Uno de los fundamentos de nuestra fe cristiana, más allá de las denominaciones, grupos, congregaciones, países y edades, es el encargo de evangelizar. Nuestro señor Jesucristo nos encomendó anunciar el Evangelio del Reino hasta lo último de la tierra.
Pero en dos mil años de iglesia, distintas culturas y épocas, debemos de preguntarnos: ¿qué es evangelismo? y ¿cómo lo podemos llevar a cabo para ser más efectivo en el campo? Es por eso que hablamos con Moisés Annacondia, quién nos ayudará a entender más este mandato divino.
La Corriente: Buen día Moisés, ¿cómo podemos entender qué es el evangelismo?
Moisés Annacondia: Evangelizar es transmitir a nuestra sociedad un mensaje claro, basado en la persona de Jesús. Un mensaje 100% escritural, bíblico, y no meramente basado en las necesidades de las personas, que solo busque atraerlas. El mensaje evangelístico tiene que ver con reflejar la verdad del Evangelio, la hermosura y la gloria de Cristo, y esa tiene que ser la herramienta por la cual nosotros buscamos que las personas sean convencidas. No queremos convencerlas dándoles un mensaje que les dé valía a ellos o que les demuestre que en Jesús simplemente todas sus necesidades van a ser suplidas, sino que lo que buscamos es levantar la verdad de Jesucristo, y en contraste la verdad del ser humano y la profunda necesidad que tiene de la persona de Jesús.
LC: ¿Cómo podemos proclamar las buenas noticias de salvación?
MA: Evangelizar se trata de la gloria de Dios y no del hombre principalmente. Proclamar el Evangelio consiste en declarar la grandeza de Dios y la pequeñez del hombre, Su Santidad y nuestro pecado, Su justicia y nuestra justa condenación, Su ira y nuestra rebeldía. Luego, para demostrar la gloria de su gracia, Dios decide manifestar misericordia y gracia a favor del hombre a través de la obra que hizo por medio de su hijo. Creó el mundo para su honra, e incluso nos afirma en su Palabra una y otra vez que Él perdona los pecados del hombre para su propia gloria y por amor a su propio nombre.
Él contiene su ira por amor a sí mismo y se ha dignado realizar una obra en este mundo por causa de Su santo nombre. Ahora bien, esto no significa que Dios no ame al hombre, pero significa que lo ama solo por gracia, y que la motivación que ha encontrado para enviar a Su hijo ha sido primariamente restaurar la adoración de su gran nombre en la tierra.
LC: ¿Para vos existen varias maneras de evangelizar?
MA: Muchas formas de evangelismo que vemos hoy en día son completamente erróneas, ya que se centran en el hombre y hacen ver a Dios pequeño y dependiente de nosotros. Debemos entender que nuestro mandato es otro. Pedro nos dice que tenemos que predicar las virtudes de Jesús y debemos hacer esto hasta que los hombres caigan postrados como el apóstol, diciendo: «Apártate de mí, que soy un hombre pecador».
Debemos predicar la gloria de Cristo hasta que los hombres puedan decir, como el apóstol Pablo: «Por amor del cual lo he perdido todo en vista del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor, por quien todo lo tengo por basura». Necesitamos recuperar este Evangelio que se centra en Dios y en su obra a favor de Jesús, y dejar atrás el evangelio de las ofertas, que ofrece a Cristo simplemente como un mozo que satisface los ídolos que los hombres han creado y que los mantienen lejos de Dios.
LC: ¿A qué te referís con recuperar este Evangelio?
MA: Mirá, el Evangelio bíblico es todo lo que el ser humano necesita. Este es la fe en quién es Dios realmente, y en qué lugar está el hombre, para que el ser humano realmente reciba lo que el Señor quiere darle. En este sentido, es confiar en que no me necesitan a mí, sino simplemente la verdad del Evangelio. Aquí reside el poder de Dios. Pablo afirma que el Evangelio es poder de Dios y para eso tenemos que empezar diciendo: ¿Quién es Dios? para que luego el hombre entienda quién es él mismo.
