“Así que tengan cuidado de su manera de vivir. No vivan como necios, sino como sabios” Efesios 5:15 (NVI)

No sé en qué momento ocurrió, pero empecé a necesitarlo como si fuese una bocanada de aire fresco o un vaso de agua en una tarde calurosa. Había estado sumida en muchas tareas que me dejaban agotada y exhausta. Como mamá de niños pequeños, pastora, docente y ama de casa mis energías se iban reduciendo. Me costaba encontrar tiempo para mí.

Pensé que la noche sería una buena opción: disfrutaría de mi tiempo especial cuando todos en casa dormían…

Algo que no noté enseguida, sino con el paso del tiempo es que mis energías empezaron a menguar. Hoy les puedo dar este consejo: nunca es una buena opción restar horas al sueño.

Cuando todos se levantaban yo también debía hacerlo y aunque podía remolonear un poco más el día y sus exigencias demandaban que me levantara en piloto automático, una buena taza de café parecía solucionar la falta de adrenalina. La rutina era tan conocida para mí que sabía por dónde exactamente empezar para tener la casa limpia, la ropa lista y la comida preparada a tiempo.

Fui eficiente en todo hasta que empecé a darme cuenta que a veces tenía repentinos deseos de llorar, por ejemplo, me pasó una vez después de cambiar a los chicos, preparar el bolso para viajar y casi no dormir la noche anterior, cerré las puertas, revisé que no faltara nada y al subirme al auto, me di cuenta que me había olvidado los documentos arriba de la mesa.

El solo hecho de tener que bajar y volver a abrir las puertas, desactivar la alarma y regresar a la casa me llenó de angustia… Entonces una alarma se encendió en mí, dije: “Esto no está bien…” La crisis no se hizo esperar y la ansiedad afloró en mi vida.  Más que aflorar explotó con ímpetu y ferocidad. Mi cuerpo me estaba pasando factura y yo casi no me reconocía en ese estado de vulnerabilidad.

Un día leí unas preguntas que me dejaron pensando: ¿Qué cosas sentís que te renuevan o te llenan de energía? ¿Qué cosas sentís que drenan tu entusiasmo?

Me di cuenta que había dejado de tener esos momentos en los cuales escribía mientras tomaba una taza de té, pasar un tiempo al sol en las tardes o dar una buena caminata. Mis devocionales o tiempos especiales con Dios también habían pasado a ser cada vez más breves hasta que llegó el momento del colapso. 

Fue un tiempo para hacer ajustes obligados y necesarios. Pero como siempre sucede las lecciones dolorosas nos dejan buenas enseñanzas. Hoy puedo asegurar que me sirvió para aprender.

Recuperé mis tiempos a solas con Dios

Empecé a caminar más, a tomar un tiempo para ejercitarme mientras me conecto con la naturaleza tan hermosa que Él creó. Puedo observar flores, árboles y pájaros.  me inspira a ir orando mientras camino. No necesitamos vivir en la montaña. Aún en las ciudades uno puede ir a plazas donde tenemos la oportunidad de observar lo natural.

Los años pasaron y aunque tengo la tendencia a involucrarme en muchas actividades y ser multitasking haciendo varias cosas a la vez reconozco la importancia de poder generar ese espacio propio. Hacer los arreglos necesarios y acordar en el matrimonio para que suceda porque es una decisión que bendice a toda la familia.

Por ejemplo, mi esposo empezó a participar más en la preparación de las comidas y muchas veces yo estoy escribiendo o teniendo un tiempo para mi mientras él disfruta al cocinar (¡y cada vez cocina mejor!) Cuando hemos hablado del tema él me ha dicho que nunca tuvo problemas con cocinar solo que nunca se lo expresé.

También, eso me deja una enseñanza: Tengo que poder expresar correctamente lo que espero. Me doy cuenta que muchas historias que escucho en la consejería pastoral, tienen que ver con no saber comunicar lo que queremos y esperamos.

No sé si te inspiran estas líneas querida lectora, pero creo que hay valor real en poder crear o rediseñar ese espacio propio que es tan necesario. La palabra del Señor nos promete:

 “Te enseñaré y te mostraré el camino que debes andar” Salmo 32:8

A veces esperamos “grandes” revelaciones y vamos perdiendo tantas enseñanzas por el camino. Aun en pequeños detalles el Señor quiere guiarnos. Agotadas no bendecimos a nadie…pero cuando ordenamos nuestros tiempos viene una renovación del cielo que nos inspira para bendecir la vida de muchos.

Junto a su esposo Román fundaron CCO (Centro Cristiano del Oeste) en General Rodríguez, Argentina, iglesia que pastorean desde hace 16 años. Profesora y Coach, disfruta escribir y enseñar motivando a las personas a desarrollarse integralmente para que puedan alcanzar y cumplir su propósito en Cristo.