Qué son y, sobre todo, cómo operan en nosotros ¿Existen emociones positivas y negativas? ¿Podemos controlar nuestras emociones y encauzarlas para nuestro bienestar?
Como sabemos, las emociones se suelen definir como un complejo estado afectivo en donde se produce una reacción subjetiva que ocurre como resultado de cambios fisiológicos o psicológicos. Las emociones forman parte de un proceso que abarca otros elementos como pensamientos, creencias, formas de actuar y de relacionarnos con los demás. En sí, sirven de señal al cerebro de que algo está ocurriendo.
Es por eso que, a través de este proceso, observamos la realidad y, en la mayoría de los casos, esto condiciona la forma en que pensamos y por lo tanto, nuestros comportamientos.
«Siempre, en todo momento, estamos experimentando alguna emoción, más allá de que les prestemos atención o no, ellas están».
Le prestaremos atención según sea su intensidad y duración, y esto determinará si una emoción nos beneficia o no. Todos podemos sentir diversas emociones frente a los mismos estímulos. Estas diferencias entre las personas se basan fundamentalmente en los aprendizajes emocionales que a lo largo de la vida uno va realizando, de esta forma se generan distintas modalidades de relacionarnos con esas emociones y con esos sentimientos.
¿Hay emociones correctas e incorrectas?
Nos enseñaron a clasificar las emociones en “buenas o malas”, sin embargo, ya desde mucho tiempo atrás comprendí que no es acertado. En mi propio recorrido clínico me resulta interesante darles un significado más abarcativo a las emociones que las personas manifiestan. Entendiéndolas desde una perspectiva más amplia, puedo observar que cada emoción (incluso las que parecen más nocivas para algunos) son funcionales para quien las experimenta, nos están dando un mensaje. Lo que sí considero fundamental, además de asignarles una significación, es aprender a gestionarlas de manera correcta.
«Cada emoción cumple una función determinada y, si se dan de forma equilibrada, podremos capitalizarlas para nuestro bienestar».
Si logramos reconocer la función de una emoción, podremos comprenderla mejor y de esta manera nos aportará una nueva versión acerca de lo que estamos viviendo, por más duro que parezca y nos dará elementos para poder atravesar de manera exitosa esa experiencia.
Como vimos, hay infinidad de estados emocionales, y a su vez pueden tener una intensidad y duración distinta en quien los experimenta. Podemos diferenciar algunas emociones a las que llamaremos primarias, estas son: alegría, enfado, miedo, tristeza y asco. Todas son importantes, y todas nos permiten expresar algo que nos pasa. Una vez que entendemos el para qué de una emoción, es mucho más sencillo encauzarla, lo cual no significa eliminarla, porque el intentar eliminar o suprimir una emoción implica no tener en cuenta su función.
Para finalizar, quiero que comprendamos la importancia de convertirnos en dueños de nuestras emociones. Así como en Salmos 103:1 el rey David, le ordena a su alma alabar al Señor (“Bendice, alma mía, a Jehová, Y bendiga todo mi ser su santo nombre”), de la misma manera nosotros tenemos la capacidad y, por qué no, la obligación, de controlar y encauzar nuestras emociones. Teniendo en cuenta siempre, en primer lugar: el reconocerlas, para luego registrarlas y, por último, darles el lugar adecuado en nuestra vida.