¿Cuál es la figura de madre que te ha acompañado de manera saludable en las distintas etapas de tu vida?
Recuerda cuando necesitaste de esa madre que sepa escucharte sin juzgarte mientras construías tus primeras convicciones como adolescente, aquella madre que te cuidaba cuando te enfermabas o te sentías triste, la que te orientó con consejos sólidos cuando necesitabas guía, o la que te abrazó haciéndote sentir segura en medio de una tormenta.
Es muy valioso hacer el ejercicio de recordar cómo te acompañó y también como te hubiese gustado que te acompañe, esa madre, en todas las distintas vivencias que atravesaste hasta acá. Tomar conciencia de eso, ayuda a pensar en cómo podemos maternar en nuestro entorno a aquellas personas que quieren y necesitan de una mamá que sepa acompañar como ellas lo están necesitando en este momento.
(Madre, def.: natural, de corazón, espiritual; aquella mujer que tiene personas que se consideran “maternadas” por ella.)
Uno de los aspectos más inspiradores y reveladores del Salmo 139 es cómo el corazón del Padre está siendo narrado por su hijo. Solo un hijo que se sabe tan amado, buscado, conocido, protegido, observado, abrazado, rodeado y respetado puede describir fielmente cómo lo ve su Padre.
¿Te sientes así como hija? ¿Crees que tus hijos naturales y del corazón se saben así cuando piensan en ti?
Si bien el día de la madre tiene su aspecto comercial, las preguntas anteriores nos desafían a pensar en personas que nos hacen sentir de la manera en la que se sintió David cuando escribió el Salmo 139: “Miro detrás de mí y estás ahí, luego más adelante y estás allí también. Tu presencia tranquilizadora, va y viene alrededor mío. Esto es demasiado, demasiado maravilloso. ¡No puedo asimilarlo todo!” (versión El Mensaje).
La paternidad de Dios expresada en ese Salmo es una hermosa imagen del deleite del Padre por conocer profundamente a su hijo en lo íntimo de su corazón y desde su gestación. Y es que de eso se trata, de conocer a los hijos de tal manera que se vuelva un deleite estar con ellos en los distintos procesos que transitan y, de la forma en que ellos lo necesitan.
Constanza Martínez
“Soy un libro abierto para ti; incluso desde la distancia, sabes lo que estoy pensando. Sabes cuando me voy y cuando vuelvo. Nunca estoy fuera de tu vista”.
Los humanos, como seres sociales, necesitamos ese acompañamiento materno, pero no necesariamente brindado por una persona específica. Por más fuerte que suene, cuando la maternidad se vuelve individualista, nos auto otorgamos como madres un rol protagónico sobre la vida de otros y, es ahí cuando los vínculos comienzan a quebrarse.
Te desafío a que podamos ejercitar una maternidad sana y real que logre que los hijos se sientan conocidos y amados en la búsqueda de su subjetividad. Eso requiere de nosotras la difícil tarea de correr la mirada de nuestro mapa mental para saber maternar a quien está solo, a quien se cansó de intentar, a quien no puede ser madre, a quien perdió hijos, a quien no encuentra pareja, a quien no tiene empleo, a quien sufre una enfermedad, a quien necesita ser escuchado…
Por más maternidades respetuosas del otro, no solo de nuestros hijos naturales. Por más mujeres desafiadas a ver el oro en otros y ayudar a formar personas sensibles, compasivas y empáticas a las realidades ajenas.
Constanza Martínez
Abracemos cuando nadie más abraza, consolemos cuando nadie más entiende esas lágrimas, asistamos cuando a las personas no le quedan fuerzas para seguir luchando, sentémonos en silencio a acariciar cuando se necesita compañía: seamos las madres que nos gustaría tener. Mujeres que saben quiénes son independientemente de su rol como madres, mujeres que se sienten plenas y por eso dan espacio a sus hijos y su crecimiento.