Durante toda mi niñez, el tema cotidiano de la casa eran las naciones, la evangelización mundial y los no alcanzados.
Recuerdo tener que despedir de manera habitual a tíos o amigos cercanos que se mudaban a otro continente. También recuerdo vívidamente ver a mis papás dependiendo de Dios tanto para un boleto de avión como para un kilo de pan y un litro de leche. En casa se respiraban misiones, era normal cantar alabanzas en muchos idiomas y comer comidas de otras naciones.
Tenía diez años cuando Dios me habló de su corazón misionero, fue en India, y todavía se me eriza la piel al pensar en todas las formas de llegar a aquellos que no conocen a Dios. Un tiempo más tarde, a mis doce años, en un impacto evangelístico en Villa Gesell, Jesús me habló de alcanzar a artistas. No solamente al público sino llenar de Él el arte y aquellos que lo viven.
Desde entonces comencé a meterme en cada espacio que me permitiera conocer gente del medio artístico. Durante mi adolescencia hice varias cosas con música y danza, junto a un ministerio de JUCUM viajamos por distintos países donde las coreografías eran la oportunidad de charlar en otros idiomas y hablar de Jesús.
Al pasar los años, Dios me llevo a Hawái, donde me capacité en actuación y conocí a mi esposa. Juntos interpretamos distintas obras de teatro, así como películas locales. Con el tiempo, nuestra profesión comenzaba a consolidarse cuando Dios nos sorprendió llamándonos a volver a Argentina. Dios me dio un nombre especifico de un artista nacional al que le tenía que predicar. Era claro que teníamos que compartir de su amor a uno de los referentes del teatro musical en Argentina.
Sin dudarlo, terminamos nuestros compromisos y nos compramos pasajes hacia lo desconocido, solo con el nombre que Dios nos había dado y la confianza de ver milagros.
En Argentina nos tocó comenzar todo de nuevo. Me inscribí en un taller de actuación que dictaba el artista del que Dios nos había hablado. No pasaron muchas semanas hasta que tuve la oportunidad de hablarle del amor de Dios. Para mi sorpresa, el quedó impactado por ese mensaje de amor y desarrollamos una profunda amistad.
Dios fue abriendo caminos y con el tiempo pudimos no solo actuar en muchas obras de calle Corrientes, sino que muchos otros pudieron transitar el camino de escuchar de forma personal sobre Jesús y el poder de la cruz, técnicos, maquilladores, sonidistas.
Misioneros en el arte
Pasaron 13 años desde que empezamos, y al mirar atrás veo el camino recorrido en tiempos de oración en camarines, recuerdo testificar de Jesús en muchos ensayos, orar por enfermos, por matrimonios a punto de divorciarse. Cada una de esas oportunidades nos permitió conocer a Dios personalmente y hacerlo conocido para quien lo necesitase.
Hoy escribo estas palabras a punto de salir al escenario. Para nuestra sorpresa, Dios nos desafió a invertir en Estados Unidos y volvimos a comenzar. Esta vez con tres hijos que crecen escuchando de misiones, alabanzas en otros idiomas y despidiendo amigos. Sea desde las luces del escenario o arrodillado intercediendo por aquellos que no conozco, permanecemos agarrados de la Palabra de Dios, comprometidos con que todos los conozcan a Él.
Diego Rodríguez. Misionero en las artes. Casado, con tres hijos. Junto a su esposa predican de Jesús. Actualmente viven en Estados Unidos.