Creció jugando al fútbol entre la vegetación espesa y el calor húmedo de la ciudad de Garua, al norte de Camerún. A los 17 años le ofrecieron ir a jugar a un club de la Argentina, pero claro, esas decisiones bisagra no son nada fáciles y requieren de mucha valentía. Por un lado, era un viaje a lo desconocido para perseguir un sueño, por otro, significaba dejar su lugar, amigos y familia, sin saber si alguna vez habría un regreso.

LC: ¿Cómo estaba constituida tu familia y cómo fue tu infancia en Garua?

GC: Vivía con mis padres y mi hermanito. Mi mamá era enfermera y mi papá fue jugador de fútbol en el mismo club en el que yo jugaba, así que crecí viéndolo a Él. Ellos me pedían que estudie, así que hice la escuela industrial mientras jugaba. Casi todos los jóvenes que juegan al futbol en mi país tienen la ilusión de ir a jugar a las ligas más competitivas, el problema es que dentro de los representantes hay gente mala que te mete en problemas.

LC: ¿Cómo surgió la oportunidad de venir a jugar a la Argentina?

GC: Yo jugaba en el Cotton Sport y fui convocado a la selección sub-17 de Camerún. Jugué un torneo con la selección en el que salí goleador y entonces me contactó un representante africano que tenía contactos en Argentina, luego habló con mis padres y se pusieron de acuerdo. 

LC: Tuviste que tomar la decisión de irte, ¿qué sentiste, estabas ilusionado o tenías miedo?

GC: No fue fácil tomar esa decisión porque tenía muchas dudas. Fui a consultar con mis padres y mi papá enseguida me dijo que viaje, pero mi mamá no quería, ella me decía que tenía miedo y que no quería separarse de mí. Por otro lado, yo siempre soñé con ser jugador profesional, sentía que ésta era una gran oportunidad, sobre todo jugar en Argentina, el país de Messi y Maradona. 

LC: ¿Qué conocías de Argentina y cómo fue la adaptación?

GC: Yo tenía conocidos que ya estaban en Argentina y entonces les pregunté, también usé Google para investigar un poco. Al principio no fue fácil, me costó adaptarme al clima y sobre todo por el idioma, mis compañeros se burlaban y yo no entendía nada, entonces me propuse aprender a hablar y escribir en castellano, y aunque no fui a un colegio lo pude lograr. 

LC: ¿Y tu experiencia en el fútbol argentino?

GC: Mi primer club fue San Lorenzo, y yo me tenía mucha confianza, pensé que iba a ser fácil, pero me llevó un tiempo adaptarme, porque en Camerún hay mucho talento y el fútbol es muy físico, pero en Argentina es mucho más táctico. Luego pasé a jugar en Quilmes y actualmente, ya con 21 años, juego en Deportivo Muñiz. 

LC: ¿En algún momento te arrepentiste de haber venido?

GC: Sí, porque pasé por momentos muy duros. Primero el fallecimiento de mi mamá, luego me quedé sin club y la persona que me había traído me abandonó por completo y, como si fuera poco, tuve una dura lesión. Entonces pensaba que hubiese sido mejor si me hubiera quedado en mi país. 

LC: ¿Cómo viviste la muerte de tu mamá estando tan lejos?

GC: Imaginate, el 9 de septiembre de 2018 hablé con ella y me dijo que estaba bien, y al otro día, yo estaba entrenando en Quilmes y me llamaron aparte para decirme que mi mamá había muerto. Todo lo que supe es que ella estaba bien y de repente le agarró un dolor en su corazón y falleció, nunca se determinó bien la causa. Para mí fue un golpe muy duro porque ella era una mujer muy fuerte, la amaba, era mi amiga y mi compañera. Estuve mal por mucho tiempo porque cuando pasó esto yo estaba sin Cristo. 

LC: ¿Cómo fue tu encuentro con Cristo?

GC: Cuando estaba en Camerún estuve por todos lados buscando, pero siempre como un religioso, había estado con los musulmanes y también fui a una iglesia bautista. A veces iba a la iglesia, pero era solo ir, porque después yo vivía haciendo las cosas que hacen muchos jóvenes, hoy me doy cuenta que era una vida de locos. En Argentina, luego de lo de mi mamá y durante ese tiempo difícil que me tocó pasar, yo estaba muy mal. Una amiga me invitó a una iglesia y el Pastor se acercó a hablar conmigo y me preguntó si quería recibir a Cristo en mi corazón, le dije que sí y oramos, y a partir de ese momento sentí algo distinto que no había sentido nunca antes.

Al poco tiempo me bauticé, pero todavía seguía sintiendo dolor, rencor, tristeza, angustia, soledad. Un día estaba en mi habitación, medio dormido, y escuché una voz audible que me dijo: ¡Gao, no temas!, y sentí algo tremendo, sentí que Dios estaba ahí conmigo. A partir de ese momento todo cambió, ya no estaba triste, empecé a leer la Biblia, a meditar en su palabra, a conocerlo. Pero el cambio no fue solo en mi vida, sino que enseguida mi papá y mi prima, en Camerún, también recibieron a Cristo y se bautizaron, como que esa luz alumbró también a mi familia.

LC: ¿Qué significa ser un atleta de Cristo?

GC: Reconozco que al principio tenía un poco de vergüenza de hablar de Jesús a otros, pero Dios me fue hablando de mi identidad, entendí que Él me dio autoridad para llevar su evangelio y me hace ser luz en donde estoy. Me hizo ver que mis compañeros y la gente del deporte necesitan a Cristo, por eso tomé el compromiso de no callar, y me pone feliz que algunos de mis compañeros recibieron a Cristo.

Hace dos semanas, en un entrenamiento, pasó que un compañero se lesionó, tuvo que salir y lo mandaron a ver al médico, Dios habló a mi corazón y me dijo: ¡poné tu mano sobre su pierna y orá porque a él también lo amo!, oré por él y el dolor se fue en ese momento, y eso me dio pie para hablarle de Cristo.

LC: ¿Hoy ves la vida de la misma manera que cuando llegaste a la Argentina?

GC: La verdad, cuando yo estaba en mi país pensaba que en Argentina iba a poder cumplir mi sueño, pero ahora me doy cuenta que en realidad yo no sabía verdaderamente por qué venía. Por supuesto que todavía deseo ser un jugador profesional y poder estar con mi familia, pero ahora que Cristo se reveló a mi vida, me gusta ayudar a otros, hacer algo por los que necesitan, sé que tengo un propósito mayor que está en Él.