A raíz de la controvertida serie llamada “El Reino” recientemente estrenada por la plataforma de streaming Netflix, me surge la siguiente inquietud: ¿estamos enfocándonos en lo importante?
Dejame que te aclare un poco mis conceptos en cuanto a lo que quiero presentarte en esta nota. La serie muestra una familia pastoral con varias aristas bastante desagradables como la corrupción, la manipulación y también como eje central encontramos el tema de la pedofilia y abuso sexual infantil.
No pretendo hablar de la serie en cuestión (aunque tengo una mirada personal acerca de lo que se quiso imponer de manera solapada bajo el término de “ficción”) sino quiero ir a lo realmente importante: el abuso sexual infantil. Justamente porque pareciera que cuanto menos hablemos de eso, cuanto más nos desenfoquemos del tema, más tranquilos estaremos, pero déjame decirte que el ASI (abuso sexual infantil) es un tema tan delicado, complejo y NECESARIO (si, con mayúsculas) de abordar en nuestras comunidades de fe.
Las congregaciones locales en Argentina reciben a diario personas que han pasado (o están pasando) por el flagelo del ASI y lejos de “ocultar” la problemática muchas veces “pecamos” de no tener las herramientas necesarias, no tener la capacitación acorde para acompañar y trabajar tan delicada y compleja realidad.
Una de las frases que más usamos en cuanto a capacitarnos en esta problemática es: las buenas intenciones no son suficientes. Y es que con solo el deseo de hacer el bien no logramos ser un cuerpo saludable de acompañamiento o de prevención en la temática. Por eso, no perdamos más el tiempo hablando acerca de la serie y de los motivos ocultos (o no ocultos) de por qué se realizó; aprovechemos que está en el top ten de las series más vistas y hablemos de lo importante, como siempre nos caracterizó como iglesia, vayamos al barro donde esta la necesidad: hablemos de abuso sexual infantil.
Dejame empezar diciéndote qué es abuso sexual: según la Real Academia Española es el delito que consiste en la realización de actos atentatorios contra la libertad sexual de una persona.
A veces el abuso puede ser con contacto físico y otras veces puede ser sin contacto físico. ¿Cómo es esto posible? Si entendemos que abuso es la realización de actos atentatorios contra la libertad sexual de una persona, podemos entender también que hay un desarrollo en la madurez emocional, física y también sexual de las personas, por lo cual podríamos estar frente a un abuso sin contacto físico cuando un niño es expuesto a contenido sexual visual (por ejemplo, pornografía) porque un niño no está preparado, no tiene la madurez para procesar este tipo de contenidos.
En otras palabras, esta interacción puede significar en la vida de un niño un acto de abuso con secuelas a mediano, corto y largo plazo. Independientemente de como haya sido el abuso (si hubo o no contacto) nunca debemos caer en la trampa de minimizar el flagelo. Citando a E. Echeburúa y P. de Corral: “El abuso sexual en la infancia es un fenómeno invisible porque se supone que la infancia es feliz, que la familia es protectora y que el sexo no existe en esa fase de la vida”.
Hay tantas “buenas intenciones” pero poca información y elaboración de la problemática que caemos en creer en las falsas afirmaciones populares que rodean la temática. Por ejemplo, el creer que el abuso es algo infrecuente o pensar que si el abuso ocurriera en un ámbito cercano a nosotros nos daríamos cuenta.
Es necesario que podamos ver este flagelo como lo que es, algo grave, algo que no debe ser ni tapado ni mucho menos “no hablado” en nuestras congregaciones. Debemos capacitar a nuestras comunidades en la temática, dar herramientas de prevención (soy una convencida de que la mejor manera de ir contra el abuso sexual infantil es dando herramientas de prevención a las familias, en especial a los niños, ya que llegado el momento es el niño quien debe enfrentarse a su posible abusador), enseñar acerca de sexualidad de manera saludable, correcta, informada y por sobre todas las cosas de manera no ideologizada sino con base biológica.
No dejemos para más adelante estos temas, armemos agendas eclesiales donde el tema abuso sexual infantil sea prioritario.
Volviendo a la serie “El Reino”, no somos eso que quieren mostrar, ya lo sabemos. Somos mucho más que eso, somos parte de un REINO con mayúscula donde el amor a Dios es nuestro motor para amar al prójimo y para poder, de manera asertiva, saludable y amorosa, llegar a esos corazones lastimados por abusos.
Si estás leyendo esto y pasaste por el trauma del abuso, dejame decirte que no estás sola, no estás solo; queremos acompañarte y hay esperanza para tu vida. Lo veo a diario, veo personas que vivieron abusos y hoy se permiten volver a soñar, volver a creer, porque Jesús no solamente sana, sino que sigue haciendo nuevas todas las cosas (Apocalipsis 21:5).