para los padres que son celebrados y honrados en este día, recordemos que llevamos una responsabilidad muy grande. La tentación de distraernos en el trabajo, nuestras metas, los deportes o nuestro celular no cesará, pero podemos decidir ser padres presentes y empáticos para nuestros hijos. Como dijo mi mamá en aquella ocasión, lo mejor que podemos dar a nuestras esposas e hijos es un amor creciente hacia Dios y fidelidad a su Palabra. La sabiduría aquí es que es imposible crecer en el amor hacia Dios sin amar a las personas más cercanas en tu vida.

Como padres, debemos tomar este día como un recordatorio de que Dios nos ha dado una responsabilidad gigantesca de amar y formar a nuestros hijos, pero también ser una representación terrenal de quién es Él. La forma en que tus hijos te vean como padre indiscutiblemente formará su teología y la relación que tienen con Dios.

Espero que te den regalos y que te honren, pero, sobre todo, que puedas ser animado a seguir dando lo que ellos más necesitan de ti. Hay millones de personas que pueden hacer lo que tú haces en el trabajo, en la iglesia o en la comunidad, pero solo una persona puede ser padre de tus hijos. No olvides el rol tan importante que Dios te ha dado, y que Él equipa a sus hijos para cumplir con sus responsabilidades. 

Lo que más me impactó de la conversación que tuve esa noche con mi papá fue que su amor hacia mi me llevó a sentir más tangible el amor que Dios tiene para con mi vida. Antes de ser padres, somos hijos, y recibimos de nuestro Padre celestial el amor y aprobación que necesitamos para representarlo bien y amar a los que Él nos ha encomendado.

Este día del Padre, recordemos que podemos ser padres fieles porque tenemos un Padre fiel. Somos capaces de ser padres amorosos porque tenemos un Padre que es amor. Podemos celebrar a los padres de nuestras vidas y ser celebrados porque, antes de ser padres, somos hijos de un Padre eterno, plenamente complacido con nosotros por medio de Jesús.

David McCormick
David McCormickhttps://ach.gt/
Es el director ejecutivo de la Alianza Cristiana para los Huérfanos y padre de cuatro hijos. Es psicólogo y se ha especializado en el apego, estilos de crianza, trauma y liderazgo parental. David ha dedicado su vida a la niñez y adolescencia en estado de vulnerabilidad, trabajando para que cada uno de ellos pueda contar con una familia permanente y amorosa.

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