Es la economía de Dios, es el Cuerpo de Cristo manifestado aquí en la tierra. La iglesia no es algo, es alguien: Cristo. El apóstol Juan relata en el libro de Apocalipsis 1:10-13: “Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta, que decía: Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último. Escribe en un libro lo que ves, y envíalo a las siete iglesias que están en Asia: a Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea. Y me volví para ver la voz que hablaba conmigo; y vuelto, vi siete candeleros de oro, y en medio de los siete candeleros, a uno semejante al Hijo del Hombre, vestido de una ropa que llegaba hasta los pies, y ceñido por el pecho con un cinto de oro”. El apóstol Juan ve la iglesia primero, pero no se detiene hasta ver a Cristo. Para entender lo espiritual debemos volvernos a Cristo hasta que aparezca El cómo la sustancia y la realidad de su Iglesia, solo entonces entenderemos lo espiritual. Cristo es la realidad de todas las cosas espirituales. Todos somos reunidos en su muerte, la Iglesia está reunida a Cristo en su resurrección.
El primer cuerpo, el de Adán fue juzgado para que el segundo cuerpo surja. Como lo leemos 1 Corintios 15:45: “Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante”.
¿A qué le da vida Cristo como Espíritu vivificante? A su propio Cuerpo que es la iglesia. Cristo reunió a un pueblo en sí mismo y lo llevó a juicio y después de esto, solo una vida salió de la tumba, esa nueva vida es llamada la iglesia. Es Cristo, en resurrección, la sustancia, la vida y la realidad de ella. La iglesia es la nueva vida. La iglesia es el nombre del Cuerpo que Cristo tiene en resurrección. La iglesia es Cristo en unidad con su propio cuerpo en resurrección. Cuando en el evangelio de Juan, el Señor les dice a sus discípulos: “Ha llegado la hora para que el Hijo del Hombre sea glorificado. De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto”. Está dejando en claro que su cuerpo es ese grano desnudo sembrado que producirá mucho fruto: la Iglesia.
Después de la resurrección no permitió que lo tocaran. Posiblemente, no querían que se acostumbraran a verlo y conocerlo de esta forma ya que todavía no había subido al Padre para unirse con la Iglesia es decir con su Cuerpo. Él no quería que lo tocaran como un hombre sino como la Vida de su nuevo Cuerpo, como el Espíritu que da Vida. Solamente como su Cuerpo espiritual la Iglesia podría conocerlo y unirse a Él, así lo expresa el apóstol Pablo en la primera carta a los corintios: “Pero el que se une al Señor, un espíritu es con él”.
Lamentablemente muchas veces tenemos el pensamiento absurdo que podemos agregar algo nosotros, desde esta finita humanidad, a su Iglesia. La Iglesia no es el lugar donde yo le doy algo de mí, sino donde Él obra algo de sí mismo en mí. Todo lo que no proviene de Su vida no puede ser parte de la vida de la Iglesia. El Señor Jesús fue claro con el ejemplo de la vid “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer”. Dios edifica la iglesia solamente cuando ensancha o aumenta los parámetros de Cristo en nuestro espíritu. No edifica su iglesia dándonos cosas para hacer, o dándonos doctrinas para creer, tampoco reuniendo mucha gente en un edificio, aunque lo incluye, pero no es lo fundamental. La Iglesia es la medida de Cristo que se ha formado en nosotros. Es ese territorio hostil a Cristo que estuvo en nosotros y que ha sido conquistado por el Rey.
Necesitamos entender nuestra administración para ser efectivos y certeros en la gestión dentro de la Casa de Dios, su Iglesia, su Cuerpo. Malgastar tiempo y energía en acciones que Dios no demanda, ni está en ellas, es atrasar la edificación de su Casa.
No predicamos para cambiar al mundo sino que predicamos para que la gente del mundo salga del mundo y entre a Cristo. Nosotros queremos mejorar al mundo porque no entendemos que Dios no está pensando en mejorar al mundo porque, Él amó al mundo una sola vez y lo amó entregando a Su Hijo Jesucristo. Por eso, lo que Dios espera es que nosotros nos volvamos instrumentos de reconciliación con Su Hijo y traigamos a la gente a Cristo. Para Él, lo único que sirve es lo que está en Su Hijo, todo lo demás, para Dios son solo obras muertas. Es así que, la única manera en la que Dios puede edificar su Iglesia es revelando Al que es la vida de la Iglesia.
«Dios edifica la Iglesia “solamente” cuando aumenta los parámetros de Cristo en nuestras almas».
Yonathan Lara
Él no es el rey de los reinos naturales, eso lo hizo en el viejo pacto como sombras. Sólo su cuerpo puede ser lleno de su gloria. La batalla es ganada dentro de nosotros: Juan 14:20 dice: “En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros”. También en 1 Juan 5:19: “Sabemos que somos de Dios, y el mundo entero está bajo el maligno”.
No es en la vieja creación en donde el reino está siendo establecido sino en la nueva creación. El reino de Dios es el cuerpo del Rey; es su propio templo; es su ciudad; es el incremento de Cristo en nosotros.
La Iglesia si tiene un propósito en la tierra, pero el propósito no es para la tierra, Dios no tiene sus metas en la vieja creación. La Iglesia no es el vehículo de Dios para arreglar o afectar el mundo, la Iglesia no tiene una función terrenal sino celestial. Cristo nunca tuvo planes terrenales, no tuvo metas en el mundo. Nunca trato de arreglar la situación de Israel con Roma. El rehusó a ser rey cuando las multitudes lo aclamaban. Nunca cambió la sociedad compuesta de pobres y ricos. Cristo solo agradaba a su Padre y no a los hombres, mucho menos a la comunidad de su tiempo. Ese fue siempre el conflicto que tuvo con Israel, ellos querían milagros, querían un rey que los librara de la opresión de Roma, pero no querían entregar sus vidas para que Dios se manifestara a través de ellos. En cambio Jesús expresaba todo el tiempo quien era su Padre y las obras de su Padre hacía, para agradarlo.
«El eterno propósito de Dios no es tener una iglesia como vehículo de buenas obras, sino un Cuerpo para su propia Vida».
Yonathan Lara
Cristo es el gobierno del Padre que se propagaría en su propio Cuerpo resucitado que es la Iglesia. ¿Cómo agrada el Cuerpo de Cristo a nuestro Padre? Se trata de lo que Él hace en nosotros y no lo que nosotros hacemos en el mundo. Dios no busca arreglar lo viejo sino crear lo nuevo. No busca restaurar lo primero sino establecer lo segundo. No busquemos efectos en el mundo sino ser su incremento ¿Para quién es el fruto, a quién le importa, quién puede reconocerlo? Solo el Padre que sembró la semilla. La cosecha no se puede juzgar por los efectos sino por la semilla. Cristo es la puerta para salir del mundo. Él no es la solución del mundo sino el juicio del mundo. Él es la puerta de escape de la vieja creación que ya fue juzgada. Abramos esa puerta, ingresemos a su Vida, y no nos enredemos en cosas que no pertenecen a su Vida.