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El valor de la interpretación bíblica

“¿Entiendes lo que lees?”. ¡Qué pregunta! Es que la simple reproducción de fonemas no es lo mismo que leer. ¿Tienes una correcta interpretación de aquello que lees? Leer no necesariamente implica llegar a la instancia de comprensión lectora.

Claro, algunas veces, el conocimiento que adquiriríamos al leer ciertas cosas no tiene mayor relevancia para nuestra vida. Comprender la física cuántica es interesante pero no modifica la existencia de la mayoría de los mortales. ¡Cuidado! No pretendo decir que está mal tener una mente curiosa y buscar satisfacer esas curiosidades. “El saber no ocupa lugar”, al contrario, amplía nuestro mundo interior.

Lo que trato de decir es que la información no siempre tiene la misma relevancia para nuestra vida. Pensemos en la importancia de entender una prescripción médica. ¡Hay gente que se tomó a cucharadas una loción de uso externo!

Por eso pongamos en contexto la pregunta con la que comienza este artículo: “¿Entiendes lo que lees?”. Ella alude a una historia relatada en el libro de los Hechos 8:26-40. Felipe, uno de los siete diáconos, fue escogido para servir las mesas de las viudas y darles espacio a los discípulos para dedicarse a la predicación del Evangelio.

Sin embargo, a pesar de ser escogido para una labor administrativa en Jerusalén, un capítulo después lo encontramos llevando un avivamiento a Samaria. Bajo su predicación se convertían multitudes y muchas señales ocurrían bajo su ministerio. ¡Una campaña exitosa!

Y en medio del éxito, un ángel le pide que vaya a caminar a un camino desierto. ¿Para qué? No parece que se le haya dado un motivo, pero Felipe fue y en el camino encontró a un funcionario etíope que leía el libro del profeta Isaías. Entonces, caminando a la par del carro, formuló la pregunta: “¿Entiendes lo que lees?” (RVC). Lamentablemente, el hombre no entendía nada y pide a Felipe que se lo explique.

¡Volvemos al mismo punto! Este hombre leía, pero no entendía. Luego de recibir la explicación del predicador, recibió a Cristo como Salvador y pidió ser bautizado. ¡Vaya que era trascendente la comprensión lectora! La vida eterna dependía de ello.

Jesús alude a este concepto en Juan 5:39-40 (RVR1960): “Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí; y no queréis venir a mí para que tengáis vida”. La palabra griega que nuestra Biblia traduce escudriñar puede traducirse también como preguntar, buscar, investigar.

Entender es interpretar e interpretar es un trabajo. Cuando debemos hacer una labor en particular, se nos hace necesario tener acceso a las herramientas adecuadas. Esto no es diferente con las Escrituras. Tenemos la posibilidad de apelar al Espíritu Santo en la interpretación, pero eso no nos exime de nuestras responsabilidades. El Gran Ayudador hace su parte cuando nosotros hacemos la nuestra.

Bien, entonces, a qué nos referimos cuando hablamos de herramientas para la interpretación bíblica… Pues hablamos de hermenéutica que no es otra cosa que la ciencia que rige la correcta interpretación de los textos.

Me gusta mucho relacionar la Palabra de Dios con el alimento. Bueno, la Biblia se relaciona a sí misma con el alimento (Hebreos 5:12-14) ¡Todos sabemos cuánta relación existe entre la salud y la alimentación!

Pero en los últimos tiempos se ha descubierto que no solo es importante la calidad del alimento en sí. Igualmente importante es la forma en la que se lo manipula. La contaminación cruzada, la interrupción de la cadena de frío y la cocción inadecuada pueden hacer que un alimento deseable se convierta en un arma letal.

Juzgar la calidad propia de las Escrituras es innecesario. La Biblia es el famoso superalimento. El riesgo de toxicidad no está dado de ningún modo por la esencia de la Palabra misma. Nuestra manera de tratar con ella es lo peligroso. ¡Sabias palabras del apóstol Pablo a Timoteo, su hijo en la fe!: “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad” (2 Timoteo 2:15, RVR1960).

Repito en mente muchas veces esas palabras: “que usa bien” “que usa bien”. Las repito porque han sido el fundamento de mi ministerio, pero mucho más de mi vida. Manipulamos un instrumento sagrado. Manipulamos un instrumento poderoso. Nos volvemos en la voz del Señor cuando la leemos o predicamos a otros sin asumir la trascendencia de lo que estamos haciendo.

Una interpretación correcta es decir exactamente lo que Dios quiso decir. Ahora vuelvo a preguntarte: “¿Entiendes lo que lees?”. Espero que así sea, porque de eso depende tu salvación y la de los que te oyen.

Gabriela Giovine de Frettes
Gabriela Giovine de Frettes
Graduada en Educación Cristiana del IBRP. Dicta clases en el Instituto de Superación Ministerial. Integrante del plantel de educadores del IBRP desde 1993. Analista de sistemas. Predicadora y conferencista internacional. Escritora. Ex coordinadora de edición de la revista Edifiquemos. Pastora.

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