Los samaritanos son un grupo, o más bien, un subgrupo, dentro de la historia de Israel. Ubicados en la zona norte de lo que hoy llamamos Palestina e Israel, tenían casi las mismas creencias que los judíos, salvo grandes excepciones.
Durante el tiempo bíblico, estos dos grupos no tuvieron buenas relaciones, a pesar de creer en el mismo Dios, los mismos profetas y la misma historia judía. Sin embargo, fue el propio Jesús, de origen judío —es decir, del sur de Israel— quien entabló una conversación con una samaritana. Es más, se atrevió a pedirle agua de su pozo. Era un intento de terminar con la rivalidad de varios siglos.
Los orígenes de los samaritanos
Según la Biblia Arqueológica NVI, los samaritanos eran un grupo ubicado en el norte de Palestina, de origen mixto. Esto quiere decir, que descendían tanto de las tribus de Israel, como de otros orígenes paganos. Como se podrán dar cuenta, para el resto de los israelíes, estos no eran un pueblo cien por ciento elegido por Dios ni puro.
De este inicio pagano hay que destacar que un rey de asiria, en el año 722 a. C., mandó a traer un contingente de personas de otros lugares, para poblar las zonas donde habitaban estos samaritanos. Con el paso del tiempo, lógicamente, fueron mezclando sus creencias, religiones y costumbres con los pueblos que no compartían la ley de Moisés.
Diferencias y similitudes
Como dice la Biblia que nombramos anteriormente, los samaritanos también creían en el Pentateuco. Conocían a la perfección sus orígenes hebreos, aunque se hubieran entremezclado con el paso del tiempo. Tal como lo habían anunciado todos los profetas de los libros que no pertenecían al Pentateuco, creían que algún día vendría un profeta como Moisés a liberar a su nación.
Una de las principales confrontaciones con los hebreos era que no creían en otros libros canónicos, como los libros históricos de los Reyes, las Crónicas, ni los profetas mayores ni menores. Por esto eran considerados una especie de “segunda clase”, por llamarlo de alguna manera, que si bien creían en el mismo Dios, en Moisés y en las leyes principales, dejaban de lado otras revelaciones bíblicas importantes, situación que era inaceptable para aquellos.
Los lugares de adoración y el conflicto con el verdadero templo
Como sabrás, la historia de Juan capítulo 4, en la cual Jesús debate con la samaritana en el pozo, uno de los temas más importantes es ver dónde había que ir a adorar. Los samaritanos, al estar ubicados en el norte del país, tenían su propio templo, en un monte llamado Guerizín.
Este templo, como dice la Biblia Arqueológica, está lleno de confusiones y de enredos entre el cristianismo y el paganismo: comenzó siendo un templo en adoración al Dios hebreo; luego, cuando fue conquistado por los invasores, tuvo otros dioses dentro, como los romanos, quienes construyeron una estatua al dios Zeus.
Así continuó con la mezcla de creencias, tanto que el emperador cristiano Justiniano construyó una iglesia cerca de allí. De esto no queda nada, debido a que la invasión de los pueblos árabes, en el siglo sexto, destruyó casi todo por completo.
Me gustaría hacer una aclaración con respecto a las ruinas y los sitios turísticos arqueológicos: no siempre todo lo que vemos está tal cual lo dejaron.
Generalmente, los edificios históricos, ya sea que estén en ruinas o en su totalidad de pie, cada cierto tiempo, tienen diferentes restauraciones e intervenciones. Amigo turista, no te dejes engañar: esa piedra, pintura o pared, de seguro ha pasado por muchas manos antes de que la vieras.
La peor acusación: quién era más o menos pagano
A pesar de que los samaritanos tenían más confusiones en sus orígenes, se consideraban hijos legítimos de Moisés y su ley. Por ello peleaban con los judíos en cuanto a quién observaba y cuidaba más de las principales fiestas —como la Pascua—, quién tenía los mejores sacerdotes —los cuales tenían casi funciones políticas en Guerizín— o quién adoraba mejor a Yahvé.
Uno de los principales argumentos para arrestar a Jesús es acusarlo de ser samaritano, como un sinónimo de ser pagano o estar fuera de la ley mosaica
“No tenemos razón al decir que eres un samaritano, y que estás endemoniado?…” (Juan 8:48). Como ven, para ellos, ser samaritano y tener un demonio era casi una similitud, una igualdad.
El ejemplo de Jesús: romper barreras y acabar con la discriminación
Como sucede con los evangelios, no todos hablan de las mismas historias. Sin embargo, Lucas retrata dos veces a los samaritanos y los pone como prédicas de Jesús, pero como buen ejemplo: la parábola del buen samaritano y la de los diez leprosos, donde solo el samaritano vuelve agradecido por la curación.
Además, frente a la acusación de ser samaritano, Jesús nunca respondió de manera airada. Contestó con buen juicio todo lo referido a la ley, pero no mostró prejuicios xenófobos. En tiempos convulsivos como los que vivimos, me parece que hay que dejar de lado “lo samaritano o lo judío” e imitar más a Jesús.