Posiblemente hablar de pérdidas y duelos resulte poco cómodo. Ponerlo sobre la mesa no es de los temas más elegidos y puede generar algunas resistencias; pero sé que el dolor es la manifestación más potente de la vida, del sentido que tiene. Cuando hablamos de duelo, no solo nos referimos a la pérdida que puede significar la ausencia de alguien amado, porque también hay situaciones que se transforman, vínculos que cambian, momentos de la vida que se terminan, etapas de la propia vida que quedan atrás, y muchas cosas que no pudieron ser, y cada una de estas implica un camino a transitar. Los duelos nos interpelan y hay un camino de sentido en ellos, un propósito de Dios en estos.
TIPOS DE PÉRDIDAS QUE PODEMOS AFRONTAR
De acuerdo a Pangrazzi, las pérdidas se engloban en cinco bloques:
1. Pérdida de la vida: es un tipo de pérdida total, ya sea de otra persona o de la propia vida.
2. Pérdida de aspectos de sí mismo: se refiere a pérdidas que tienen que ver con la salud. Por ejemplo, la pérdida de las capacidades sensoriales, cognitivas o psicológicas, tal como la autoestima.
3. Pérdida de objetos externos: estas son aquellas pérdidas que no tienen que ver directamente con las personas, sino más bien a pérdidas materiales, como puede ser perder un trabajo.
4. Pérdida emocional: como rupturas con la pareja o amistades, debido a que el contacto físico se ve limitado.
5. Pérdidas ligadas con el desarrollo: se refiere a pérdidas en el propio ciclo vital normal, como puede ser el paso por las distintas etapas o edades, infancia, adolescencia, juventud, menopausia, vejez, etc.
¿CÓMO AFECTAN LAS PÉRDIDAS?
Es importante recalcar que, así como cada persona es diferente, así serán las vivencias. Es fundamental saber que este transitar es personal, subjetivo y propio de cada persona. Es de acuerdo a las experiencias previas en el recorrido, a duelos anteriores. Es en base a la intensidad emocional y el significado de dicha pérdida, en lo que representaba para nosotras. También a cómo se manifestó y se desarrolló. O de acuerdo a los recursos espirituales, emocionales, psicológicos y contextuales que cada persona tenga y que haya aprendido a lo largo de su vida.
En la Biblia podemos encontrar muchos relatos sobre el dolor y quiero compartirte este:
«Cuando Dios oyó al niño sollozar, el ángel de Dios llamó a Agar desde el cielo y le dijo: “¿Qué te pasa, Agar? No temas, pues Dios ha escuchado los sollozos del niño. Levántate y tómalo de la mano, que yo haré de él una gran nación”. En ese momento Dios le abrió a Agar los ojos, y ella vio un pozo de agua. En seguida fue a llenar el odre y le dio de beber al niño» (Génesis 21:17-19).
Animarnos a hablar de las pérdidas, aunque nos duela, es alentar a mirar la vida de frente y entender la razón del por qué y para qué estamos acá. Comprender que los duelos se podrán pausar, congelar, elaborarlos a medias, pero jamás se podrán evitar, porque tarde o temprano interrumpen en nuestra cotidianidad. Sepamos que en medio de la tribulación, de lo doloroso, Dios está allí, nos ve, nos oye y siempre llega a tiempo. Y recordemos que: “que nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza”. Romanos 5:3-4