Si bien los beneficios de una alimentación sana no son ninguna novedad, podemos coincidir también que la sociedad actual ha ido estableciendo pautas que degradan poco a poco nuestra calidad de vida y que no tienen que ver particularmente con los alimentos que consumimos, sino con nuestra rutina diaria.
Nuestra alimentación y nuestra alma están directamente vinculadas. La calidad con la que alimento mi cuerpo, el orden en el que lo hago, las cantidades, los horarios y la actitud frente a lo que significa tal acto en sí mismo, habla de nuestro amor propio y cuidado del templo del Espíritu Santo.
“Ustedes son el templo santo de Dios. A cualquiera que destruya su templo, Dios también lo destruirá”. (1 Corintios 3:17 BLA)
Una alimentación incompleta o incorrecta no solamente despierta enfermedades que alteran nuestro presente y futuro, sino también reflejan algunos aspectos sin resolver o carencias internas. Por eso, es importante aprender a leer y a limpiar nuestro organismo, sin esperar soluciones mágicas o pastillas “milagrosas”. No dejemos nuestra calidad de vida en manos de terceros y derribemos esos mitos de antaño de que toda enfermedad siempre proviene de una “mala” genética.
“Vivamos todas las etapas de nuestra vida con dignidad y respeto por el diseño de Dios; no esperemos un diagnóstico grave para comenzar a modificar nuestros hábitos”
La Biblia nos enseña en 1 Tesalonicenses 5:23 que somos seres tripartitos: cuerpo, alma y espíritu, y estas trabajan como un todo. Estas áreas deben estar en constante limpieza; así como trabaja el alma a través del espíritu, de la misma manera trabaja el cuerpo, el cual recibe órdenes a través de la voluntad y la disciplina.
Nuestro cuerpo siempre responderá al “yo”, al ser imperfecto y rebelde, es por eso que la disciplina que yo le imparta es fundamental. La disciplina forma parte del carácter de una persona y se forja sin tener el deseo de obedecer, hasta formar un hábito. Si logras organizar tus conductas alimenticias, estarás dejándoles a tus hijos códigos y herramientas acerca del amor y el respeto por el templo en el que Dios habita.
“Una vida entregada a Dios siempre optará por cuidar el templo del Espíritu Santo y alinearlo al estado de nuestra alma y espíritu”
Es importante respetar los horarios biológicos de nuestro cuerpo: horarios para descansar y para alimentarnos. Así mismo, direccionar los pensamientos hacia una conducta organizada para lograr una alimentación y descanso sano y equilibrado. Sin este equilibrio, el cuerpo sufre y funciona mal, reduciendo así nuestra calidad de vida.
Nuestro organismo se expresa en otro idioma y no con palabras; es un espejo que refleja la dieta que llevamos. Profundizando un poco más, podría decirse que muchas enfermedades tienen un origen espiritual que hablan de un posible desorden.
Me ha tocado ministrar a personas con trastornos asociados a la alimentación, las cuales conocemos como bulimia y anorexia. Estas enfermedades operan en la mente y distorsionan la percepción de la imagen castigando al cuerpo; considero que estos trastornos pueden tener una raíz espiritual.
Te animo a planificar cada una de tus comidas, mastica muchas veces y hazlo lento; escucha a tu organismo, ya que Dios ha depositado sabiduría e inteligencia en cada una de las células de tu cuerpo. El poder reparador y regenerativo de nuestro Creador, se encuentra en cada cosa diseñada por Él.
“Y Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el vino que él bebía” (Daniel 1:8)
Daniel se propuso, es decir, tomó la decisión de no comer aquello que dañaba su cuerpo y afectaba su espiritualidad. Esto habla de su deseo constante de agradar a Dios a través de su dominio propio y su respeto por el templo del Espíritu Santo.
En el alma se alojan las emociones, el amor propio, la autoestima, las inseguridades y todo aquello que nos hace seres humanos. En el afán de rellenar estos huecos a nivel almático, nos volvemos propensos a caer en vicios y prácticas autodestructivas, que terminan arruinando nuestra salud y debilitando nuestra relación con Dios.
“Cada vez que renunciamos a todo aquello que nos daña, estamos negando nuestra naturaleza pecaminosa y al mismo tiempo recibiendo unción y disciplinando nuestra carne”
Si hoy te has dado cuenta de que no has cuidado lo suficiente el templo de Dios y tu estilo de vida parece no tener salida, quiero decirte que solamente Él conoce los tiempos de cada una de sus hijas y es quien revierte cualquier diagnóstico o hábito incorrecto.
Aceptarnos tal cual Dios nos hizo no es tarea fácil; amar el diseño que Él mismo preparó para cada una de nosotras es una tarea de todos los días. “Amar es una decisión, no un sentimiento”, solemos decir; y yo me pregunto: ¿Esto no vale también a la hora de amarnos? ¿El amor propio no será también una decisión diaria?
“Amarás a tu prójimo con el mismo amor con que te amas a ti mismo” (Mateo 22:39 NBV)
¿Cuánto te amas? Esa misma medida de amor, será la que puedas brindarles a otros. Ahora bien, si te miras al espejo y no amas lo que ves, nunca podrás amar a quienes te rodean.
La imagen que mi espejo me devuelve hoy habla de Su amor por mí y de una nueva oportunidad; porque Él no va a dejarte hasta que haya hecho contigo lo que una vez te prometió.
¡Bendiciones!