Estrés, un término que escuchamos a menudo… ¡Jesús puede darnos descanso!

El estrés es un sentimiento de tensión física o emocional que puede provenir de cualquier situación o pensamiento que nos haga sentir frustrados, enojados o nerviosos. Es la reacción del cuerpo a un desafío o demanda que nos sobrepasa. 

En pequeños episodios, puede ser positivo, como cuando nos ayuda a evitar el peligro o a cumplir con determinadas tareas en una fecha límite. Pero cuando dura mucho tiempo, puede dañar la salud, las relaciones familiares y hasta el ministerio. Dentro del ámbito pastoral, ministerial, no estamos exentos de que nos suceda, la buena noticia es que ¡en Jesús podemos tener descanso!

Creo que todos deseamos esto, que nuestras fuerzas sean renovadas y nuestro espíritu fortalecido, pero hay un descanso que Jesús nos ofrece que es sobrenatural. Mi mamá era una mujer muy ocupada, y de ella aprendí a descansar en el Espíritu y lo practicamos con mi esposa. Es acostarte declarando: “En paz me acuesto y me duermo…” (Salmo 4:8). 

Muchas veces, con Alejandra, empezamos a conciliar el sueño hablando en las lenguas del Espíritu y en ese momento toda carga, ansiedad y afán, eso que hace que la mente vaya a mil y que no nos deje dormir ¡desaparece!

Media hora de sueño vale por ocho cuando uno descansa en el Espíritu.  

La invitación del Señor en Mateo 11:28-30 es: “Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, pues yo soy apacible y humilde de corazón, y encontrarán descanso para su alma. Porque mi yugo es suave y mi carga es liviana”. Cuando te acercas al Señor, Él calma todas tus tensiones, nervios y ansiedades, y realmente experimentas ese descanso sobrenatural.

Ven y vamos juntos 

Por un lado, vemos a los que están cansados de tanto trabajar, de tener que adaptarse, de tener que flexibilizar, o lidiar con todo lo que sucede alrededor. Pensemos en todo lo que pasa con el Covid-19, de pronto son contagiados, no pueden asistir a sus trabajos y al volver se dan cuenta que lo que antes hacían, hoy ya no pueden hacerlo. Y es como que todo eso carga, cansa y aflige. 

Aunque estemos “cansados anímica o físicamente”, podemos acercarnos al Señor y recibir de Él las nuevas fuerzas. Esto no es algo que sucede tanto en lo físico sino en lo emocional. ¡Cargas de todo tipo! Cargas por el ministerio, la iglesia, los fieles, la pandemia y tantas situaciones. Pero Dios promete “descansarnos”. Sea cansancio físico, espiritual o emocional la invitación del Señor es: Ven a Mí. 

Toma todo eso que hay en tu corazón y en tu mente y déjalo a los pies del Señor diciéndole: Te lo entrego y me voy completamente libre, refrescado, renovado y descansado para tu gloria. ¡Mi alma hallará descanso! 

Si la carga no es ligera es porque no es del Señor. A veces te cargas con cosas que Él no te pidió que lleves

Uno mismo es quien se carga, se mete en circunstancias o labores que Él no pide o no has tomado la carga con la fuerza que el Señor te da. Él te da nuevas fuerzas, te renueva y tu alma halla sosiego.

Otro texto apropiado es Éxodo 33:14, donde Dios le dice a Moisés: “Yo mismo iré contigo, y te daré descanso…”. Cuando su Presencia va conmigo establece descanso y puedo avanzar confiado, tranquilo y seguro en medio del desierto porque su Presencia es la que me acompaña y descansa.

Esperar y arrepentirse

Otro consejo es aprender a esperar en el Señor. El profeta Isaías (40:28–31) dice: “¿Acaso no lo sabes? ¿Acaso no te has enterado? El Señor es el Dios eterno, creador de los confines de la tierra. No se cansa ni se fatiga, y su inteligencia es insondable. Él fortalece al cansado y acrecienta las fuerzas del débil. Aun los jóvenes se cansan, se fatigan, y los muchachos tropiezan y caen; pero los que confían en el Señor renovarán sus fuerzas; volarán como las águilas: correrán y no se fatigarán, caminarán y no se cansarán”.

Mi padre, el Rvdo. Omar Cabrera, solía leer este texto y afirmaba: “Dios no se gasta, Dios no se cansa”, y ese es el Dios al que servimos. No solo que no se gasta, nos imparte de su fuerza poderosa para la obra del ministerio.

Cuando aprendes a esperar en el Señor no te quedas detenido, ni frustrado, ni enojado o abatido. Vas a caminar, avanzar, correr, volar y te va a llevar a nuevas alturas en Él.

En un momento, empezaron a irse todos los discípulos de Jesús y Simón Pedro dijo: “Señor (…) ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna” (Juan 6:68). No vayas a otro, no busques en otro; busca en el Señor, en ese Dios que no se gasta ni se cansa. Confía en las fuerzas del Señor, síguelo cueste lo que cueste, aprende a esperar en Él.

Arrepentirnos también trae alivio, porque si no tenemos fuerzas, si estamos cansados, si estamos a punto de colapsar o abandonar es porque erramos al blanco, es haber dejado de confiar en el Señor, es haber dejado de depender de Él: “Por tanto, para que sean borrados sus pecados, arrepiéntanse y vuélvanse a Dios, a fin de que vengan tiempos de descanso de parte del Señor” (Hechos 3:19). 

Los tiempos de refrigerio vienen al arrepentirme de actuar en mis fuerzas y por no tomarme de la mano del Señor. Es tiempo de arrepentirnos, tomar su mano, aceptar la invitación que Él hace. Él da descanso a todos, a los pastores también.

Entra en ese “descanso sobrenatural del Espíritu” y verás cómo Él te hace libre de toda fatiga, ansiedad o depresión para disfrutar del ministerio.

Pastor Principal de la Iglesia Visión de Futuro con más de 200 iglesias en Argentina. Estudió Teología en Oral Roberts University, en Tulsa, Ok. Maestro de la Palabra. Intérprete y orador de conferencias internacionales. Casado con Alejandra Fontana, padre de cuatro hijas y abuelo de cinco nietos.