La generosidad es la cualidad de dar y compartir con otros sin esperar nada a cambio. Es considerada una virtud y, obviamente, un valor positivo en una persona. Y ese dar no se limita únicamente a objetos materiales.
Podemos ser generosas en acciones que brindan ayuda y apoyo a los demás. También en el tiempo que dedicamos a otros. Compartir nuestro conocimiento y experiencia puede enriquecer a los que nos rodean. Hay muchísimas maneras de expresar generosidad. No hay nadie más generoso que nuestro Dios.
“Todo lo que es bueno y perfecto es un regalo que desciende a nosotros de parte de Dios nuestro Padre”. Santiago 1:17a.
Él está constantemente derramando de sus bendiciones sobre nuestras vidas más allá de nuestra respuesta, “Él es quien hace que salga el sol sobre los buenos y sobre los malos. Él es quien manda la lluvia para el bien de los que lo obedecen y de los que no lo obedecen.” Mateo 5:45b.
Somos hijas de un Padre generoso y por lo tanto herederas de esta virtud. Así que cada vez que damos a otros estamos reflejando quienes somos, quién es nuestro Padre, lo reflejamos a Él. Porque ser generosa no depende de lo que tengo ni de cuánto tengo, sino de quien soy.
“Pero el generoso pensará generosidades”, Isaías 32:8a, cuando esta virtud forma parte de nuestro estilo de vida, la practicaremos con lo mucho o lo poco que poseamos. Pensar nos habla de intencionalidad. Pensaremos y encontraremos la manera de bendecir a otros, porque entendemos que como hijas de Dios, cada acto de generosidad de nuestra parte suple alguna necesidad y a veces sin saberlo seremos la respuesta que alguien estaba esperando.
La generosidad en acción tiene un efecto de felicidad doble, es feliz el que da y el que recibe. Si bien la definición dice: dar sin esperar —y esa debe ser nuestra actitud sino dejaría de ser generosidad y pasaría a ser especulación— Dios que es extremadamente dadivoso, ¡no resiste dar al que da! La Biblia nos enseña que es más bienaventurado dar que recibir, ¿por qué? “Den, y se les dará una medida buena, incluso apretada, remecida y desbordante”.
El dar bendice al que recibe y ve suplida su necesidad, y al que da, ya que no solo se experimenta esa gratificante sensación de ser útiles, sino que se desencadena un círculo virtuoso de provisión para que disfrutemos y sigamos dando. ¡Que maravilloso y creativo es nuestro Padre! Su provisión y recompensa muchas veces llegará de las maneras que menos nos imaginamos y nos sorprenderá.
Dios quiere que participemos de su naturaleza. Recordá que no se trata de cuánto tengas sino de quien sos. Tampoco se trata sólo de cosas materiales. Hay también capacidades, habilidades, conocimiento, tiempo e incluso sangre en tus venas que puedes donar para bendecir a otros. Tenemos mucho más de lo que creemos para dar y existen oportunidades para ser generosas todos los días y en todo lugar. Animate a activar este círculo virtuoso.
Dios nos da para que demos, nos provee para que podamos ser proveedoras, nos bendice para que seamos bendición para otros.
¡Que lindo es notar las virtudes de los padres en los hijos! “Es honesta como su padre”, “es compasivo como su madre”. No hay padre o madre que no sienta orgullo cuando sus hijos son reconocidos por las virtudes que ellos les transmitieron. Jesús dijo que Dios también se siente así: “Así demostrarán que actúan como su Padre Dios, que está en el cielo”. Mateo 5:45a.
Que alegría es que a través de nuestra forma de vivir reflejemos de Quién somos hijas, que una de las cualidades que sobresalga en nosotras sea: “es generosa, igualita a su Papá”.