Estamos acostumbrados a ver todo con la limitación de los ojos naturales, y como vivimos en este plano terrenal, también actuamos según esas limitaciones.

Nos movemos con esa ancla que nos pone límites en la vida según lo que la realidad es. Nos pesa ese lastre y no podemos avanzar más de lo que nos permite. El ancla tiene todo el control; la realidad que vemos con los ojos tiene el control. 

Cuando esa ancla nos detiene, hay cosas que no pueden suceder, o quizás las veamos muy difíciles e inalcanzables. Por más que queramos avanzar con todas las ganas y esfuerzo del mundo, no podemos movernos más de lo que el ancla nos permite. Pero cuando la fe aparece, el juego es otro.

Cuando la fe interviene en la vida de una persona, es como si una tijera gigante cortara la soga de esa ancla y se desprendiera completamente de la persona a la que estaba atada.

Cuando de la nada algo aparece, cuando se trae a la realidad una verdad previamente inexistente, cuando vivís el proceso mirando a la meta, cuando decidís creerle a lo que está más allá del alcance de lo natural, cuando la probabilidad está fuera de las probabilidades, eso es fe. 

A tus ojos naturales les importan las imágenes que están viendo. A tus oídos les importan las noticias que están escuchando. A tu mente le importa lo que está analizando. A tus oídos les importa lo que escucharon. Pero a la fe no le importa para nada tu circunstancia.

«La fe hace que de la nada algo aparezca. Antes de que el Universo existiera, había nada. Y después, por orden de Dios, todo lo que hoy vemos existió».

Celeste Iannelli.

La fe trae eso que no existe a nuestra realidad. A la fe no le importa tu circunstancia. A la fe no le influye en nada cuál sea el diagnóstico, cuán grave se ve la situación, cuán inalcanzable es esa meta o sueño, cuán difícil es creer que eso que esperas suceda.

La fe rompe con la estructura que nuestra mente tiene. La fe no tiene sentido, no tendríamos que intentar dárselo. ¿Crees que es imposible que eso que esperas suceda? ¡Qué bueno entonces! Porque la fe es justamente eso. Es que en este mundo terrenal no tiene sentido, sea imposible, sea difícil, sea irreal pero, aun así, suceda.

Con fe podemos ver eso que con nuestros ojos naturales no podemos ver. Podemos alcanzar una infinidad de cosas que en el mundo natural, ni siquiera con los mejores recursos ni en muchos años, podríamos alcanzar.

La fe no te pide que te capacites, no te pide que te esfuerces para alcanzar algo. No te dice que según tus capacidades puede que llegues a obtenerlo o no. La fe solo quiere verte rendido ante los pies de tu Creador. La fe es la confianza que depositaste en Él al momento de rendirte en tus posibilidades. 

Elegir vivir en fe es elegir el camino más fácil, más efectivo, más rápido. Es elegir el camino de nuestro Dios y te puedo asegurar que camino tan bueno como ese no hay (Jeremías 29:11). 

Pero claro, es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Por eso se nos dificulta tanto elegir este camino cada día. Porque a veces es más fácil guiarnos por lo que vemos antes de hacerlo por lo que no vemos. A nuestro “yo” le gusta más eso.

Pero Dios es tan bueno que nos da la oportunidad de cada día tomar una nueva decisión. No es por esfuerzo, no es por capacidad. Es por rendición.