En mis más de veintiséis años de profesión y servicio a la Iglesia, he visto a miles de matrimonios y familias que no dimensionan el tamaño de la responsabilidad puesta sobre la familia en el origen. Al ignorarlo, fácilmente caemos en la trampa de mirar nuestros propios ombligos y la dimensión de nuestros propios problemas.
El humanismo y la filosofía de lo temporal —lo superficial y espontáneo— ha hecho grandes estragos en las familias y sus generaciones. Nos hemos adaptado —aún como cristianos— a tener una mirada de la vida desde lo natural y desde nuestra propia mente marcada por la naturaleza corrupta adámica. Por esto, Dios ha resuelto nuestro verdadero problema a través de la cruz, haciéndonos participantes de Su naturaleza y conectándonos corporativamente a la mente de Cristo, que es una mente reconciliada que lo ve todo desde la perspectiva de Dios, re-posicionándonos a la altura de las intenciones del diseño original, tal como lo vemos en Génesis 1: 26–28.
Desde la eternidad, antes que existiéramos, Dios se propuso crearnos a Su imagen para expresarlo y para gobernar sobre la tierra. Lo primero que vemos claramente en el génesis es que Dios creó al primer matrimonio a Su imagen y semejanza. Desde el día uno del ser humano, Dios deja claro su propósito eterno: darse a conocer.
Esto se perdió en la desobediencia y en el Génesis 5:3 leemos la triste realidad de que el ser humano multiplica su propia imagen en sus generaciones.
Ahora, sabemos que Dios es perfecto y fuimos creados para ser Su imagen pero esto se perdió, ¿cómo podemos ser entonces nosotros Su expresión si nos vemos tan imperfectos y corrompidos como personas, matrimonios y familias?
Las respuestas están en las cartas apostólicas que explican el resultado de la gloriosa obra de Cristo en la cruz.
14 Porque con un solo sacrificio ha perfeccionado para siempre a los que han sido santificados.
6 Estoy convencido de esto: el que comenzó tan buena obra en ustedes la irá perfeccionando hasta el día de Cristo Jesús.
En Efesios 4. 11 – 16 Pablo dice que las gracias ministeriales existen en la Iglesia para perfeccionar a los santos.
En Romanos 8. 28 – 29 vemos que el destino previo de Dios es transformarnos a la imagen de Su Hijo.
28 A este Cristo proclamamos, aconsejando y enseñando con toda sabiduría a todas las personas, para presentarlas completamente maduras en su unión con Cristo. 29 CON ESTE FIN TRABAJO Y LUCHO fortalecido por el poder de Cristo que obra en mí.
Pablo permaneció así hasta el último día de vida como lo vemos en Hechos 28, trabajando incansablemente para presentar a todos perfectos, maduros en Cristo.
Recordemos que somos vasos de barro que portan la perfección que es Cristo en nosotros. Lo que se está perfeccionando son los vasos y eso sucede en el ámbito de la familia (natural y espiritual).
Lo que Dios está haciendo es perfeccionarnos para ser una expresión más nítida de Su Hijo. Esta es una gran noticia, ya que si estamos siendo perfeccionados entonces nuestra mejor versión personal, matrimonial y familiar está por delante. No abandonemos, sino permanezcamos hasta verlo hecho realidad.
20 El Dios que da la paz levantó de entre los muertos al gran Pastor
de las ovejas, a nuestro Señor Jesús, por la sangre del pacto eterno.
21 QUE ÉL LOS CAPACITE EN TODO LO BUENO para hacer su voluntad…
Y que, por medio de Jesucristo, DIOS CUMPLA EN NOSOTROS
LO QUE LE AGRADA. A él sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Todo lo que Dios hace y va a hacer es por medio de Cristo en nosotros y de esa manera se va a glorificar.
Rindámonos como familias al trabajo que Dios busca lograr en nosotros, que es perfeccionarnos y así, el que ve al Hijo verá al Padre. Podemos ser la imagen de Dios en la tierra. Esa es la razón por la que fuimos creados.