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Fe en tiempos de sobreinformación

Volver a escuchar a Dios en medio del ruido

Vivimos en una era marcada por el exceso. Recibimos más información en un solo día que nuestros abuelos en semanas enteras. Noticias, mensajes, notificaciones, contenidos religiosos y seculares compiten constantemente por nuestra atención.

Esta avalancha de estímulos, conocida como sobrecarga de información, afecta no solo nuestra mente, sino también nuestra vida espiritual y nuestra manera de participar en la iglesia.

Una mente saturada, un corazón distraído

La vida espiritual suele requerir silencio, reflexión y atención. Pero cuando la mente está sobrecargada, se vuelve difícil concentrarse en lo esencial. Orar con atención, meditar en la palabra o estar plenamente presentes durante el tiempo congregacional, se convierte en un desafío. El ruido externo se vuelve ruido interno. Y donde hay ruido, por lo general, hay poca escucha.

Jesús solía retirarse a lugares solitarios para orar, como dice en Lucas 5:16 “Mas él se apartaba a lugares desiertos, y oraba…”

Ese hábito nos recuerda que necesitamos espacios de desintoxicación, lejos de la saturación informativa, para poder conectarnos con Dios en profundidad. Sin esa pausa, la fe se vuelve superficial, ansiosa y fragmentada.

Iglesias hiperconectadas, creyentes desconectados

Muchas congregaciones han abrazado con entusiasmo las redes sociales, los podcasts, los devocionales digitales, y eso tiene enormes beneficios. Pero también hay un riesgo: confundir cantidad de contenido espiritual con profundidad espiritual.
Los creyentes pueden consumir prédicas en YouTube, versículos en Instagram y reflexiones por WhatsApp, pero sin espacio para procesar, aplicar y vivir lo que reciben.

Como dice 2 Timoteo 3:7, “siempre están aprendiendo, pero nunca llegan al conocimiento de la verdad”. La sobreinformación espiritual puede anestesiar la transformación que el Espíritu busca producir.

¿Cuáles son las consecuencias de la sobreinformación en la vida espiritual y la atención?

  1. Dispersión mental en los cultos: las mentes inquietas por el exceso de información luchan por permanecer atentas durante la adoración o la predicación. La comparación constante con otros contenidos «más dinámicos» o «más entretenidos» debilita la disposición a recibir lo que Dios quiere hablar en ese momento.
  2. Espiritualidad sin profundidad: muchos saben mucho, pero aplican poco. No hay tiempo para digerir lo aprendido, ni espacio para escuchar la voz de Dios en lo cotidiano.
  3. Relaciones menos significativas: la sobreexposición digital muchas veces reemplaza el encuentro real. Creyentes hiperconectados, pero con vínculos débiles dentro de su comunidad de fe.
  4. Menos discernimiento: cuando todo se consume sin filtro, se pierde la capacidad de distinguir entre verdad y error. La sobreinformación puede llevar a confusión doctrinal y espiritual.

Un llamado a una fe enfocada y presente

La solución no es abandonar la tecnología, sino discernir y ordenar. En Romanos 12:2, se nos exhorta a “no conformarnos a este mundo, sino a transformar nuestra mente”.

Eso incluye decidir a qué contenidos exponemos nuestro corazón, cuánto tiempo dedicamos a cada cosa y cómo priorizamos la comunión con Dios.

La Iglesia está llamada a ser un espacio de calma en medio del ruido. Un lugar donde el alma puede enfocarse, donde la Palabra no solo se escucha, sino que se encarna. Una comunidad que valora más la presencia que la producción, más la relación que el ritmo.

En tiempos de sobreinformación, elegir el silencio, la atención plena y la profundidad espiritual es un acto contracultural… y profundamente cristiano.

Débora Pedace
Débora Pedace
Soy Psicóloga Clínica, Fundadora y directora del Centro Terapéutico Integral - CTI . Cuenta con estudios basados en: Terapia Estratégica y focal, diplomaturas en Terapia Cognitiva-Conductual y terapia de familias y parejas (Centro privado de psicoterapias, Centro de terapias cognitivo y Foro).Estoy casada hace más de 20 años con Marcos, tienen 3 hijos: Lautaro, Isabella y Emilia.

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