La controversia de la elección ha hecho estragos en la doctrina de la gracia, tanto como sostener que la pura gracia no demanda un compromiso diario. Pensamos que el Reino de Dios ¿es para para todos, para unos pocos elegidos o para aquellos que disfrutan la fiesta de gozo, plenitud, provisión y vida eterna?
Jesús enseñó por parábolas muchas verdades acerca del Reino. Forma parte de ellas la que leemos en Mateo 22:1-14. Allí se encuentra una de las afirmaciones que se ha utilizado para sostener que Dios en su soberana voluntad eligió a algunos para salvación y a otros para perdición. Si así fuera, para qué predicar. Evidentemente una lectura recortada del versículo 14 se presta a confusión; debemos observar la afirmación en su contexto.
Analicemos la parábola
Las parábolas se analizan teniendo en cuenta premisas importantes; mencionaremos algunas. Inicialmente, toda parábola tiene una sola verdad central, que está enmarcada en una historia o ejemplo tomado de la naturaleza o una sucesión de metáforas que expresa alguna enseñanza particular. Este es el caso de la parábola en la cual encontramos eso de “muchos son los invitados, pero pocos los escogidos”.
Jesús viene desarrollando una serie de parábolas que hacen de marco a la del banquete de bodas. Allí hay un rey que prepara la fiesta para su hijo, la invitación inicial que está dividida en dos momentos (costumbre de la época) es para los judíos; estos desatienden la invitación de los enviados (los profetas).
Juan el Bautista y Jesús extienden la segunda invitación; a continuación, una nueva generación de mensajeros (apóstoles y discípulos) sigue la tarea, algunos son perseguidos y muertos.
Ante esa actitud encontramos en la parábola la profecía de la destrucción del templo ocurrida en el año 70 d. C. Hasta aquí, se nos habla del Evangelio que los judíos rechazaron, y la orden de que “Vayan al cruce de los caminos e inviten (…) a todos los que encuentren”, que da la entrada a los gentiles.
Acto seguido, vemos al rey entrando a la boda y juzgando a uno de los invitados mal vestido. En esa época eran los mismos reyes los que en ocasiones suplían la ropa a sus invitados, y este hombre no valoró la oportunidad, presentándose inapropiadamente; ese acto tuvo consecuencias. En este contexto encontramos la sentencia acerca de los muchos invitados y pocos escogidos.
A esta altura necesitamos poner en cuestión algunos elementos de la parábola: hay una invitación, un rechazo, una nueva invitación más amplia y un sujeto que responde de forma inadecuada. El detalle está puesto en la vestimenta del invitado y esto no es menor. “Las vestiduras” representan, a lo largo de la Biblia, mucho más que tela.
Es pertinente, antes de continuar, dar una mirada a la doctrina de la elección, según la cual solo algunos son escogidos.
Quienes la defienden sostienen que Dios, en un acto eterno, por su soberana voluntad, escoge de entre los pecadores a algunos para que sean recipientes de su gracia, para salvación.
Entienden la predestinación haciendo caso omiso de la presciencia de Dios, ese atributo por el cual eternamente nos conoció. Pablo, en Romanos 8:29, nos dice: “a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo”. Y Pedro, en la salutación de su primera carta, reconoce a los creyentes como elegidos según la presciencia de Dios (1 Pedro 1:2).
¿Será que la gracia alcanza solo a aquellos que el Señor en su soberanía escogió, casi de forma arbitraria? Esta idea quebranta la ley del libre albedrío, establecida por Dios (entre otras cosas). ¿No será que algunos responden a la gracia de tal forma que pasan a ser del equipo de los escogidos? Esto, por otro lado, fue sabido en la eternidad por Él…
Efesios trae luz al respecto. Hemos sido elegidos en Él. El capítulo 1 versículos 3-5 menciona que nos bendijo en Cristo, nos escogió en Él, y nos predestinó para ser adoptados por medio de Cristo. El versículo 6 asegura que nos hizo aceptados en Él. En Él tuvimos herencia (v. 11), nuestra fe en Él hizo que seamos sellados con el Espíritu Santo. Es decir que, quienes por la fe lo aceptamos como Salvador y Señor, pasamos a estar entre los escogidos.
Volviendo a la vestimenta; los que entre todos los invitados (llamados) se visten en respuesta a la celebración, participan de la fiesta. Este es un detalle importante; para celebrar entre los elegidos debemos:
- Vestirnos las armas de la luz (Romanos 13:12),
- Vestirnos de amor, que es el vínculo perfecto (Colosenses 3:14),
- Con toda la armadura de Dios (Efesios 6: 11),
- Vestidos del hombre nuevo (Efesios 4:24; Colosenses 3:10).
Es interesante notar que en todos estos pasajes la palabra griega para vestidura es la misma usada en la parábola en cuestión. Así, teniendo en cuenta el mensaje bíblico integral, la comprensión se facilita.
Entonces, el Reino de Dios, ¿es para para todos, para unos pocos elegidos o para aquellos que respondiendo con agradecimiento la gracia de la invitación, se visten para la ocasión y disfrutan la fiesta de gozo, plenitud, provisión y vida eterna?
Por último, ¡no olvidemos que la fiesta aún no acaba! Somos los enviados a esta generación, ayudemos a otros a vestirse para la ocasión sabiendo que el único juez de los invitados ¡es el que pagó la boda!