Muchos acontecimientos mundiales han cambiado la historia, hechos excepcionales que transformaron el mundo conocido y dieron paso a algo totalmente distinto. Si bien la gran mayoría de las personas le asignan a la pandemia del COVID 19 esta cualidad, existieron fenómenos mucho más impactantes.
Existió un mundo y una humanidad totalmente distinta a la que conocemos antes del gran diluvio universal. Hace miles de años atrás la humanidad fue raída de la faz de la tierra por este fenómeno geoclimático al que sobrevivieron sólo algunas personas y animales. Sin lugar a dudas este hecho marcó un antes y un después en la civilización.
Sin embargo, como bien dice un famoso sabio, la historia no hace más que repetirse; ya todo se hizo antes, no hay nada realmente nuevo bajo el sol.
No estoy vaticinando un nuevo diluvio, pero hay algo que tenemos que tener en claro: los patrones de comportamiento de las personas antes del diluvio se están repitiendo y, por ende, las consecuencias no serán distintas a la primera vez.
Pero, ¿qué fue lo que provocó que Dios tomara la decisión de enviar un diluvio?
La respuesta general es que la tierra se había llenado de maldad; pero si prestamos atención a los detalles, veremos que esa maldad desenfrenada tuvo su origen en el hecho específico de que el ser humano (y también los propios seres angelicales caídos) traspasaron sin ningún descaro los límites establecidos por Dios.
El libro de Génesis capítulo 6 relata lo siguiente: “Aconteció que cuando comenzaron los hombres a multiplicarse sobre la faz de la tierra, y les nacieron hijas, viendo los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas, tomaron para sí mujeres, escogiendo entre todas. Había gigantes en la tierra en aquellos días, y también después que llegaron los hijos de Dios a las hijas de los hombres, y les engendraron hijos”.
Este texto tiene su correlato en el libro de Judas 1:6: “Y a los ángeles que no conservaron su señorío original, sino que abandonaron su morada legítima, los ha guardado en prisiones eternas, bajo tinieblas para el juicio del gran día”. Algo extraño sucedió en esa oportunidad, una mezcla rara entre ángeles y mujeres que transformó la genética humana.
Dios ha establecido límites para todo, y podríamos vivir tranquilamente bajo esos límites; sin embargo, el orgullo, la soberbia, la rebeldía, la ambición y los deseos perversos llevan a las criaturas a traspasar lo que su creador estableció.
En la actualidad, el ser humano no sólo está intentando sobrepasar los límites que Dios estableció, sino que los está traspasando sin ningún reparo.
La humanidad avanza a pasos agigantados traspasando todos los límites. La sexualidad es el primero, no solamente aceptando, sino más bien queriendo imponer prácticas sexuales que son contrarias a la naturaleza y a los principios de Dios. El avance de la muerte sobre la vida en el útero materno es otro atroz atropello a los límites de la concepción y maternidad establecidos.
La manipulación genética de humanos ya es una realidad. Científicos del mundo entero están ensayando para “crear seres humanos mejores”. Estas y otras tantas atrocidades se están cometiendo hoy mismo y todo avanza aceleradamente con el complot y respaldo legal de cada gobierno.
El comportamiento es el mismo que había antes del diluvio, y las consecuencias serán las mismas. Dije que no estoy vaticinando otro diluvio, porque no será de esa manera como Dios castigará la desobediencia, pero que habrá un castigo, eso es indudable. Para esto hay que ver lo que dice Génesis 9: “Estableceré mi pacto con ustedes, y no volveré a exterminar a ningún ser con aguas de diluvio, ni habrá otro diluvio que destruya la tierra”.
Este versículo bíblico no dice que Dios nunca más volverá a juzgar y castigar la tierra, dice que establecerá un pacto con un grupo de personas y que no habrá otro diluvio. También Dios le dijo a Noé que demandaría la sangre humana derramada sobre la tierra.
Jesús fue muy claro sobre su segunda venida: “Mas como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre. Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca, y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre”, Mateo 24:37.
El diluvio ya no será de agua sino de fuego: “Porque he aquí, el SEÑOR vendrá en fuego y sus carros como torbellino, para descargar con furor su ira y su reprensión con llamas de fuego”, Isaías 66:15.
Esto es lo que pronto sucederá. ¿Cómo escaparemos? Dios salvará de este último gran juicio únicamente a las personas que entren en su Pacto. Dios preservará solo a aquellos que reconozcan los límites de Dios y que se arrepientan de haberlos quebrantado, aquellas personas que den marcha atrás a sus pecaminosos deseos y acepten el señorío de Cristo sobre sus vidas.
Dios salvará a quien se humille de todo corazón y acepte el sacrificio de Cristo para perdón de pecados. En definitiva, Dios salvará a las personas de fe, que crean en su corazón que Jesucristo es Dios encarnado, que un día tomó forma humana, naciendo de una virgen, vivió para mostrarnos la Verdad, murió por nuestros pecados y resucitó para darnos vida eterna.
Si todo esto te parece puro cuento, seguirás tu vida llevada por las tendencias modernas y serás arrastrado a la perdición; pero si hoy mismo te detienes a reflexionar y encuentras en estas palabras una revelación de verdad, si te arrepientes de tu maldad y crees que sólo en Jesús hay esperanza, entonces empezarás a vivir una nueva realidad, tendrás fe, gozo y paz para siempre.