Tengo 28 años y nací en Florida, pero crecí en Texas. Desarrollé un amor por la música y el canto cuando apenas tenía 2 años. Durante toda mi infancia cantaba para divertirme y había días en que lo hacía por horas y horas sin detenerme.
Siempre pensé que mi vida era genial; aunque no me crié en un hogar cristiano, sí me crié en un hogar lleno de amor. Un día, cuando tenía 7, años todo cambió. Era un día en semana y mi abuela me estaba peinando. De repente tiraron abajo la puerta y unos hombres con uniformes negros y armas largas irrumpieron en nuestro hogar, entraron gritando que nos tiráramos al piso.
Ese día pensé que íbamos todos a morir. No sabía que eran policías y que venían a arrestar a mi padre. Yo era muy pequeña y realmente no entendía lo que estaba sucediendo. Pero cuando todo terminó, nuestras vidas volvieron a la normalidad.
La música es la manera que elegí para lidiar con mis emociones, y en ese entonces no fue diferente. Mientras que la mayoría de los niños de mi edad jugaban en el parque o se divertían con sus amigos, yo estaba dando conciertos para mis vecinos en mi balcón. Mientras tuviera música, nada más me importaba.
Años después de que mi padre saliera de la cárcel, unos amigos nos invitaron a la iglesia. Yo estaba enojada porque nunca antes habíamos ido a una iglesia cristiana y yo no quería ir. Cuando llegamos a la iglesia no me impresioné mucho, pues el culto era en español y yo no entendía nada. Pero terminamos convirtiéndonos y pasamos los siguientes 8 años como miembros activos de esa iglesia.
La transición a vivir una vida cristiana no fue fácil. Luché por no aceptar el cambio durante todo el primer año. Un día estaba hablando con mi novio (mi actual esposo) sobre eso y él me dijo, “si Dios te dio el don de cantar, ¿qué mejor manera de agradecerle que cantándole a Él?” Esas palabras se grabaron en mi mente, y cuando tenía 14 años por fin abrí mi corazón y acepté a Jesús como mi salvador.
Un día, tuvimos una predicadora invitada, la pastora Dominga Rodríguez, de Puerto Rico. Dios la usó para decirme que tenía un llamado a cantar y adorar por todo el mundo, alabando su nombre y ministrándole a la juventud. Ese año escribí mi primera canción para Dios.
Tuve muchos recuerdos bonitos de esa primera iglesia donde pertenecí, aunque también momentos tristes, porque viví episodios de abuso espiritual que se convirtieron en normalidad. Estaba enojada y triste. Sobrellevé mi tristeza cantando canciones o adorando en mi habitación y orando para que la próxima semana fuera mejor, pero nunca sucedió.
Cuando cumplí 19 años, mi novio y yo nos casamos, él se unió al Ejército de los Estados Unidos y nos trasladaron a vivir por 3 años en Vicenza, Italia. Otra vez estaba enojada con Dios porque después de todo lo que acababa de pasar con la iglesia ahora me estaba llevando lejos de mi familia. Estaba tan enojada que un día le dije a Dios que mi vida era mejor antes de conocerlo. Me puse muy rebelde durante unos años. Pensaba que lo que mi vida necesitaba era espacio y estar lejos de Él. Aprendí por las malas que estaba muy equivocada
Cuando tenía 22 años tuve mi primer hijo. Ahora es la luz de mi mundo, pero después de su nacimiento experimenté años muy oscuros de depresión y ansiedad posparto. Nunca había tenido ataques de pánico antes y cada vez que los sufría pensaba que me estaba muriendo. Durante los siguientes años traté de buscar ayuda con medicamentos y terapias. Pero un día, finalmente, me di cuenta de que el único de quien no buscaba ayuda era de Dios. Estaba hundida en la desesperación, pero seguía enojada con el único que me podía ayudar.
Entonces por fin hablamos. Me desahogué y le dije a Dios todo lo que sentía. Él fue tan gentil y misericordioso que pude sentir su gracia sobre mí y supe al instante que Él me estaba escuchando. Me apoyé mucho en Él. Mi relación con Dios estaba siendo restaurada y todos los días sentía que estaba más cerca de Él.
La vida volvió a sentirse mejor y tener significado. Estaba escribiendo más música para Dios en mi diario personal y nuestra relación se sentía más fuerte que nunca.
