Vivimos en un mundo donde todo está al alcance de un click… Nos desplazamos por imágenes, saltamos de historia en historia, recibimos mil estímulos por día, pero… ¿realmente vivimos?
“Pero la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad…” Juan 4:23
Byung-Chul Han es un filósofo surcoreano que explica esta cuestión en su libro “No-Cosas” de una forma muy cruda: nos hemos llenado de datos y hemos perdido el ser. Ya no recordamos con el alma, almacenamos información.
Ya no pensamos, reaccionamos. Ya no habitamos el mundo: lo consumimos. Y sin darnos cuenta, esa lógica digital penetra también nuestra fe: convertimos la vida espiritual en productividad, la oración en rutina, la Palabra en contenido. Nos acostumbramos a vivir sin profundidad. Sin Espíritu. Pero Jesús nos invita a otro camino.
En Juan 4, Jesús se encuentra con una mujer samaritana. Ella llega al pozo con un cántaro, buscando agua. Pero Jesús ve más profundo: no sólo su necesidad física, sino la sed del alma, y le ofrece algo diferente:
“El agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna.” (Juan 4:14)
Y luego dice algo aún más radical:
“Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.” (v.24)
Aquí hay una clave: para que el alma sea libre, el espíritu debe ser vivificado. No basta con sentir, pensar, hacer. Necesitamos que el Espíritu de Dios habite en nosotros, y nos vuelva a conectar con la fuente.
El alma saturada vs. el espíritu vivificado. La crítica filosófica de Han a la era digital no es solamente cultural: es espiritual. Estamos saturados de información, pero hambrientos de vida interior. Vivimos hacia afuera, expuestos, distraídos. Pero el Evangelio no nos llama a producir, sino a habitar en el descanso. No nos llama a aparentar, sino a ser.
El apóstol Pablo lo dijo claramente:
“Porque los que son del Espíritu piensan en las cosas del Espíritu… Porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis.”
(Romanos 8:5,13)
Pablo habla de una vida nueva, una vida que no se mueve por lo visible ni por lo inmediato, sino por el Espíritu que da vida y rompe la esclavitud. Vivir en el Espíritu es recuperar el sentido, la calma, la verdad. Es salir del torbellino y entrar en comunión.
En su libro “El quebrantamiento del hombre exterior”, Watchman Nee nos enseña que el hombre interior (el espíritu) está muchas veces encerrado por el hombre exterior (el alma natural, la carne, la personalidad no rendida). Y que solo cuando ese hombre exterior es quebrantado, el Espíritu puede fluir con libertad. Esto se relaciona profundamente con el mensaje del Evangelio, y con la crítica cultural que venimos mencionando: vivimos tan ocupados, tan llenos, tan satisfechos con lo externo, que el Espíritu queda encerrado.
Por eso, muchas veces Dios permite el quebrantamiento. No como castigo, sino como liberación. Para que el hombre interior —ese que está en comunión con el Espíritu de Dios— pueda vivir verdaderamente.
Volver al inicio: adorar en espíritu y verdad
¿Qué tiene que ver todo esto con nuestras vidas digitales, nuestros celulares, nuestras redes? Todo. Porque no se trata solo de hábitos, sino de dirección espiritual.
- Si vivimos sólo hacia fuera, nuestra vida será ruidosa.
- Si vivimos desde dentro, por el Espíritu, entonces viviremos en verdad.
Jesús no vino a ofrecer una mejora en nuestra productividad espiritual. Vino a ofrecernos una nueva vida, desde el interior. Vino a hacer posible que el ser profundo —el que recuerda, piensa, ama, contempla— sea vivificado por el Espíritu Santo. Del dato al encuentro, del ruido al silencio.
En tiempos donde todo compite por nuestra atención, el Evangelio nos ofrece algo completamente distinto: la realidad. No algo que deslizamos con el dedo, sino alguien que nos habla en el pozo. No una reacción rápida, sino una adoración en espíritu y verdad.
Volver a ser reales, hoy, es más que una reflexión filosófica. Es un llamado del cielo. Es permitir que el Espíritu de Dios nos despierte del ruido, nos quebrante si es necesario, y nos haga verdaderamente libres.
“Donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad.” — 2 Corintios 3:17