¿Desde qué lugar administro la crianza de mis hijos? ¿Desde mis necesidades, para que sean lo que yo quiero que sean?, ¿o desde el propósito de Dios para ellos, para que sean lo que Dios quiere que sean?
Tengo tres hijos, ellos son uno de mis primeros sueños cumplidos. Siempre quise ser madre y es una labor que disfruto mucho (con sus temporadas buenas y las no tan buenas). Cada uno de ellos es muy diferente al otro, pero si hay algo que tienen en común es su independencia y su capacidad de tomar riesgos para ser quienes eligen ser.
Ha sido un gran desafío como mamá elegir cada día gestionar su crianza desde lo que Dios dice de ellos, lo que ellos son, lo que cada uno elige para su vida, y no desde lo que yo necesito (basado en mis temores y frustraciones).
Mi camino siempre fue pensar que ellos no son míos. Que Dios, en su gran amor, me los presta por un tiempo y que yo soy un simple canal para que ellos sean lo que Dios quiere que sean. !Y esa convicción implica prepararse para soltar!
Porque todas las cosas proceden de ÉL y existen por ÉL y para ÉL ¡A ÉL sea la gloria por siempre! Amén. Romanos 11:36 NVI.
¡Qué miedo que nos da soltar!, generalmente asociamos el soltar con pérdida. Sin embargo, eso depende desde qué lugar tenemos la capacidad de ver las cosas. He aprendido a cambiar mi tipo de observador y ver el soltar no como una pérdida, si no como una gran ganancia. Porque al final nuestros hijos proceden de ÉL, existen por ÉL y para ÉL.
Una de mis temporadas más desafiantes fue cuando tuve que aprender a ser mamá a la distancia. Mi hija, con tan solo 18 años, se fue a estudiar al exterior por tres años. Al año siguiente, también se fue mi segundo hijo, con 18 años y todavía no volvió. Por último, como frutilla del postre, hace apenas tres meses, el más pequeño, también con 18 años, se fue a cumplir su sueño.
¡Eso sí que fue soltar! ¿Podés imaginarte los momentos difíciles que pasaron cada uno, de soledad, presión de grupo, decisiones, malas compañías y yo a miles de kilómetros de distancia? (podría escribir un libro con las experiencias vividas). ¿Y te imaginás lo que es no poder verlos crecer?.
Pero hay algo fundamental que aprendí en este tiempo. Aprendí que soltar es amar, es confiar, que es dar la posibilidad de crecer, es dar permiso a equivocarse, es dar seguridad, es decirles a nuestros hijos que ellos pueden y que nosotros sabemos que están preparados para lograrlo, es darles oportunidad para que aprendan, para que resuelvan sus conflictos, que se frustren, se sientan solos, se encuentren con sus miedos, se arriesguen, descubran lo que son capaces de hacer y aprendan a depender de Dios en todo.
También aprendí en este tiempo que lo contrario al amor no es el odio sino el control, por eso la persona que ama suelta. El control se genera por el temor a que nuestros hijos se equivoquen o que no sean lo que nosotros esperamos de ellos, o que no hagan las cosas como nosotros las haríamos. Soltar es hacerles sentir que no importa en qué situación puedan estar (sea lo que sea), el primer lugar seguro al que pueden correr es a casa, aunque sea a la distancia.
En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor, porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme no ha sido perfeccionado en el amor. 1 Juan 4:18.
La capacidad que tengamos de preparar a nuestros hijos para lo que Dios quiere que ellos sean es el acto más grande de fe que podemos tener como padres.
Creo que la función más importante que Dios nos da es poder llenarlos de herramientas poderosas, para que aprendan a gestionar mucha libertad, no desde el castigo y la culpa sino desde el amor. Que ellos puedan tener bien claro quienes son en Dios, quienes eligen ser, de manera que nosotras somos simples facilitadoras para que ellos descubran las habilidades que los potenciarán y llevarán a otro nivel.
Ahora bien, la fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Hebreos 11:1.
Tenemos que preparar a nuestros hijos para que transformen cada espacio que frecuenten y no llenarlos de temores a equivocarse. Nuestra seguridad, al soltar, habla bien de nosotras como madres, sabiendo que hicimos todo lo que teníamos que hacer para que puedan hacer vida lo mejor equipados posible, porque Dios los ama más que nosotras y los cuida mejor que nadie. Para eso, tengo que empoderar, ¡soltar!, ¡soltar! y ¡volver a soltar!
No permitirá que tu pie resbale, jamás duerme el que te cuida. Salmo 121:3 NVI.
Otra cosa que aprendí en todo este recorrido de elegir soltar es que, cuando los soltamos, los amamos, los acompañamos, los preparamos y los dejamos ser lo que Dios quiere que sean, y al mismo tiempo los atraemos, porque ellos desean estar con nosotros, nos buscan, nos eligen, somos su referente y logramos una conexión que escala a otro nivel. ¡Porque soltar atrae y controlar aleja!
Te comparto una oración que escribí cuando supe que estaba embarazada de mi primera hija y la sigo haciendo hasta el dia de hoy: Señor, que mis hijos te conozcan, te amen, te teman, te sirvan y sean lo que vos querés que sean.