¿Te pasó este año, sentir por momentos que te tomaste unas seudo vacaciones forzadas a regiones no aptas para hacer turismo? Nos manejamos gran parte del 2020 transitando por una geografía nueva e inhóspita en muchos sentidos, atravesando lugares que no hubiéramos querido conocer pero que fueron destinos obligados. Lo es también el balance del año que, aunque a veces no nos gusta realizar, es imprescindible para reenfocarnos y abrir posibilidades para lo que viene.

En uno de mis libros cuento una metáfora: “La geografía del colapso”. Creo que la descripción le cuadra justo a los caminos sinuosos y escarpados de estos meses atípicos. Como mujeres, a todo nivel, pasamos por regiones bien complejas, donde hubo que conjugar infinidad de mecanismos y engranajes, dignos de uno de esos jeeps 4 x 4 capaces de adaptarse, ser flexibles y sortear cualquier obstáculo en todo tipo de caminos.

Fuimos “subiendo la cuesta” con el barbijo puesto, con menos aire —a todo nivel— y mucha veces con más preguntas que respuestas. Como sea, acá estamos, eligiendo cada día si remar contra la corriente de un año tumultuoso en todo sentido, o si dejarnos llevar por el agotamiento y terminar en alguna orilla emocional desconocida esperando que el 2021 fluya como quiera. Por eso querida mujer, sin duda el balance es ineludible.

“¿Para qué balance? —me dijo alguien—, ¡si este es un año para el olvido! ¡Que se vaya pronto!”. ¡Como si pudiéramos hacer algo para acelerar el brindis del 31 a la noche! Pero tal vez, si nos sacudimos un poco la modorra del “modo pandemia” y nos enfocamos intencionalmente en descubrir lo positivo detrás del velo del agotamiento, algo valioso surgirá.

Si somos intencionales en tomar las riendas de nuestra vida más allá de lo indómito del trayecto, recuperamos dirección, fuerza y enfoque, de lo contrario se nos termina descalibrando el GPS del Espíritu sin el cual estamos perdidas. Cuando descuidamos o desestimamos esto de “hacer un balance del año”, y no le damos cabida a la reflexión oportuna para identificar dónde estamos paradas hoy y qué haremos de acá en más, ese espacio que dejamos vacío se convierte en el lugar ideal para que se acomoden el autoboicot y la desmotivación.

Por eso el balance a esta altura es oportuno. Para descubrir todo lo que sí pudimos, para observar nuestro mundo interno repleto de regiones que aunque inclementes y pedregosas, es necesario reconocer y así poder identificar también aquellas que fueron fértiles, en las que florecieron logros, en las que crecieron cosas buenas, en las que se abrieron camino las semillas de fe. Solo entonces podremos determinarnos a convertir cada una, en motivo de gratitud.

Entonces, para continuar con la metáfora, ¿si el 2020 fuera un lugar o “accidente geográfico”, cómo lo describirías? ¿Cómo elegirías definirlo? ¿Fue una montaña de problemas? ¿Una cueva de temor? ¿Un mar de angustia? ¿Una meseta de incertidumbre? ¿Una fosa de desesperanza? ¿Un desierto de tristeza? ¿Una selva de oportunidades? ¿Un estrecho de crisis? ¿Todo eso y más?

¿Cómo encarar el balance para que el año que se va no se convierta en un factor limitante que nos impida subir de nivel y disfrutar lo que viene? Espero que estas próximas claves sirvan como disparador para hacerlo correctamente:

Observar. Cada mujer, única e irrepetible, observa su geografía, su propia realidad y circunstancias desde una perspectiva singular. Esto implica que el mismo 2020 que para unas, con pandemia y todo, fue catastrófico, desértico y con un clima hostil sostenido, para otras —aun en circunstancias similares—se convirtió en un camino de aprendizaje y crecimiento incalculable.

¿Desde qué lugar vas a observarlo? Porque déjame decirte que el estilo de observadora que te determines a ser va a limitar o potenciar también tu visión para el 2021.

Elegir. Ser intencionales. Realizar el balance desde una perspectiva de gratitud, podrá ayudar a sacar oro de las cenizas y construir significado a pesar del dolor. A veces las vivencias difíciles nos llenan de incertidumbre en el momento, pero a su vez nos invitan a sacar fuerzas donde creíamos que no había resto, esperanza cuando pensábamos que nuestra fe se apagaba, propósito donde suponíamos que todo era sin sentido.

Este es un bagaje que podremos atesorar para enfrentar la nueva temporada desde otra perspectiva y atravesar los caminos desconocidos que vienen, equipadas con mucho de lo necesario para iniciar la exploración.

Accionar. Un balance del año no implica únicamente que seamos observadoras pasivas de lo experimentado, o que hagamos una listita de objetivos cumplidos, ni siquiera que nos enfoquemos en ponderar alguna elección positiva del año que despedimos. Va mucho más allá. Es observar para elegir y para accionar, porque la intención no nos lleva a la concreción. Para avanzar y crecer hay que dar pasos concretos de fe y acción.

Vivir. A pocos días de iniciar un nuevo recorrido por los caminos inexplorados del 2021, lo que sí podemos afirmar es que se abren 365 nuevas oportunidades para incursionar con fe y esperanza en los desafíos que vienen.

Al hombre le toca hacer planes, y al Señor dirigir sus pasos” (Proverbios 16.9, DHH).

Las sabias palabras del rey Salomón nos ayudan a disponernos con ánimo y paz a proyectar lo que viene haciendo nuestra parte, y a confiar en que Dios va delante de nosotras. Por eso uno de los mayores desafíos a partir del balance y la proyección que realicemos será que en este nuevo año elijamos vivir la historia que queremos contar.

Mayra Djimondian
Licenciada en Orientación Familiar, Coach Ontológico y escritora. Mediante sus libros, conferencias y talleres, capacita, potencia y activa a mujeres y familias desde un abordaje integral para desarrollar ser su mejor versión y vivir en plenitud. Es mamá de tres hijos y, junto a su esposo, pastorea la iglesia Tierra de Avivamiento, CABA.