Te cuento que a mí sí. ¿Alguna vez te rompieron el corazón por segunda vez? A mí también. Y es que este tema es complicado. Tantas desilusiones a veces hacen que uno pierda la esperanza: lo intentaste y fracasó, volviste a intentarlo y no te respetó, volviste a creer y mintió.
Para poder avanzar necesitamos sanar, para sanar hay que perdonar. Claro que esto no es algo instantáneo de un momento a otro, todos los procesos profundos requieren de tiempo y más cuando se trata de perdonar. A veces tenemos el extraño concepto de que hacer esto es olvidar, pero sinceramente no lo creo así. Perdonar es recordar sin dolor, sanamos la herida cuando logra cicatrizar. Esas cicatrices nos demuestran que un día nos lastimaron, pero sanamos.
A veces confundimos perdonar con reconciliar.
Si te trataba mal, te faltaba el respeto, no era lo que pensabas, estás en todo tu derecho de soltar. Pero suelta, no te quedes toda la vida con una mochila de rencor y con un corazón duro que no te permite sentir. Que los malos recuerdos logren ser parte solo del pasado, el pasado debe quedar ahí y nada más. Cuando nos acompaña hasta nuestro presente nos limita, frena y acota nuestro futuro sin dejarnos ver nuevas posibilidades y experiencias.
Además de sanar, debemos aprender a vivir solos
La soledad no siempre es negativa, es malo si no sabemos relacionarnos. Pero tenemos que aprender a disfrutarnos nosotros mismos. La soltería es una etapa fantástica, te animo a verla de forma positiva, hay que disfrutarla tanto como se disfruta el estar en pareja, cada cosa a su tiempo.
Muchos pasan la vida esperando que una “media naranja” les genere felicidad y solucione la vida. Hay cosas que necesitamos resolverlas nosotros y Dios. El estar a gusto con nosotros mismos, poner metas, proyectos, ir superando nuestros complejos, etc.
Cuando estamos con el otro porque nos hace “sentir bien”, “me da lindos regalos”, “me escucha” —entre otras cosas—, el día que no nos sintamos bien, no pueda llenar nuestros vacíos por “x” motivo, lo vamos a dejar de querer. Porque no queríamos a la persona sino lo que esa persona podía darnos.
No necesitamos de la “media naranja”, somos naranjas completas.
No necesitamos que otra persona nos complete. Esos vacíos dentro de nosotros los tenemos que trabajar junto con Dios. En lugar de estar con alguien que te “complete” (repito, nadie va a lograr esto) te animo a buscar alguien que te complemente.
Y para encontrar un complemento tengo que cambiar mi forma de buscar. Hay una realidad, si varias veces lo intentaste pero no funcionó o muchas veces buscaste y siempre encontraste lo mismo, quizá es porque, inconscientemente, siempre buscas lo mismo.
A veces la vida no se trata tanto de lo que uno quiere sino de lo que uno necesita. A veces queremos lo que nos hace mal, parte de comprender este proceso es madurar en nuestras relaciones y emociones.
Empieza a mirar diferente, vas a tener resultados diferentes. Haz parte a Dios de tu proceso. Él nos enseña a cuidar el corazón, nos da dominio propio para gestionar nuestras emociones y nos completa para vivir en plenitud. Ábrete a la oportunidad de escribir una nueva historia.