Necesitamos de los momentos difíciles para aprender a reaccionar de manera sana y con esto crecer como personas.
Considero que la forma en la que afrontamos las situaciones que nos pasan lo es todo. Podemos esforzarnos en tratar de entender por qué nos suceden las cosas, revisar qué hicimos mal, preguntarle a Dios qué quiere lograr con nosotros, pero si eso no va acompañado de un enfoque de “para qué” probablemente quedemos atrapados en la angustia, la desolación, la preocupación y ansiedad.
La diferencia entre el “por qué” y el “para qué” puede funcionar como llave para la superación, el aprendizaje y el crecimiento.
A nadie le gusta pasar por pruebas, y nuestro psiquismo, desde el inicio de nuestra vida, nos acostumbra a manejarnos entre los límites del placer, del bienestar, con lo cual, todo lo que no es del orden de lo agradable irrumpe en nosotros generando una revolución, mucho más cuando se trata de situaciones externas en las cuales poco control o poder de influencia podemos llegar a tener.
“Es más fácil afrontar situaciones que llegaron a nuestra vida por haber tomado malas decisiones que aquellas en las que nos vemos atrapados por motivos que no elegimos”.
psicóloga Camila Saraco
En los momentos de dificultad solemos tener una sensibilidad mayor, nuestras defensas psíquicas quizás estén un poco más bajas que lo corriente, con lo cual, tenemos más conciencia de la necesidad de Dios. Es en esos momentos cuando podemos empezar a vislumbrar la palabra “propósito” o lo que asemejaríamos con un “para qué” de esa situación que estamos viviendo.
Claro que no es fácil, ese sentido se va construyendo de a poco, y una buena pregunta disparadora para comenzar a pensarlo es “¿qué me quiere enseñar esta situación?”
¿Qué dice la Biblia sobre esto?
En la Palabra de Dios vemos que nuestro Padre suele utilizar las pruebas como terreno fértil en el cual trabajar en y con nosotros.
En el libro de Santiago 1:3 dice “sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia”. Podemos entender que la prueba, la dificultad, tiene un propósito claro, y es trabajar en nosotros. La paciencia es uno de esos puntos, pero hay muchos otros también.
Dios puede usar la prueba para trabajar nuestra fe, nuestro carácter, nuestros vínculos, para promovernos a un nivel superior, y mucho más.
Y hay algo clave que también la Palabra nos anima a cultivar en momentos de prueba y es el gozo. En Santiago 1:2 nos dice “tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas”. Ese gozo no viene solo. Ese gozo se construye con una actitud correcta ante esa dificultad que estamos atravesando, y además dejando que el Espíritu Santo actúe en nosotros.
Algunas ideas para atravesar la dificultad
Vamos a ver algunos tips para cambiar el enfoque en la prueba:
- Enfocate en el “para qué” y no en el “por qué”: cuando logramos corrernos de la mirada o el cuestionamiento de por qué me pasa esto y empezamos a pensar en el resultado que esa dificultad puede generar en nosotros, el camino se hace menos pesado.
- Tomarte de la fe, como recurso de apoyo: Dios quiere que te apoyes en Él cuando pases por tiempos de angustia, quiere mostrarse de una manera cercana. El camino para eso es utilizar la fe. Creé, aunque tu mente te diga otra cosa, creé.
- Busca tener una red de contención: rodeate de personas que sumen a tu proceso, que te escuchen, no te juzguen, oren por vos, te acompañen. La prueba compartida con personas de fe pesa menos.
- No generalices el tiempo de dificultad: cuando estamos pasando por un momento difícil, sentimos que nunca más saldremos de esa situación. Es importante que entiendas que la prueba es momentánea, que tiene un principio y un fin, que vino con un propósito a tu vida, que llegó para algo, pero que una vez que lo detectes, todo pasará.
¿Prueba y gozo son compatibles?
¡Claro que sí! Todo depende del enfoque con el cual abordes eso que te está pasando. La actitud en momentos de dificultad puede ser la clave para que esa prueba sea un escalón más de crecimiento personal.