Quiero compartirte una clara verdad y es que Dios trabaja de forma sobrenatural también en el mundo de los negocios. Tener confianza en que Él cumple sus promesas es uno de mis mayores secretos que puedo revelarte.

En la Biblia, en el libro de Lucas (5:1-7), encontramos un episodio en el que Jesús le pide a Pedro utilizar su barca para poder hablarle a una multitud. Al finalizar, le dice a su discípulo que vaya a aguas profundas y eche las redes para pescar. Quiero que prestes atención a esto. Él era pescador de profesión, no era un novato. 

Jesús fue a buscar a Pedro a su negocio.

Jorge Paretti, Director de Vimar – Toray S.A.

Esa noche en particular, éste venía de no pescar nada habiendo pasado toda la noche pescando. Era un área profesional que manejaba con seguridad y experiencia. Sin embargo, contra toda lógica, Pedro subió a la barca e hizo lo que Jesús le había dicho que hiciera. El resultado fue que debido a la gran cantidad de peces que sacaban, las redes se rompían. 

El momento en que Pedro comenzó a triunfar fue solo después de que le permitió a Jesús subir a su barca e invertir en su negocio. Quiero decirte, que a Él le importa tanto tu vida como tu negocio. Si queremos ver una transformación, su obrar sobrenatural, lo que necesitamos es que Cristo entre y forme parte de nuestras decisiones, de nuestra profesión, de nuestros sueños, de nuestro trabajo… ¡y de nuestros negocios!

A mí, personalmente, me tocó experimentarlo y aprenderlo de la siguiente manera: Durante una gran crisis en la cual la compañía que dirigía estaba a semanas de quebrar, tuve un encuentro con Dios, en el cual le entregué el control de todo lo que estaba sucediendo.

Me tocó confrontarme a mí mismo y decirle al Señor: «¡No puedo seguir más así! Dios esto es tuyo, no mío. Haz algo». Él no se hizo esperar. A la semana empecé a ver el milagro. 

Jorge Paretti, Director de Vimar – Toray S.A.

La exportación milagrosa

Me encontraba en la oficina cuando sonó el teléfono; era una compañía de Brasil que quería comprar una cantidad de alfajores durante el verano equivalente a cuatro camiones. Además de comprarlos en plena temporada baja, ellos se hacían cargo de todos los gastos de transporte, diseño y marca. ¡Era justo la cantidad que necesitábamos para transitar los meses de verano, hasta llegar al invierno y retomar la temporada! 

Estábamos a un día de firmar el contrato cuando telefónicamente me dijeron: «Jorge, usted sabe que mañana tiene que firmar, ¿verdad? Ah, y a propósito, el nombre del alfajor será Punta del Diablo». Al escuchar esto me quedé petrificado. Mi esposa, con su gran talento para percibir lo que aún no sabe, me preguntó qué sucedía. «El nombre del alfajor va a ser Punta del Diablo», dije. 

Mis palabras se acercaban más a un balbuceo, pues estaba seguro de lo que vendría a continuación. Ella abrió sus ojos en una reacción de total desconcierto, e instantáneamente pude ver en su rostro la firme decisión que ya había tomado. Con una tremenda claridad que solo Dios da, me respondió: «¿Punta del qué? Mira, ¡yo con la palabra diablo no hago negocios!». Mi silencio era absoluto porque mis pensamientos extinguían cualquier palabra que quisiera decir. 

Mi esposa repetía una y otra vez lo que antes me había dicho. Inesperadamente, una pregunta salió de sus labios que silenció todos mis interrogantes: «¿Tienes dudas de hacer negocios con el diablo?». En ese instante, mi claridad fue total. Llamé a la compañía brasileña y les conté que, por nuestros principios, no podíamos elaborar un producto que llevase ese nombre. 

Empeorando aún la situación, me respondieron que era imposible cambiarlo, porque la marca ya estaba registrada y el logo creado. Sabía que necesitábamos de este contrato para subsistir, pero no podía sacar de mi mente la pregunta de mi esposa. Finalmente, no tuve más opción que decirles: «Lamentablemente, si desean seguir utilizando ese nombre, nosotros no podríamos continuar con el proyecto«.

Pasaron algunos días y no obtuve más respuesta. Pensé que al fin y al cabo, todo se habría esfumado. No era que estaba arrepentido, sin embargo, me había quedado la desazón de que una gran oportunidad se había perdido. Cuatro semanas pasaron hasta que el teléfono volvió a sonar. «Hola Jorge, hemos cambiado el nombre del alfajor y ahora se llama Alfajores del Sur. Está bien así, ¿verdad?”. 

No podía creerlo. Me estalló el corazón de alegría, pero traté de mostrarme lo más calmado posible, y dije: «¿Alfajores del Sur? ¡Suena excelente!». Un nuevo estudio de mercado había revelado que esta nueva marca tenía mucha más aceptación que la anterior.

En el momento en el que las dudas aparecen poniendo a prueba nuestros principios, hacerse la pregunta correcta puede traer más claridad que miles de afirmaciones.

Jorge Paretti, Director de Vimar – Toray S.A.

Colgué el teléfono y agradecí a Dios. Ni mi esposa ni yo nos hubiésemos imaginado que el Señor obraría de esta manera. ¡Habíamos elegido el camino correcto! Ahora podíamos estar confiados que era junto a Dios que estábamos haciendo negocios. Fabricamos el pedido de alfajores, y concluimos la transacción. Así afrontamos la temporada baja con éxito. Pedro, dos mil años atrás, había vivido una pesca milagrosa, en esta oportunidad, ¡nosotros experimentamos la exportación milagrosa!

Tiempo después, al no recibir más noticias de mis nuevos y flamantes clientes brasileros, intenté contactarlos por todos los medios. No había forma de comunicarse con ellos, así que decidí viajar hasta las oficinas de Brasil. Cuando llegué al edificio, me informaron que el espacio que ocupaban en un segundo piso estaba completamente vacío. 

El encargado de seguridad me dijo que no sabía nada, ni quiénes eran ni a dónde se habían mudado. La compañía que me contactó para solicitarme cuatro camiones de alfajores, así como había aparecido, ¡ahora había desaparecido de la noche a la mañana! Así que mi familia y yo podemos afirmar que Dios opera de manera sobrenatural. Si, ¡también en los negocios!

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Jorge Paretti

Integrante de Comunidad PEC

Director de Vimar – Toray S.A.