El Evangelio es el único mensaje, la única noticia, que es capaz de darnos vida. Aquél que se proclama, es el único que puede darnos una esperanza viva, y vale la pena contar su historia hasta lo último de la tierra.
Si sos creyente, seguramente ya conozcas esta historia, y aún así te invito a leerla. Todos los días deberíamos predicarnos el Evangelio, y meditar en esta verdad. Tendemos a querer buscar “más” de Dios, un mensaje que no conozcamos, una palabra que no hayamos oído y olvidamos que este no es un mensaje que sirvió para que creamos en un principio y nada más. Todo lo que somos debe ser transformado diariamente con las verdades del mensaje de Jesús.
1. CREACIÓN
“En un principio Dios creó…” (Génesis 1:1).
Dios es el creador del universo. Él, siendo eterno, creó los cielos y la tierra, el día y la noche, el hombre y la mujer.
Cada respiro, latido y sentir dentro de nosotros son regalos que nos concedió por su bondad. Cada órgano y tejido de nuestro cuerpo fue diseñado por Él de manera perfecta, a fin de que seamos administradores de su creación, dándole toda la gloria. Ese era el diseño original en el cual encontraríamos nuestro mayor deleite, nuestro mayor gozo… en Él.
(Génesis 1, Salmos 139:13-16, 1 Timoteo 6:17, Romanos 11:36)
2. REBELIÓN
Luego de tan asombrosa creación, los creados no tardaron en rebelarse en contra de Dios. Vieron agradable a sus ojos la desobediencia. En lo profundo de su corazón se encontraba un fuerte anhelo de buscar su propia gloria, en vez de la de Dios; alcanzar la sabiduría a su forma, y no a la forma de Dios; desconfiaron de su guía, despreciaron su cuidado.
La traición de su creación fue cruel e intencional.
Desde esa caída, nuestro pecado ha manchado todo de nosotros, nuestra naturaleza se percudió. Ese pecado se encuentra en lo que pensamos, lo que decimos, lo que hacemos, y todo tiene su inicio en la condición caída y rota de nuestro corazón. Por más moral que sienta mi intención de agradarle, en esta condición no puedo hacerlo.
El pecado que habita en mí no me permite obedecer su ley. Somos literalmente incapaces de hacer el bien por nuestros métodos, con nuestras fuerzas. Nos caímos intencionalmente en un hueco que queda demasiado alto para poder levantarnos por nuestra cuenta.
“No somos pecadores porque pecamos, sino que pecamos porque somos pecadores”
Su plan fue darnos vida pero quisimos ir por nuestro propio camino, y todo camino que no sea el suyo, nos lleva a la muerte.
Esto buscamos cuando lo deshonramos, elegimos por nuestra cuenta, optamos por nuestra voluntad en vez de la suya. Si no deseamos habitar con Él y deleitarnos en Él, lo que nos espera es un destino sin Él, donde no habite su presencia, y allí es donde se encuentra la mayor oscuridad y quebranto, donde la luz y la vida no llegan.
La paga del pecado es la muerte. La paga de nuestro pecado es la muerte.
(Romanos 1:21-23,25 , Romanos 6:23, Apocalipsis 21:8, Romanos 8:7-8)
3. REDENCIÓN
Me atrevo a decir que la Biblia entera es un libro lleno de enseñanzas e historias que narran de principio a fin el plan que Dios ideó para reconciliarnos con Él. Se puede ver Su gran anhelo de volver a restaurar a su creación de tal caída, sin olvidarse de su justicia perfecta. ¿Qué hizo Dios después?
Su plan de redención fue enviar a su hijo limpio, el cordero sin mancha, verdaderamente justo a sus ojos, en carne y huesos como nosotros. Vivió una vida sin pecado, perfecta, en íntima comunión con su Padre, mientras nos revelaba de a poco más partecitas de su plan.
En el último de sus días, se entregó por amor a nosotros. Murió en sacrificio por delitos que nunca cometió, expuesto y denigrado como delincuente. Incluso ya estando en la cruz, abandonado por su Dios, sufrió la peor angustia.
Al tercer día, Dios lo levantó y lo colocó a su diestra, reinando. Se volvió un amigo de los pecadores arrepentidos y ahora clama por nuestro perdón.
Ahora, para todo aquél que cree en Su nombre, la cuenta es saldada y nuestro pecado ya no nos condena. Él se sacrificó y pagó por lo que nosotros no podíamos pagar. Jesús, el cordero sin mancha, fue el protagonista de esta obra de reconciliación.
“En la cruz Dios nos vió a nosotros en vez de a su Hijo, y ahora cuando pecamos y nos arrepentimos, Dios ve a su Hijo en vez de a nosotros”
Ahora es Cristo.
En Él la salvación está asegurada, porque Él pagó por todo pecado pasado, presente y futuro de todo aquél que cree, quitando la esclavitud del pecado. Luego nos dio la promesa del Espíritu Santo, el consolador que nos ayuda y guía, a través de quien el amor de Dios fue derramado sobre nosotros y además, nos da testimonio de nuestro destino de gloria con Él.
«Su sacrificio en la cruz fue más que suficiente».
(1 Timoteo 1:15, Efesios 1:7, Hebreos 7:25, 1 Pedro 1:3-4, Romanos 8:16-18,23 )
4. RESTAURACIÓN
La promesa es que Él volverá, para buscar a su iglesia, a sus hijos, y crear nuevos cielos y nueva tierra. Volver al plan original que pensó para nosotros. Habitando con Él, deleitándonos en Él.
Ya no habrá maldad, sufrimiento, desesperanza, ni pecado. Un destino de gloria le espera a todos aquellos que crean en Jesús.
Y su venida es pronta.
(Apocalipsis 21:1-6, Romanos 8:18, Mateo 24:44)
En mi experiencia, ocupar mi tiempo en conocer más el evangelio, estudiando, leyendo su palabra con la motivación de tener una verdadera intimidad con Él, me llevó a vivirlo.
Examinarme día a día me genera asombro y quebranto, y con el paso del tiempo verdaderamente notar cómo mi vida está siendo transformada por el poder de Su Espíritu. Ese cambio que Él hizo en lo más profundo de mi ser, en lo más interno, ese cambio en el corazón, de a poco se va revelando al exterior, mostrándome a mi misma primeramente y a otros también cuáles son sus frutos, aquellos que me dan testimonio de que hizo de mí su morada.
Si no sos creyente, espero que después de leer este mensaje, creas. Porque es el único mensaje que puede darte verdadera vida, es un mensaje de esperanza, son buenas noticias.
Si sos creyente, te animo a que las verdades del Evangelio puedan estar presentes en tu vida siempre. No es un mensaje que sirvió para que creyeras y ahora deberías olvidarte. Este es el mensaje del cual nacemos y por el cual vivimos.
El Evangelio es suficiente, predicalo, tenelo en cuenta cada día, no lo olvides. Meditemos en esto y perseveremos. No lo apartes de tus ojos, ni de tu habla, ni de tu escucha.
Y compartilo. Si lo tenés dentro de tu corazón, debés saber que sos un portador de vida. Mi oración es que Dios pueda usarte para llevar Su mensaje, hasta lo último de la tierra.