Es muy probable que hayas escuchado hablar de la oxitocina como la hormona ligada al parto y al nacimiento, pero ella es mucho más que una sustancia que marca el inicio de nuestras vidas.

  • La oxitocina es mucho más potente que algunas de las drogas más conocidas.
  • En el cerebro la oxitocina “se come” el cortisol, hormona vinculada al estrés, ya que contrarresta sus efectos. En términos bíblicos, el perfecto amor (oxitocina) echa fuera el temor (cortisol). 
  • Está ligada a la salud tanto física como mental.
  • Este antídoto tan poderoso se obtiene con palabras de amor, contacto físico y especialmente con abrazos.

Para hacer corto el camino largo, te cuento que cuando recibimos un abrazo hay activación en nuestro sistema nervioso, y el resultado de este proceso es una reacción química, la descarga de la tan valiosa sustancia oxitocina, que llega al torrente sanguíneo desencadenando sentimientos de calma, amor y generosidad. 

Este neurotransmisor está implicado en comportamientos relacionados con la confianza, la formación de vínculos, la empatía y la compasión. Gracias a esta sustancia que somos capaces de producir de manera natural experimentamos bienestar, relajación, placer y disminución de la angustia y dolor.

En la Biblia también encontramos palabras de aliento que nos hacen generar oxitocina, expresiones cargadas de afirmación, de valoración y ternura, palabras como “no te llamé sierva, te llamé amiga” (Juan 15:15) “no vine para condenarte sino para salvarte”,” ante mis ojos sos de gran estima” (Isaías 43:4).

La importancia fundamental de lo que significa un abrazo también es algo que encontramos en los relatos de la Biblia, lo descubrimos en una parábola del reino de los cielos donde un padre mediante el abrazo restaura una relación con un hijo que viene de no tener sus mejores días y de tal vez haber decepcionado a la familia.

En el libro de Habacuc, cuyo significado es precisamente abrazo, el profeta empieza el relato desde el rechazo, el enojo, la queja y luego de orar y expresar todo eso a Dios logra reconciliarse con su nombre y abrazar la situación: “aunque la higuera no florezca, ni en las vides haya fruto, aunque falte el producto del olivo… con todo yo me alegraré en Jehová (Habacuc 3:17).

Y estas situaciones no solo están en la biblia, son más bien cotidianas, hijos dando portazos y cerrando el acceso hacia un vínculo, adolescentes consumiendo sustancias que los matan en vida, familias donde las quejas y la frustración abundan porque hay demasiada desesperanza.

Y en el medio de tanta pérdida aparecen los abrazos que acercan cuando hay dolorosa distancia, o pocas esperanzas; abrazos firmes en ambientes inestables, abrazos que resucitan, abrazos que integran lo que estaba agrietado, segregando oxitocina, como si se tratara de un “pegamento emocional”.

Como sabrás, suelo dar una definición etimológica, y este artículo no va a ser la excepción. La palabra oxitocina significa “rápido nacimiento”, entonces ella me enseña que el abrazo puede ser un útero para gestar y dar vida a los vínculos; que vale la pena intentar llenar de oxitocina nuestro hogar. 

Es una sustancia gratuita y a la vez muy costosa, ya que para generarla hay que olvidar viejos dolores, perdonar, aplastar el orgullo. En fin, sanar. Pero como en un parto, la oxitocina nos recuerda que dolor y fruto pueden besarse y reconciliarse.

Querida mujer, hoy solo tengo una única propuesta en tu hogar, en tus vínculos, a tus sueños, o a tu trabajo, a tu iglesia, llénala de oxitocina.

 ABRAZA.

Licenciada en psicología. Trabaja con docentes y niños en una institución educativa como también en el consultorio particular donde atiende adolescentes y mujeres. Forma parte de un equipo de pastores y junto a su esposo acompañan matrimonios con el fin de fortalecer familias.