“…y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos”. Hechos 2.47.

Somos la iglesia de Cristo. Estamos llamados en tanto nuestro Rey está regresando, a vivir apasionados por Él, conectados entre nosotros y tratando de llevar a salvación a la mayor cantidad de gente posible.

Los momentos que vivimos son difíciles, desde mi perspectiva, ideales para anunciar la salvación. Salgo hoy de las discusiones de moda y te invito a que vayamos a la pregunta que nos desvela a los cristianos. ¿Cómo pasó la iglesia primitiva de ser un pequeño grupo en un primer piso de la casa de la hermana de Pedro a una multitud incontable que alcanzó todo el mundo? ¿Puede seguir pasando? ¿Podemos impactar a todo el mundo?

Jesús dejó claras huellas para que anduviéramos en ellas. Las huellas de Jesús siempre nos llevarán hacia el prójimo, ya sea en estado de multitud o a solas. Los pasos de Jesús nos llevarán a una nueva plaza, a un nuevo espacio donde la gente se desplaza, comercializa, ríe, llora, allí donde transcurre su vida, en las bodas o el sepulcro, Jesús presente para producir lo diferente.

Jesús, nos lleva a la concientización de un largo camino recorrido para traernos el Reino de los cielos a nuestra realidad cotidiana”. 

Seguir los pasos de Jesús en los Evangelios, es encontrarse con alguien que siempre estaba atento para alcanzar con el Evangelio a todos. Esto lo observamos en el sentido que toma el Reino, desde dentro de la comunidad cristiana hacia toda la comunidad que la rodea.

Somos enviados a la manera de Jesús para hacer lo que el Espíritu Santo nos indique más allá de opiniones personales.  Al mirar los resultados posteriores a la resurrección de Jesús  podemos observar el propósito de Dios de enseñar y practicar los principios básicos del Reino. Si tenemos claro dónde está el interés de Dios enseguida entenderemos. 

Es muy fácil caer en la tentación de creer que el interés de Dios está en ese grupito reunido en el aposento alto, pero la acción del Espíritu de Dios en aquel día, nos muestra cómo los sacó de allí y los lanzó hacia la gente.

El testimonio de la vida de Jesús en la Iglesia recorría y llenaba la ciudad. Prodigios, señales, maravillas, sanidades era el comentario de la población. Tres veces al día en el templo, mostrando la realidad del mensaje como aquel día del paralítico, donde se convirtieron como 5000 varones. 

Compartir el pan en las casas, ocuparse de huérfanos y viudas y ayudarse mutuamente de manera que nadie estuviera necesitado de abrigo y pan, también fueron marcas de la presencia de Dios en los creyentes. ¡Qué impacto! Todo a la vista de la ciudad.

Estamos llamados a vivir un evangelio sintetizado en manifestar el Amor por Dios y amor por el prójimo, para eso, debemos ir más allá del templo y preocuparnos por la vida de la ciudad en la que Dios nos colocó. Nada de lo que sucede en la ciudad nos puede resultar ajeno. Estamos preocupados por aquello que preocupa a la gente, así que oramos para que el flagelo de la droga retroceda y armamos programas de ayuda para los que han caído en ese hoyo.

Predicamos la esperanza y ayudamos en las villas. Hablamos del futuro y trabajamos en los jóvenes tratando de abrirles puertas para que se desarrollen, sean o no de Cristo. Hemos hecho mil ofrendas para mejorar nuestros templos, ¿será hora de hacer alguna para mejorar hospitales? Hemos llamado a la gente a jornadas de trabajo para trabajar en diferentes programas, ¿será hora de pintar escuelas públicas?

Amar y ayudar a aquellos que Dios ama, servir a todos, servir a la ciudad. La iglesia reflejada en el libro de los Hechos, pasaba tiempo en el templo y tiempo en las casas. Cada cosa tiene su propósito y espacio. No hay congregación fuerte sin altar encendido y palabra fresca y mucho de eso sucede en los templos. No hay congregación relevante sin presencia en las calles y manifestación del amor de Dios en las calles. 

Es muy interesante mirar a Betania desde ésta perspectiva. Ese pueblo en los evangelios viene a ser como la segunda casa de Jesús, allí vivían tres hermanos que eran sus amigos: Marta, María y Lázaro. Recordamos a María, por haber sido destacada por Jesús por “elegir lo mejor”, cuando el maestro les visitó en su casa y mientras enseñaba, Marta limpiaba. Si Jesús se sentó, nos sentamos con Él y aprendemos a ser “María” a los pies de Jesús (Lucas 10:42). 

Al poco tiempo, Lázaro fallece y Jesús está caminando hacia su tumba, para llorar con los que lloran y resucitarlo. Juan 11:26-28. Cuenta que ahora Marta es la que está a tiempo con Jesús, caminando a Su lado y a María hay que ir a buscarla, pues se quedó en la casa. Betania es un buen ejemplo de la iglesia de Cristo, hay altar y hay misión.

Mirar el mundo desde esta perspectiva y captar la visión de Jesús es revolucionario. El mundo cree en la acción de nuestro testimonio y la unción del Espíritu. El toque de Dios se produce con nuestro toque y cuando nuestra boca se abre, haremos confesión para salvación. 

La fuerza de la maldad nos empuja a mirarnos a nosotros mismos y buscar nuestro propio bien. El impulso de Dios a nuestro Espíritu es mirar la necesidad y la oportunidad de servir a nuestro alrededor. El hombre es más feliz cuando adopta esta actitud. 

Recibir a Cristo es lo trascendental en mi vida y casarme con Maru es la cosa más relevante que he hecho hasta aquí. No puedo creer ser papá de Sebas y Joako. Trato de servirlo a Dios de la mejor manera que puedo desde hace más de 30 años en Cristo para Todos en la ciudad de Adrogue.