¿Sabías algo? A Dios le importa nuestra alimentación.

Me resulta fascinante que la Biblia hable de todos nosotros, la iglesia, como cuerpo de Cristo, y de Cristo como la cabeza del cuerpo. Me parece simplemente hermoso y revolucionario que Dios nos recuerde todo el tiempo que no hay partes del cuerpo de Cristo más importantes o menos importantes, sino que nos necesitamos unos a otros para funcionar.

Creo con todo mi corazón que Dios está buscando iglesias saludables que lo honren como Él se merece.

Y cuando digo “saludable” no me refiero a lechuguita. Me refiero a iglesias saludables libres de egoísmo, libres de religiosidad, libres de apatía, libres del conformismo. Me refiero a iglesias inteligentes que no esperan a que llegue la enfermedad para luego pedir un milagro de sanidad, sino que con proactividad y esfuerzo logran incorporar hábitos que previenen tales enfermedades.

La iglesia y el cuerpo sano

Hace algún tiempo no era muy común hablar del cuerpo en las iglesias (¡y cuánto menos de la alimentación!). De hecho, el cuerpo era visto como algo impuro, pecaminoso o directamente no era un tema de relevancia. Una vuelta charlaba con mi mamá y me contaba que cuando era estudiante del seminario teológico era motivo de cargadas comer -por ejemplo- una fruta en clase mientras todos comían medialunas o bizcochos de grasa, porque estaba mal visto e incluso se criticaba a las personas que comían saludablemente o se mantenían en forma.

Puedo imaginarme a muchos líderes jóvenes en ese entonces que abandonaron sus intenciones de tener una buena salud para poder encajar y no recibir burlas. Qué tremendo que las decisiones alimentarias de cada uno estén sujetas a la aprobación del resto, cuando Jesús ya nos hizo totalmente libres de elegir. Sos libre de elegir cuán profundo querés ir en Dios. 

¿Y si el Espíritu Santo te está confrontando a mejorar tu alimentación, a que te ejercites, a que descanses mejor porque te necesita en lugares de influencia en tu congregación que requieren de mucho esfuerzo, o de mucha batalla? ¿Y si Dios quiere enviarte como referente a otro país, para lo cual necesitás estar preparado para soportar tanto desgaste? ¿Qué vas a hacer al respecto? 

1 Corintios 6:19-20 “¿No se dan cuenta de que su cuerpo es el templo del Espíritu Santo, quien vive en ustedes y les fue dado por Dios? Ustedes no se pertenecen a sí mismos, porque Dios los compró a un alto precio. Por lo tanto, honren a Dios con su cuerpo”.

El templo de Cristo

Aún al día de hoy escucho pastores reírse de su gran sobrepeso diciendo “¡estoy ensanchando el templo!” o “¡no soy un templo, soy una catedral!”. Los bendecimos y respetamos, pero hoy somos una generación que entendemos el valor del cuerpo, el propio y el de Cristo. Somos jóvenes que nos tomamos en serio el cuidado de la salud, para honrar al Espíritu Santo que vive en nosotros.

Me arde el corazón cada vez que oro por esto y le pregunto al Espíritu Santo “¿te gusta vivir en mí? ¿Es agradable habitar en mí? ¿Estás cómodo?”. Necesitamos honrar la presencia de Dios mediante una obediencia nacida en el amor. 

No permitas que nadie te juzgue por tus decisiones alimentarias (Colosenses 2:16). La honra no se trata de buenas intenciones sino de acciones concretas; consagrale tu alimentación, tu cuerpo y tu salud al Espíritu Santo. Y si sentís que no podés solo, recordá que somos un cuerpo y nos necesitamos unos a otros. Pedí ayuda a un nutricionista cristiano para aprender a comer saludablemente sin necesidad de hacer dietas de moda.

¡Dios te bendice, joven! Somos iglesia.