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¿Cuáles son los deseos del Padre en mí?

Hay una generación realmente necesitada de oír de boca directa la Palabra de Dios. Nuestro llamado es a predicarle vida a una generación que ama la muerte en todos sus aspectos.

¿Y quién conocerá a Cristo si no hay quienes prediquen de Él? (Romanos 10) 

Esta mañana me desperté con una sensación muy extraña de incomodidad. Puse la alarma una hora más temprano de lo que debía establecer para empezar mis actividades diarias; y en medio de mi oración le hice un pedido específico al Señor: “no me dejes volver a casa sin haberle predicado a alguien”, “no me dejes volver a casa sin haberle compartido a alguien el mensaje de vida”. 

Al llegar a la facultad procedí a hacer mi rutina de siempre, el estudio, los recreos riendo con amigos, los mates y chequear las agendas del trabajo. Justo al mediodía decidimos almorzar con unos amigos en unas mesitas de un edificio de mi facultad que, honestamente, están un poco alejadas de la convocatoria de gente. No pasó mucho tiempo hasta que se nos acercó una mujer pidiéndonos ayuda. No solo pudimos bendecirla económicamente, si no que la invitamos a sentarse con nosotros y le compartimos el Evangelio. Entre algunas lágrimas, risas y abrazos, la despedimos con el corazón ardiendo y nos determinamos a seguir orando por ella. 

Pasaron unas horas, tuve otra clase, y me encontré a la salida de la facultad con la portera, quién conoce a Jesús, y la conserje. Pasé a saludarlas y el momento estaba preparado a la perfección para volver a predicar el mensaje. Unos minutos más tarde, me encuentro en una llamada con una amiga muy especial que está dando quizá sus primeros pasos en la fe, a lo que por tercera vez y ahora acompañada por mi amada hermana, pudo salir directo desde nuestro corazón el mensaje de la redención y el perdón de Jesús. 

Yo le pedí que no me dejara volver a casa sin haberle predicado a alguien, a una sola persona al menos, y terminé volviendo a casa exaltada, cantando, llena de gozo, con un corazón agradecido y sumamente derramado ante Él, impactada por el obrar tan perfecto del Espíritu cuando nos disponemos a hacer Su voluntad, orando por estas mujeres que, si el Señor quiere, pasarán a ser parte de la familia de Cristo. 

Mi reflexión final es la siguiente:  

Es necesario clamar día a día para que en nuestro corazón puedan ser inyectados los anhelos del corazón del Padre. Que cada día nuestro amor por los perdidos crezca, que nuestras manos se abran y que nuestra comunión e intimidad con el Señor revelen sus frutos.  

Iglesia, despierta.  

«Aún hay tiempo, pero pronto no lo habrá. Creo en verdad que debemos ser radicales en esto y comprender que en la comodidad de la rutina, es muy fácil perder de vista el llamado que tenemos: conocerle a Él y compartirlo».

Somos los embajadores del Cielo, tenemos el ministerio de la reconciliación, y es el mismo poder que resucitó a nuestro Amado el que opera en nosotros cuando compartimos el Evangelio. 

“… Dios nos ha dado la tarea de reconciliar a la gente con él. Pues Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo mismo, no tomando más en cuenta el pecado de la gente. Y nos dio a nosotros este maravilloso mensaje de reconciliación.

Así que somos embajadores de Cristo; Dios hace su llamado por medio de nosotros. Hablamos en nombre de Cristo cuando les rogamos: «¡Vuelvan a Dios!». Pues Dios hizo que Cristo, quien nunca pecó, fuera la ofrenda por nuestro pecado, para que nosotros pudiéramos estar en una relación correcta con Dios por medio de Cristo. 

Como colaboradores de Dios, les suplicamos que no reciban ese maravilloso regalo de la bondad de Dios y luego no le den importancia. Pues Dios dice: 

«En el momento preciso, te oí. En el día de salvación te ayudé». 

Efectivamente, el «momento preciso» es ahora. Hoy es el día de salvación.2 Corintios 5:186:1-2 

Mi intención al contar esta breve historia es simplemente inquietar algunos corazones (incluyendo el mío) y llevarnos a una introspección, a un replanteamiento de cómo estamos viviendo nuestros días, y un llamado nuevamente al compromiso con la misión que Jesús nos encomendó: “.. vayan y hagan discípulos”. Anhelo que todos como cuerpo podamos animarnos a cumplir la gran comisión, así como me acompañaron hoy mis amigos de pacto a la hora del almuerzo, que al presenciar la situación no dudaron ni un segundo en abrir su boca y bendecir, la portera de la facu quien mantiene cada día la amistad con esa conserje, velando por ella, y mi amada hermana, quien dedicó días completos, dejando su rutina, para acompañar a una amiga en necesidad y predicarle el mensaje de la salvación pacientemente. 

Iglesia, despierta. 

Nuestra facultad, el lugar donde trabajamos, la panadería del barrio, el zoom por donde hablas con amigos del exterior, tu misma casa y en la calle, son los lugares en donde hay espacio para sembrar, hay tierra para labrar, hay vidas que salvar.  

Oro que el Señor aumente la fe de cada uno de nosotros y nos de el enfoque correcto para afrontar este 2025 dispuestos y emocionados por participar en su glorioso plan.  

Camila Maza
Camila Maza
¡Hola! Mi nombre es Cami Maza y soy de Córdoba Argentina. Me encanta escribir y compartir del amor que le dió vida nueva a mi corazón. Espero te sea de bendición.

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