Aunque esta es una realidad común a todas las familias del mundo, muy poco se habla de ello en cualquier ámbito, incluso en la familia de Cristo que es la Iglesia.
Duele ver que tristemente muchas familias cristianas no logran leer las diferentes circunstancias de la vida a la luz del espíritu de Dios, malogrando el entendimiento que Él mismo produce respecto a la vida y la muerte.
Son las circunstancias duras y difíciles de la vida las que ponen en evidencia nuestro grado de madurez y entendimiento respecto a esta verdad eterna.
David Firman, psicólogo
Nos llevará varios artículos poder establecer una construcción que nos permita enfrentar con madurez la adversidad. Les animo a acompañarme en esto.
Desde muy niño me llamaba la atención en la Palabra de Dios, sobre todo en los escritos del apóstol Pablo, donde expresa que a pesar de haber atravesado diversas y terribles circunstancias parecía no perder el eje, aun terminando sus días preso y dando su vida en Roma por causa del Evangelio.
Cuando leemos algunas de sus cartas lo vemos con una lectura reveladora acerca de las circunstancias que manifiesta el entendimiento que produce el espíritu en aquellos que le aman.
Veamos algunos ejemplos:
18 Tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse, 19 porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. 20 Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza. 21 Por tanto, también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. 22 Sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora.
Romanos 8. 8 – 22 RVR (énfasis del autor)
Pablo usa aquí una palabra muy interesante y esta es “comparables”. Por un lado, él ve las aflicciones, pero las interpreta como parte de una creación sujeta a corrupción por causa de la desobediencia del primer matrimonio en el origen. Las aflicciones del tiempo presente son parte de esta vida. Pero por el otro, compara las aflicciones con el producto final, con lo que van a producir por su espíritu en nosotros.
Y en este mismo contexto sigue escribiendo:
35 ¿Acaso hay algo que pueda separarnos del amor de Cristo? ¿Será que él ya no nos ama si tenemos problemas o aflicciones, si somos perseguidos o pasamos hambre o estamos en la miseria o en peligro o bajo amenaza de muerte? 36 (Como dicen las Escrituras: «Por tu causa nos matan cada día; nos tratan como a ovejas en el matadero»). 37 Claro que no, a pesar de todas estas cosas, nuestra victoria es absoluta por medio de Cristo, quien nos amó. 38 Y estoy convencido de que nada podrá jamás separarnos del amor de Dios. Ni la muerte, ni la vida, ni ángeles ni demonios, ni nuestros temores de hoy ni nuestras preocupaciones de mañana. Ni siquiera los poderes del infierno pueden separarnos del amor de Dios. 39 Ningún poder en las alturas ni en las profundidades, de hecho, nada en toda la creación podrá jamás separarnos del amor de Dios, que está revelado en Cristo Jesús nuestro Señor.
Romanos 8. 35 – 39 NTV (énfasis del autor)
Aquí Pablo es categórico respecto a su posición en Cristo y sobre cómo nada lo puede mover de allí. “…a pesar de todas estas cosas, nuestra victoria es absoluta por medio de Cristo, quien nos amó”. Y esa posición es el amor de Dios en Cristo. De hecho, deja claro que ni la vida con sus circunstancias ni la muerte nos pueden separar del amor de Dios.
Si estamos en Cristo, dice Pablo, vida y muerte están resueltas. El eje está puesto en el amor de Dios y no en las circunstancias. La voluntad de Dios es que disfrutemos de su amor en cualquier circunstancia y que demos a conocer ese amor como la realidad eterna en nosotros. El amor de Dios, como manifestación del Cristo que nos habita, es lo que expresa el sentido del TODO de Dios.