Didier “el freezer” Naguel es un peleador profesional de kickboxing, muay thai, K 1 y artes marciales mixtas. Se consagró campeón argentino de kickboxing HFC en 2018 y campeón mundial de muay thai UMK en 2019. Mientras se prepara para volver a competir, a sus 28 años, ya abrió dos gimnasios en los cuales entrena a gran cantidad de jóvenes. Casado con Fernanda y padre de 2 chicos, también trabaja como agente de tránsito en el gobierno de la ciudad. Sirve en su iglesia en uno de los grupos abocados a ayudar a personas en situación de calle y vulnerabilidad. Si bien fue apodado “el freezer”, lejos de ser frío, hoy vive con el fuego del Espíritu Santo en su interior, y como muchos atletas de Cristo, ha encontrado en su deporte una oportunidad para llevar el mensaje del Evangelio.

LC: ¿Cómo empezaste a practicar estas disciplinas?

DN: Empecé con la intención de hacer una actividad deportiva. Yo siempre jugué al futbol, desde chico, jugué en las inferiores de varios clubes hasta que a los 15 años me quedé libre y estuve varios meses sin hacer nada. Mi hermano mayor había empezado a dar clases de artes marciales y yo fui a probar. Enseguida me entusiasmé, tuve un tiempo de aprender y prepararme, y cuando hice mis primeras peleas me di cuenta de que tenía talento y condiciones para llegar lejos, por lo cual lo primero que me propuse fue llegar a ser peleador profesional. 

LC: ¿Cuándo pudiste llegar a ese objetivo?

DN: Pasó todo bastante rápido, porque por lo general los competidores tienen un largo recorrido como peleadores amateurs hasta llegar a profesionales. Hice once peleas como amateur y ganando todas pude salir campeón, entonces con tan solo 17 años me pasaron a profesional. 

LC: ¿Qué cosas de la vida de adolescente tuviste que resignar?

DN: Es lógico que cuando uno quiere ser un deportista de elite tiene que dejar muchas cosas de lado, por ejemplo, salidas con amigos, fiestas de cumpleaños, etc., e invertir muchas horas de entrenamiento. Me tocó tener que hacer muchas dietas y privarme de comer un montón de cosas. Este es un deporte en el que para competir a un nivel alto hay que mantener un peso específico, por lo que la primera batalla que hay que ganar es contra la balanza.

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LC: ¿Cómo lograste el título de campeón argentino de kick boxing?

DN: Si bien yo estuve varios años entre los mejores de mi categoría, no se me había dado la oportunidad de ganar el título. Yo venía de intentarlo por mucho tiempo, de varios momentos de frustración en los cuales me preguntaba si esto era lo mío, si tenía que seguir o buscar otra cosa.

En 2017, en medio de algunos procesos personales fuertes para mí, fue cuando pude conocer a Cristo, y estando en oración Dios me mostró que tenía un propósito para mí en este deporte.

Tiempo después se armó una selección de los mejores peleadores de mi peso en el país, y gané la semifinal por knock out y la final por fallo unánime. 

LC: ¿Por qué el apodo de “el freezer”?

DN: Todos los peleadores tienen apodo. En mi caso, siempre me ha costado entrar en confianza, entablar una conversación, yo era bastante cerrado, callado, tal vez un poco tímido, desconfiado de mostrar mis emociones y mis sentimientos. Aparte, cuando entrenaba siempre estaba serio, trataba de no demostrar dolor ni cansancio. Obviamente que hoy ya no soy el mismo, porque fui madurando, pero también porque Dios ha ido moldeando mi carácter.

En el gimnasio primero me decían cubito o heladera, hasta que me quedó “el freezer”.

LC: ¿Cómo conociste a Cristo?

DN: Estaba pasando momentos emocionales y familiares difíciles. Tenía ataques de ira y de ansiedad y sentía que había tocado fondo, sabía que necesitaba algo y no sabía qué. Si bien teníamos conocidos que ya nos venían hablando de Jesús, un día, viajando en colectivo, vi un cartel que decía “cruz = amor”, de la iglesia de Hillsong. Pensé que era un recital o algo así y le dije a mi esposa de verlo por YouTube. En realidad, lo que se trasmitía era una reunión, y unos días después fuimos con los nenes, sin conocer a nadie, tan solo para “ver qué onda”. En esa primera vez en la iglesia, Dios tocó nuestros corazones de una forma tremenda y a partir de ahí todo cambió.

LC: Dijiste que Dios tenía un propósito con vos al subirte a un ring ¿Cómo es eso?

DN: Cada peleador elige con qué música es presentado al subir al ring, yo subo con canciones cristianas, hago una oración dando gracias a Dios ni bien subo al ring, y todo el mundo lo ve. Es un ambiente en el que hay mucha necesidad, y ya todos me conocen, entonces muchos se me acercan a preguntarme y tengo la oportunidad de hablarles de Jesús. La religión ha instalado el concepto de que si practicas ese deporte no podés ir a la iglesia o no podés ser cristiano. Pero la realidad es que es un deporte de contacto en el que, finalizada la pelea, los competidores nos abrazamos o saludamos con respeto. La violencia es otra cosa, tiene que ver con una actitud del corazón.

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Tomé para mí el versículo que dice que El Señor nos manda como ovejas entre lobos, por eso es que me propongo poder mostrar a Cristo cada vez que pueda. 

LC: Tu esposa también es peleadora profesional ¿Cómo es compartir esa misma pasión?

DN: En realidad conocí a Fernanda en este ámbito. Ella era mi alumna y tiempo después nos pusimos de novios. Llevamos casi nueve años juntos y gracias a Dios tenemos dos hijos hermosos. Vengo trabajando con ella desde que arrancó, y si bien estoy acostumbrado a verla competir, cuando le toca a ella tengo más adrenalina que cuando peleo yo, me pongo nervioso y me preocupo demasiado, pero fundamentalmente porque quiero que le vaya bien.

LC: ¿Qué significa ser profe?

DN: Tengo 2 sedes, una en Mataderos y otra en Lugano, y le doy clases a un montón de chicos, muchos de ellos llegan con diferentes problemáticas. Muchos jóvenes llegan lastimados emocionalmente, con muchas dudas acerca de poder lograr sus metas, les dijeron que no servían, les han hecho creer que no van a cambiar y que no pueden ser mejores. Me ha tocado recibir alumnos con sobrepeso, y no solo han logrado adelgazar, sino cambiar hábitos, verse y sentirse mejor, y tener una mejor salud. Llegan jóvenes con adicciones, que no tienen claro adónde pedir ayuda, y trato de darles contención y aceptación, generalmente enseguida encuentran un propósito en qué enfocarse y los veo cumplir metas que ni estaban en su cabeza. Cada caso es distinto, a muchos les surgen nuevos desafíos a medida que mejoran, pero yo me tomo cada objetivo como propio para ayudarlos a alcanzar lo que anhelan. Les hago ver que, si bien los procesos son duros, el esfuerzo, el sacrificio y la disciplina, a la larga les van a dar su recompensa.

Más allá de que me pone contento que aprendan la parte técnica, verlos mejorar y subirse a un ring a competir, mi mayor satisfacción está en verlos cumplir sus objetivos.

LC: ¿Quién es Dios para vos?

DN: Dios es mi papá, mi amigo, mi confidente, Quien guía mis pasos. Y cada vez que me subo a un ring quiero darle toda la gloria a Él, que la gente sepa que hay un Dios vivo que puede salvarlos.