Solo las personas que han pasado por esta situación saben cuánto dolor e impotencia representa escuchar esas palabras de la boca de la persona que en un momento prometió amarnos y ser fiel hasta que la muerte nos separe.
Somos conscientes de que no podemos ejercer control sobre las emociones del cónyuge, pero podemos influenciarlas de manera que estas tomen el rumbo deseado.
Es más fácil culpar al otro que asumir la responsabilidad por el estado emocional del corazón de la persona amada. El matrimonio requiere cuidar el corazón propio para que no se desvíe, mientras también cuidamos el corazón del cónyuge para que no se enfríe por descuido nuestro.
Entendamos, en primer lugar, que el amor no muere, como nos han querido hacer creer. Aceptar esta mentira es como deshacernos de un automóvil porque se le acabó el combustible. Puede ser que el sentimiento haya disminuido, pero el amor sigue intacto.
Siempre resulta más fácil responsabilizar a nuestras emociones por las decisiones tomadas, que entender esto:
«El amor no se basa en sentimientos sino más bien en el compromiso que hemos asumido en el altar».
Donald y Silvia Franz
Qué podemos hacer si el corazón del cónyuge se ha enfriado
- Asume tu parte de responsabilidad. Pregúntate en qué has contribuido para que el corazón de tu pareja se haya cerrado. Haz las correcciones necesarias para recuperar su corazón.
- Ama a tu cónyuge dándole lo que más necesita, aun cuando menos lo merezca. Quizá en este momento tu amor tiene que tomar la forma de perdón, y en otra oportunidad, de paciencia, comprensión, tolerancia, etc.
- Entiende que el amor no se inicia en el otro sino en ti. El amor es algo que tú eres, no es una respuesta a lo que está pasando afuera. No es algo que sientes, es algo que tú decides. En otras palabras, es unilateral, y debido a ello no podemos esperar recibir para dar una respuesta de amor.
- Nunca olvides que no hace falta sentir nada con respecto a otra persona para amarlo. Amar es simplemente hacer lo correcto, aunque tu corazón no lo sienta. Jesús dijo: “Amen a sus enemigos”. ¿Acaso nos estaba pidiendo que nos enamoremos de ellos? Es obvio que no.
- Aprende a amar a tu cónyuge por quién es y no por lo que hace. Debes separar la conducta de la identidad. Quizá en este momento tu cónyuge no te dé ninguna razón para que lo ames, pero no olvides que tu amor no está basado en el otro sino en ti. El mayor ejemplo de esto nos dio el Señor, quien nos amó aun cuando éramos pecadores y entregó lo más preciado que tenía.
- Pídele a Dios que te dé su amor para amar a tu cónyuge y que te ayude a verlo con sus ojos, y amarlo con su amor. Hay una frase muy conocida que dice: “Todo es del color del cristal con que se mira”. La pregunta es: a través de qué cristal estás mirando a tu cónyuge. Jesús dijo: “… cuando tu ojo está enfermo, tu cuerpo está lleno de oscuridad” (Lucas 11:34). Ten cuidado, porque puedes estar mirando a tu cónyuge a través del cristal de la frustración, el dolor, la amargura, etc. Pídele a Dios todos los días que te dé sus ojos para ver a tu cónyuge.
- No hagas de tu cónyuge el centro de tu vida. Nunca coloques a nadie como la razón de tu existencia. Nadie merece ni puede ocupar ese lugar.
- Llénate del amor de Dios constantemente.