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Descansar en la tormenta

La ansiedad es la ausencia de la gloria de Dios. ¿Alguna vez sentiste que tenías que hacer todo rápidamente? ¿Te alteras al ver que algo va a llevar más tiempo de lo que tenías pensado? Actualmente, estamos rodeados por un mundo que se mueve rápido para alcanzar ciertas cosas; incluso un simple vídeo nos incita a “ir más rápido”, salteando el proceso que nos lleva a obtener eso que queremos. Ese andar rápido es la carencia de Jesús, ya que circunstancias que despierten ansiedad en nosotros siempre va a haber, pero lo que hace la diferencia es saber si Él está presente en nuestro proceso, o no. Porque si Cristo no está ahí, eso no tiene nada para ofrecernos.

Permíteme compartirte un ejemplo de esto. Hace unas semanas, estaba estudiando para un examen importante, y de repente empiezo a sentir el deseo por terminar de estudiar rápido. Seguido a eso, comienzo a rumiar acerca de cómo será el examen, si tendré una oportunidad para rendir otra vez en caso de desaprobar. Hubo un instante en que  Dios me preguntó: “¿Sentís que estoy en este momento?”, a lo cual yo le respondí que no. Entonces, me dijo: “Si yo no estoy, de nada sirve que apruebes”. Fue ahí donde entendí que, aunque lograse conseguir la mejor calificación, nada cambiaría en mí. Solo sentiría un minuto de placer para luego volver a ponerme ansioso por lo siguiente. Luego de eso, lo que hice fue darle el primer lugar a Él, sin importar el resultado. ¿Qué fue lo que cambió?, te estarás preguntando. Lo que cambió fue que Él era a quien miraba en todo momento. 

La diferencia que define si vamos a movernos en paz o en ansiedad es la presencia o la ausencia de Jesús. El hecho de estudiar lo haremos de todos modos, ya que lo que realizamos en el plano terrenal no cambia; pero sí cambia el proceso. Mateo 8:23-27 narra la historia en la que Jesús calma la tormenta que Él y sus discípulos estaban atravesando. Una parte de la palabra dice: “De repente se desató sobre el lago una fuerte tormenta, con olas que entraban en el barco. Pero Jesús dormía” (Mateo 8:24, NTV). ¿Por qué Jesús dormía en medio de la tormenta?, porque sabía que el final era bueno; por ende, no tenía nada de qué preocuparse. Pero en la barca también estaban los discípulos, quienes no dormían. Al ver esta escena de Jesús durmiendo, ellos lo despertaron para pedirle que los salvara, a lo que Jesús les respondió lo siguiente: “‘¿Por qué tienen miedo?’, preguntó Jesús. ‘¡Tienen tan poca fe!’. Entonces se levantó y reprendió al viento y a las olas y, de repente, hubo una gran calma” (Mateo 8:26, NTV). Lo que hizo que Jesús pudiera dormir fue que Él siempre vió la gloria de Dios. Los discípulos atravesaron esa tormenta en ansiedad, porque en lugar de mirar al Salvador, vieron las circunstancias humanas.

Probablemente, lo primero que venga a tu mente al leer esto sea: ¡Pero Él era Jesús! Sí, es verdad, era Jesús. Pero hoy ese mismo Jesús vive en nosotros, y está  esperando a poder darnos la misma paz que soltó aquel día en la tormenta. A veces, miramos más la tormenta que al Salvador que está en ella, sintiendo que nos estamos por ahogar en el mar de pensamientos que amenazan con derribarnos. Pero cuando lo hacemos partícipe a Él en nuestra tormenta mental, estamos dejando de ver nuestra realidad desde el plano terrenal; para fijar nuestra mirada en Él. Cuando lo miramos a Él por sobre todas las cosas, recibimos paz en nuestro corazón para atravesar nuestro proceso con gozo, aun en los momentos de turbulencia que, en definitiva, siempre están. Al ver a nuestro Salvador con nosotros, podemos descansar, porque sabemos que el final es bueno, sin importar la magnitud de nuestra tempestad. Verlo a Él es ver su gloria. Esa gloria resplandece, nos cubre y derriba nuestra ansiedad.

Jesús dijo: “Les dejo un regalo: paz en la mente y en el corazón. Y la paz que yo doy es un regalo que el mundo no puede dar. Así que no se angustien ni tengan miedo” (Juan 14:27, NTV). No necesitamos apresurarnos para tener un título, una pareja, una casa, las mejores calificaciones, lo que la cultura nos presenta como “gloria”. ¡Lo necesitamos a Él!, porque solo en Él hay verdadera paz que nos permite descansar aquí y ahora. Cuando Él se convierte en el protagonista de nuestra vida, su trono se establece en nuestro corazón, ocupando el lugar de todas las demás cosas que, en ansiedad, nos movíamos para obtener. Esto no quiere decir que esas cosas sean “malas”, sino que aunque sean buenas, nunca serán suficientes para nosotros. Pero Él sí lo es. La experiencia cara a cara con la persona de Jesús nos da su vida, la cual está completa. Esta vida que Él nos da al renunciar a la vieja naturaleza no tiene necesidad, por lo cual no hay ansiedad.

En quién pongas tus ojos define quién va a reinar en tu corazón. Mira a Jesús, pues en su Reino hayamos descanso en medio de la tormenta, debido a que Él ya venció toda nuestra ansiedad. La tormenta es calmada en su presencia.

 “Si miras el mundo, te angustiarás. Si miras dentro de ti, te deprimirás. Pero si miras a Cristo, encontrarás descanso” (Corrie Ten Boom).

Marian Garcia
Marian Garcia
Creo contenido en redes sociales para ayudar a las personas a vivir su vida con Jesús. Trabajo con adolescentes en el ministerio Presencia de Dios. Escribo y Diseño para llevar el amor de Dios a quien lo necesite.

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