Estrés: escuchamos esta palabra muy a menudo y ya es parte de nuestro vocabulario habitual porque se ha vuelto algo muy común en estos tiempos, y lo sufren tanto grandes como chicos. El estrés es la respuesta del cuerpo a una presión física, mental o emocional. Es lo que siente una persona cuando la presión experimentada excede su capacidad para enfrentarla. Es provocado por múltiples factores y causa efectos físicos, psíquicos y emocionales, que se agravan cuando este estado se hace crónico, llegando a producir enfermedades.
Esos múltiples factores que causan el estrés pueden ser externos o internos. Algunos escapan de nuestro control, y necesitamos aprender a manejar sus consecuencias, pero hay otros en los que podemos tener algún control para, al menos, reducir las tensiones del día a día. Por eso, en esta oportunidad, quiero que reflexionemos sobre uno de estos factores en particular sobre el que sí podemos ejercer control y que nos puede ayudar a reducir el estrés que producen los desafíos de la vida cotidiana: el orden.
Todo desorden produce caos, confusión, frustración, desperdicio de recursos, entre otras cosas, con la consecuente ola de emociones negativas y hasta dolores de cabeza y contracturas musculares que trae aparejado encontrarse en tal estado.
Esto aplica tanto al desorden en los ambientes en los que habitamos, trabajamos o estudiamos, como en nuestros hábitos cotidianos, el manejo del tiempo, dinero, rutinas y responsabilidades que asumimos. En cualquier ámbito, el desorden produce un efecto negativo en nuestras vidas.
Pensá por un momento qué sentís cuando entrás en un ambiente donde hay cosas tiradas por todos lados y todo está fuera de lugar. Y, por otro lado, cuál es la sensación que te da ingresar en una habitación donde todo está ordenado y en su justo lugar. Qué distinto es el impacto y el estado emocional que nos produce, ¿verdad? Este es un ejemplo muy sencillo, pero imaginate lo que produce en una persona vivir de una o de otra manera a largo plazo. Y ahora llevá este mismo concepto a cada área de tu vida.
Mirá lo que le dice Pablo a los corintios: “porque Dios no es un Dios de desorden, sino de paz… (…) Pero todo debe hacerse de una manera apropiada y con orden” (1 Corintios 14:33,40, NVI).
Qué interesante es notar que en contraposición al desorden, Pablo habla de paz, y termina recomendando hacer todo de una manera apropiada y con orden. En el lenguaje bíblico, la paz es mucho más que ausencia de conflicto; es el bien completo e integral que procede de Dios, todo lo que se necesita para un bienestar total. Esta definición de paz es todo lo contrario a lo que produce el estrés. Por lo tanto, podemos concluir que el orden contribuye a reducir el estrés en nuestras vidas.
Y si el orden es una característica de nuestro Dios y Padre —quien desde el principio puso en orden la creación para dejarla a nuestra disposición—, entonces, es una característica que como sus hijas podemos reflejar y debemos aspirar a hacerlo. Y así podremos experimentar sus beneficios.
Cuando las cosas están ordenadas, podemos tener una visión clara de lo que tenemos a disposición para enfrentar los desafíos diarios y esas presiones de las que hablamos al principio, lo que, consecuentemente, reduce la ansiedad de no saber qué decisiones tomar por la falta de conocimiento del “stock de recursos” que poseemos, entendiendo por “recursos” no solo lo material o finanzas, sino también emociones, capacidades, habilidades, conocimientos, relaciones, tiempo, etc.
El orden no solo es un aliado para reducir el estrés sino también para potenciar la buena administración de tus recursos.
En el desorden, se desperdician los recursos, los espacios, el tiempo. Qué tedioso puede ser ordenar, por ejemplo, la alacena o el placard… ¡Pero cuando terminamos, hasta parece que son más grandes de lo que creíamos! El orden optimiza los recursos.
Ser ordenadas cuesta trabajo y disciplina, pero vale la pena; así que debemos ser intencionales. En la casa, en el trabajo, en el estudio, en los hábitos, en el uso del tiempo y del dinero. Esto nos va a traer grandes beneficios y vamos a ser mejores administradores de lo que Dios nos ha dado, para llevar adelante nuestras vidas reduciendo en lo que dependa de nosotras las tensiones del diario vivir.
¿En qué áreas de tu vida necesitas ordenarte para mejorar tu calidad de vida? ¡Cada paso en pos de ordenarte cuenta y hace la diferencia! Porque… ¿sabes qué? Dios nos dio en Cristo la potestad de ser ordenados. Así que avancemos.