Emulando el título de la gran obra de García Márquez (El amor en los tiempos del cólera),el amor en estos tiempos se ha visto desafiado. La tasa de solicitudes de divorcio ha llamado la atención en diferentes países. Se ha puesto a prueba la capacidad de convivir que no es otra cosa que “vivir con … otros”.
Los cambios que se nos vinieron encima llevaron a muchos al extremo de la paciencia. No todos son beneficios cuando hablamos del home working (trabajar desde casa). Esta modalidad de trabajo puede tener su encanto como su desencanto.
Está bueno poder ir a trabajar en pantuflas y pijamas, pero la realidad supera la ficción cuando la familia sabe que mamá está en casa 24/7. Hay un atractivo especial en la comodidad de saber que mamá puede hacerlo porque en realidad está trabajando, pero está en el living o en el cuarto.
Y aunque somos mujeres todoterreno nos encontramos con muchas obligaciones que no teníamos. Charlas por Zoom que nos exigen estar al menos maquilladas y peinadas,cambiándonos, aunque sea de la cintura para arriba.
Muchas de esas clases o reuniones se ven interrumpidas por niños que lloran o hermanos adolescentes peleando entre sí. Y no dejemos de citar a los esposos que también están reinventándose en tiempos pandémicos.
Todos nos ajustamos y queremos lo mejor, pero el carácter es probado de manera diferente.
Sin lugar a duda podemos decir que es algo nuevo. Al menos desde la última pandemia mundial, llamada “gripe española”, nadie había vivido una situación como esta. Y merece que lo tengamos en cuenta cuando estemos al borde del “desborde” si me permiten la redundancia.
Más que nunca necesitamos calmarnos. Había una publicidad argentina que decía: “Me tomo cinco minutos… me tomo un té”. Aunque parezca simple, encierra una gran verdad: la necesidad de tomarnos pequeñas pausas que nos ayudan a ver las cosas desde otra perspectiva.
Sin lugar a duda podemos decir que es algo nuevo. Al menos desde la última pandemia mundial, llamada “gripe española”, nadie había vivido una situación como esta. Y merece que lo tengamos en cuenta cuando estemos al borde del “desborde” si me permiten la redundancia.
Más que nunca necesitamos calmarnos. Había una publicidad argentina que decía: “Me tomo cinco minutos… me tomo un té”. Aunque parezca simple, encierra una gran verdad: la necesidad de tomarnos pequeñas pausas que nos ayudan a ver las cosas desde otra perspectiva.
Algunos tips para tener en cuenta en este tiempo especial:
1. Recordar que todo pasa. Esto no será la excepción
Cuando estaba por casarme tenía tanta ansiedad con los preparativos previos que no podía disfrutar como quería esa bella etapa. Una compañera de estudios un día me dijo en tono de broma: “¡Todo llega y todo pasa, tranquila!”. Fue un comentario acompañado de risas, que no he olvidado jamás. Tal vez no sabe que lo sigo recordando, pero me ayuda cuando hay algo que me insume tiempo y esfuerzo. Pienso lo mismo. No debo preocuparme al extremo porque esto también pasará.
2. Valorar la bendición de las posibilidades
Tenemos posibilidades que muchos desean. Es posible que escuchemos niños jugando o gritando porque en la casa tenemos esa bendición. Tenemos cosas que limpiar u ordenar porque tenemos muebles, utensilios, ropa, etc. Elementos de los cuales carecen muchísimas personas.
El otro día miraba un documental sobre los refugiados climáticos quienes han tenido que dejar sus hogares ya que por diferentes razones hoy son zonas inhabitables. Recuerda que no todos hoy tienen una casa, un lugar, una familia. ¡Amiga, tenemos mucho para valorar!
3. Tendremos cosas para contar y compartir que nos permiten aprendizajes para la vida
Cuando hablamos con otras personas que necesitan un consejo o una palabra de aliento muchas veces hacemos referencia a experiencias vividas. Y somos escuchadas por, justamente, eso que vivimos o logramos atravesar. Poder extraer enseñanzas para la vida es una oportunidad que Dios nos da de adquirir sabiduría.
4. Redireccionar los enojos y tratar de pensar la situación desde diferentes ángulos y miradas
Es algo que aprendí con mis niños pequeños y también aplicamos con mi esposo. Hubo un tiempo particular que me enojaba al cansarme y me costaba manejar ese impulso. Pedí a Dios que me ayudara a procesar mis emociones. Me di cuenta de que cuando salía a caminar un rato, volvía más tranquila y podía hablarlo de otra forma. El reto o corrección de los niños debe ser con firmeza, pero el enojo nunca es un buen consejero. Uno puede herir con las palabras. Lo mismo ocurre en un matrimonio. Hablando de buena manera podemos lograr más.
Sin lugar a dudas el amor puede verse probado, pero si es amor real pasará la prueba.
“Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor” (1 Corintios 13:13).