Luego de esto, es necesario explicar qué ha hecho el hombre en contra de Dios, para poder pasar a demostrar la reacción del Señor en indignación, tristeza, ira, juicio, pero también en amor, misericordia y gracia. Escribir la obra de Cristo en nuestro favor y finalmente llamar al hombre a arrepentirse de no haber amado a Dios con toda su mente, corazón y fuerzas, y poner su confianza solamente en Dios, de tal manera que el hombre crea en Sus palabras y obedezca todos sus mandamientos.
LC: ¿Vos creés que se evangeliza según lo que enseña la Biblia?
MA: Te lo voy a decir de esta manera, podría considerarse que Argentina necesita ser re-evangelizada. Esto puede sonar chocante, pero es necesario que así lo sea. Tenemos que chocarnos con la verdad y la realidad de que en muchos casos, nuestras iglesias no manifiestan la realidad del poder de Dios porque nuestro evangelismo ha estado mal. Si una iglesia no se ve como columna y baluarte de la verdad, si sus miembros no están llenos del Espíritu Santo y no reflejan el carácter de Jesús sino que más bien se mueven en libertinaje e hipocresía, trayendo deshonra, blasfemia y descrédito al nombre del Señor, se debe a que hemos evangelizado mal.
Si la Iglesia no experimenta poder, no se debe a que la palabra de Dios haya perdido autoridad, sino a que hemos reemplazado este mensaje por métodos humanos.
Nos hemos convertido en mercaderes evangélicos que comercian la fe, que ofrecen a los hombres los ídolos que Dios quiere destruir, en vez de predicar la ley y la gracia.
Moisés Annacondia
Hemos ofrecido a un Dios humanista que se inclina ante el hombre, que está a su merced y al cual podemos tratar como queremos. Hemos ofrecido al Jesús popular, al de los panes y los peces, en vez de mostrar que Jesús huye de esa falsa corona.
LC: ¿Qué consejo le darías a los predicadores y evangelista de esta generación?
MA: Debemos predicar la ley hasta que los hombres, al ver la santidad de Dios, digan: «¡Ay de mí, que estoy muerto porque soy un hombre pecador!». Debemos entender que Cristo nunca será dulce hasta que el pecado sea amargo. Por esto, debemos proclamar la belleza de la gran obra de Cristo, quien vivió en nuestro lugar la vida de perfecta obediencia a la ley de Dios que nosotros deberíamos haber vivido. El mismo que murió bajo la ira de Dios que nosotros despertamos, siendo hijos de ira e hijos del diablo.
Mostremos cómo Jesús resucitó victorioso de entre los muertos, habiendo clavado en la cruz el acta de los decretos que nos era contraria y habiendo despojado las huestes de maldad de toda autoridad, destruyendo por medio de su muerte el imperio de la muerte. Como Él entonces ascendió a los cielos y fue exaltado, coronado como Señor de los señores y Rey de los reyes. Demostremos que todos aquellos que no se arrepientan perecerán igualmente, que Cristo pronto volverá y cuando Él vuelva pagará a cada uno conforme a sus obras.
Nuestra tarea es proclamar la ira del Cordero, que llevará a los hombres a clamar a las montañas que los escondan para escapar de Él. Mostrar que Jesús sólo reconocerá como escogidos a aquellos que hayan permanecido velando hasta el fin. Entonces y sólo entonces, podremos dar a luz verdaderos discípulos de Jesús, que conformen iglesias locales genuinas, que cumplan con la gran comisión y restauren la adoración del nombre de Dios en la tierra.
Este ciertamente no será un evangelio popular. Sin embargo, esta es la única esperanza que el mundo tiene, porque agradó a los hombres salvar a los creyentes por la locura de la predicación, la cual es tropiezo para los gentiles e insensato para los judíos. Pero para los que creen, Cristo es el poder y la sabiduría de Dios.