“… Vi una puerta abierta en el cielo, y la misma voz que había escuchado antes me habló (…) ‘Sube aquí, y te mostraré lo que tiene que suceder después de esto’” (Apocalipsis 4:1-11,NTV).
Todas las visiones que Juan tuvo en los primeros capítulos de Apocalipsis se relacionan con Dios y su trono: 1:4; 3:21; 4:2. Ve a Dios el Padre (4:2), al Hijo (5:6) y al Espíritu Santo (4:5). Juan nunca habría soportado el peso de la visión apocalíptica si no hubiera visto a Dios sentado en el trono. Sin embargo, no le fue revelado ningún acontecimiento apocalíptico antes de ser ungido: “… El Espíritu comenzó a controlarme…”, (Apocalipsis 4:2, PDT). ¿Cuándo recibió la unción? Mientras adoraba a Dios en el día del Señor: “En el día del Señor vino sobre mí el Espíritu, y oí (...) una voz…”, (Apocalipsis 1:10).
La Biblia dice que “… mientras oraba [Jesús], se abrió el cielo” (Lucas 3:21). ¿Puedes recordar qué estaba haciendo Pedro cuando le llegó la revelación del cielo?, oraba: “… Pedro subió a la azotea de la casa para orar (…) De pronto (…) tuvo una visión. Vio que el cielo se abría…” (Hechos 10:9-11, TLA). ¿Y Pablo? “…mientras oraba en el templo tuve una visión” (Hechos 22:17).
Recuerda que los apóstoles oraban en el templo y adoraban el primer día de la semana. Jamás menosprecies el poder espiritual que se desprende de la adoración en el templo, en el día del Señor.
Si quieres vivir bajo cielos abiertos necesitarás unción, que solo te será entregada en el lugar secreto.
Esta enseñanza tan profunda se ve reflejada en el orden de los elementos del tabernáculo. La mesa del pan simboliza el alimento espiritual y el candelero de oro representa la presencia de Dios al alcance de aquellos que han pasado antes por la estación del sacrificio (encarnada por el altar) y la purificación (simbolizada por el lavacro).
En el altar del sacrificio se inicia el camino a la presencia y revelación divina. Hoy en día no necesitamos ofrecer animales como los israelitas en tiempos pasados; pero precisamos arrepentirnos para que la sangre de Jesucristo nos limpie de todo pecado, dispuestos a ofrecer otros “sacrificios” como tiempo, capacidades, dinero y dones si es que queremos gozar de mayor unción y revelación.
A continuación se encuentra el lavacro, lugar de purificación. Hoy en día somos purificados mediante las disciplinas espirituales de la oración, el ayuno, la vigilia, el retiro y el estudio bíblico. Solo después de pasar por estas estaciones se puede entrar al lugar santo donde se encuentra el candelabro de oro, cuyas dimensiones no están estipuladas en la Biblia.
¿Por qué? Porque representa la luz de Dios, la cual es inconmensurable. Este elemento nos muestra que es imposible ponerle límite al crecimiento espiritual de una persona que persevera en buscar a Dios. ¡Cobra ánimo! ¡Dios anhela llenarte de su presencia!
Volvamos a Apocalipsis. Juan tenía una misión única: escribir acerca de los acontecimientos del fin del mundo. ¿Cómo pudo ser testigo de esas cosas sin que su fe se desplomara? ¡Vio primero al Señor sentado en su trono! ¿Cómo pudo Esteban soportar el martirio y perdonar a quienes lo apedreaban? ¡Vio primero al Señor sentado en su trono! “Esteban (…) —¡Veo el cielo abierto —exclamó—, y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios!” Hechos 7:55-56 (PDT).
¿Y qué decir de Pablo? “Cinco veces recibí de los judíos los treinta y nueve azotes. Tres veces me golpearon con varas, una vez me apedrearon, tres veces naufragué… Mi vida ha sido un continuo ir y venir de un sitio a otro; en peligros (…) de parte de mis compatriotas, peligros a manos de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el campo, peligros en el mar y peligros de parte de falsos hermanos (…) muchas veces me he quedado sin dormir; he sufrido hambre y sed, y muchas veces me he quedado en ayunas; he sufrido frío y desnudez. Y, como si fuera poco, cada día pesa sobre mí la preocupación por todas las iglesias” (2 Corintios 11:24-28).
¿Cómo pudo soportar tantas privaciones? Había visto al Señor al principio de su ministerio (Hechos 26:16). ¿Recuerdas a Micaías? Profetizó muerte al rey Acab (1 Reyes 22:17-18). ¿Cómo pudo enfrentar al peor de todos los reyes de Israel y hablarle palabras tan duras de parte de Dios? Micaías dijo: “… Vi al Señor sentado en su trono en el cielo…” (1 Reyes 22:19, PDT). ¿Y Jesús? Vio el cielo abierto y al Espíritu Santo descender sobre Él en el día del bautismo (Mateo 3:16).
Cada vez que leas en la Biblia acerca de cielos abiertos verás que se relaciona con la revelación divina que llega a un hombre para que emprenda un nuevo servicio para Dios u obtenga la fortaleza espiritual para hacer lo que se le encomendó.
Cuando el Señor tenga un nuevo servicio o ministerio te abrirá una puerta en el cielo y te revestirá de la unción necesaria para que cumplas con la misión, pero con una condición: ¡que estés dispuesto a pagar el precio de buscarlo en el lugar secreto! Solo el sacrificio de tiempo en el lugar secreto te lleva a su presencia, y solo su presencia desata revelación.