En nuestro caminar de fe, muchas veces recibimos palabras de Dios a través de hermanos o personas cercanas, mensajes que a veces pueden alentarnos y otras, confundirnos. ¿Cómo discernimos si esas palabras realmente provienen de Dios? En una conversación profunda, exploramos cómo diferenciar y filtrar esas palabras para que se alineen con el propósito eterno de Dios en nuestras vidas.
¿Cómo filtrar lo que viene de Dios?
Uno de los grandes desafíos para los cristianos es saber qué filtro usar cuando alguien nos transmite una palabra en nombre de Dios. Primero, el filtro principal debe ser la Palabra de Dios. Si alguien nos habla de juicio o condenación, debemos recordar que no hay condenación para quienes están en Cristo Jesús. A través de las enseñanzas de Jesús y el Nuevo Pacto de Gracia, podemos entender si el mensaje se alinea con el carácter y propósito de Dios para nosotros.
Otro filtro fundamental es conocer qué está haciendo Dios en nuestras vidas en este momento. Si tenemos claro lo que Él nos ha revelado, será más fácil distinguir si una palabra externa es una confirmación de lo que Dios ya nos mostró. Pero, si nuestra relación con Él no es sólida, cualquier mensaje externo puede hacernos tambalear.
El verdadero propósito: Pertenecer a Dios
En los últimos tiempos, hemos visto una tendencia a hablar del “propósito personal”. Sin embargo, David destaca que nuestro verdadero propósito no está en una misión individual, sino en pertenecer a Dios y colaborar en su propósito eterno. Durante años, se ha vendido la idea de que nuestra vida debe justificar su existencia con un propósito personal. Pero este enfoque puede llevarnos a poner por encima nuestra carrera o proyectos, descuidando aspectos esenciales como la familia y la comunidad en Cristo.
Dios no nos llama a cumplir una tarea específica para encontrar significado; nuestro propósito es participar en el propósito de Dios, el cual es universal y nos une en la misma misión.
El llamado y los dones en la vida del creyente
Cada uno de nosotros ha sido creado con dones específicos, pero eso no significa que estos dones definan nuestro propósito. La Palabra de Dios menciona que fuimos formados con un ADN único, una personalidad y habilidades que son parte de nuestra identidad en Cristo. Sin embargo, nuestros talentos no son el fin, sino una herramienta para expresar nuestra pertenencia a Dios y servir a Su propósito.
Dios nos dio ciertos dones para que podamos glorificarlo. La gracia que Él derrama en áreas específicas de nuestras vidas nos permite crecer y madurar en esos aspectos, pero no son un fin en sí mismo.
Este enfoque nos da paz, liberándonos de la presión de encontrar nuestro “propósito único”. Cuando comprendemos que nuestro propósito es simplemente pertenecer a Dios, las cosas materiales y las metas personales pierden su peso de ansiedad y afán.