“Dios es luz, y en él no hay tiniebla alguna. Si decimos que tenemos comunión con él, y vivimos en tinieblas, estamos mintiendo y no practicamos la verdad. Pero si vivimos en la luz, así como él está en la luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesús, su Hijo, nos limpia de todo pecado. Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, lo hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros” (1 Juan 1:5-10).
Quisiera que extraigamos algunas verdades que se encuentran en este pasaje.
El apóstol Juan nos dice, en primer lugar, que en Dios no hay tinieblas porque Él es luz. También nos revela algo clave: “la verdad se practica”. ¿Y cómo se practica? El diccionario de la Real Academia Española define “practicar” como hacer ejercicio físico, entrenar o experimentar.
Lo opuesto a practicar es “teorizar”, es decir, solo obtener información, pero no llevarla al ámbito de lo experimental.
Me resulta curioso saber de qué verdad está hablando Juan. El término que utiliza en griego es ALETHEIA, que hace referencia a “lo que no está oculto”, algo abierto y conocido, una realidad conforme a la naturaleza de las cosas.
En el Nuevo Testamento, la verdad no es un conjunto de premisas, sino una persona. En Juan 14:6, Cristo se llama a sí mismo “la verdad”. También se le menciona como el Espíritu de verdad en Juan 14:17; 15:26; 16:13.
Quizás te suceda como a mí, y te preguntes: ¿Cómo se practica esto? ¿Cuál es mi realidad?
Dos naturalezas en conflicto
Tenemos que entender que dentro nuestro existen “dos naturalezas”: oscuridad y luz. Alguna de las dos se va a manifestar más que la otra.
Por ejemplo, lo que decimos y lo que hacemos pueden ser cosas muy opuestas a la realidad que vivimos en nuestro interior. Una cosa es decir que conocemos un lugar, como Cancún, porque vimos videos, pero es completamente diferente haber vivido esa experiencia.
De igual manera, puedo afirmar: “tengo comunión con el Señor”, “ya no peco” o “soy una buena persona desde que me convertí”. Pero esto puede ser un engaño de nuestra naturaleza caída, una irrealidad.
Dios es luz y la confesión nos limpia
Volviendo a 1 Juan 1:5, se nos dice que “Dios es luz”. Esto implica que la luz es Él, no nosotros. En el verso 7, se nos invita a andar en su luz, sugiriendo que estábamos en oscuridad, pero ahora podemos ver nuestra situación. Juan concluye diciendo que “la sangre de Cristo puede limpiar todo esto”.
¿Cómo sucede esto? Porque en la cruz ya ocurrió la obra completa, y ahora, por la fe, podemos ver nuestra condición de pecado. Aunque esto puede parecer terrible, ya no lo ignoramos ni fingimos que no existe.
El verso 9 nos da la clave para vivir en la dimensión de la confesión: “Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar y limpiarnos de toda maldad”.
No se trata de decir frases bonitas, sino de confesar con sinceridad. El decir no produce frutos dignos de arrepentimiento, pero la confesión sí.
Gracia: la sentencia de libertad
Quisiera resaltar algo importante aquí: el apóstol Juan no nos está sugiriendo la idea de crear un confesionario humano. Nos está recordando que solo hay uno que es fiel y justo para perdonar: Cristo.
En el sacrificio de Cristo fueron presupuestados todos nuestros pecados: pasados, presentes y futuros. La paga fue por todo. Para quienes creen, “ya no hay condena”.
La gracia es mucho más que el perdón de pecados o nuevas oportunidades. Es el sistema legal del reino de Dios, donde se decretó nuestra justificación, regeneración y santificación. La gracia absolvió a los culpables para que ahora anden en vida nueva (Romanos lo explica más claramente).
Salir de la celda
Muchos sabemos que el acta de los decretos que era contra nosotros fue anulada en la cruz, pero seguimos dentro de la celda. Algunos piensan que no merecen la libertad por sus pecados; otros se privan de la libertad y viven como si estuvieran bajo “libertad condicional”.
Amigo, escucha al apóstol Juan: “hay uno que es fiel y justo, y su sangre es suficiente”.
La clave para andar en luz este año es reconocer al fiel y justo, practicar la verdad y confesar nuestras debilidades. Esto rompe las cadenas de la falsa libertad condicional.
Insisto: la gracia no solo perdona pecados, también nos alumbra para que vivamos las obras que Dios preparó de antemano (Efesios 2:10).
Algunos recordatorios importantes
- Todos los días necesitamos practicar esta verdad. Es fundamental ejercitar lo que el Espíritu nos dio.
- Confesemos nuestras faltas al Señor en oración. Reconozcamos al fiel y justo en los demás y caminemos juntos, llevando las cargas los unos de los otros. Meditemos en las Escrituras, pidiendo revelación al Señor.
- Recordemos que la sangre de Jesucristo sigue limpiando nuestras conciencias de toda obra muerta.
En la gracia de Dios, no existen las distancias.