Cuando tenía 26 años quedé embarazada de mi hija. Poco después de recibir las buenas noticias, el miedo me invadió. Solamente podía pensar que me sobrevendría una nube oscura de ansiedad y depresión después de que ella naciera; tenía miedo de experimentarlo de nuevo, especialmente ahora que todo parecía caer en su lugar de nuevo.
Pero un día tuve suficiente. Comencé a llorar ante Dios, a rogar y a decirle que extrañaba esos días en que todo estaba bien en la iglesia y yo no conocía la ansiedad. Extrañaba esos días en que Él era el centro de mi vida y no había nada más que eso. Ese día nació la canción “Corro a ti”.
Afortunadamente, Dios me salvó de la depresión, y mi familia y yo finalmente encontramos una nueva iglesia en nuestro nuevo hogar en Colorado. Después del nacimiento de Eliana me sentí muy agradecida por todas las formas en que Dios se estaba manifestando en mí y en mi familia.
En marzo del 2020, mi familia y yo recibimos órdenes militares para regresar a Italia por 3 años más. La mañana en que se suponía que íbamos a tomar el vuelo a Italia pusieron una orden para detener todos los movimientos militares y nos ordenaron no subir al avión. Poco después cancelaron el traslado y nos quedamos en Colorado hasta nuevo aviso.
Mientras esperábamos que llegaran nuevas órdenes me volví a unir al grupo de adoración y comenzamos unas clases semanales que se llamaban “Infundir”. El propósito de esta clase era enseñar a los nuevos miembros cómo adorar y la importancia de la adoración. Amaba tanto la clase que ni siquiera pensaba en que en cualquier momento nos darían órdenes para un nuevo traslado. ¡Estaba feliz de estar adorando de nuevo! Empecé a pensar que tal vez mi ministerio no era ser cantante, si no simplemente aprender y servir. Por fin me sentía satisfecha y feliz.
A finales de 2020 un amigo me presentó a su tía que era cantante. Mi Hermana y yo fuimos juntas a su apartamento y, para nuestra sorpresa, Dios tenía una palabra para nosotras. “¿Por qué ya no haces música?”, me preguntó la tía. Le dije que cada vez que lo intenté sentí que las puertas no se abrieron, y sentía que Él me quería ver aprendiendo y estaba bien con eso. Me miró y con lágrimas en los ojos me dijo que no estaba de acuerdo.
“Me dijo que Dios me dio un regalo para un propósito más bello. Un regalo para cantar y escribir y que mis canciones son para compartir”.
Después de una poderosa oración, me dijo “elige una canción que quieras que el mundo escuche”. Dios puso “Corro a ti” al frente y en el centro de mi corazón. Dos meses después estaba grabando esa canción con Chris Rocha. Y dos meses después de eso fui invitada a ser la primera artista en firmar con el sello discográfico 418 Records.
La vida cambió en un abrir y cerrar de ojos. Siempre estaré agradecida porque cuando miro hacia atrás en mi pasado me doy cuenta de lo estratégico que es Dios y los recuerdos que antes eran tristes ya no lo son. Mi papá fue a la cárcel, lo que nos llevó a la iglesia, lo cual nos llevó a conocer, amar y servir a un Dios todopoderoso que nos cambió la vida para siempre.
Experimenté depresión y ansiedad, pero terminé acercándome más a Dios y mis experiencias con eso me inspiraron a escribir la canción que Dios me regaló para compartir con el mundo. No fuimos a Italia, pero pude tomar las clases de adoración durante el resto del año y finalmente crecí en mi fe y en mi relación con Dios.
Entendí que todo en esta vida tiene un propósito. Aunque podamos sufrir, también crecemos y mejoramos en nuestros hogares, en nuestras vidas, y en nuestra fe. He aprendido que puede que no me guste el proceso, pero necesito confiar en Él. Dios siempre está a nuestro favor y nunca contra nosotros, no importa cómo nos sintamos en ese momento. Cada uno de nosotros fuimos creados individualmente y puestos en esta tierra a propósito y con un prepósito. “Y sabemos que en todas las cosas Dios obra para bien de los que lo aman, los que conforme a su propósito han sido llamados”, Romanos 8:28.